━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano

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Aunque eso no era lo único que había surgido entre ellos, sino también una fortísima atracción, un deseo irrefrenable y exacerbado al que no habían podido resistirse. Porque habían acabado sucumbiendo al placer de la carne, dejándose llevar por sus más puros instintos en una noche que ninguno de los dos olvidaría jamás.

Había estado con muchas mujeres a lo largo de su vida, pero lo que sentía cuando estaba con Eivør no lo había experimentado jamás, ni siquiera con Torvi. Quizá podría asemejarse a lo que vivió con Thorunn, con quien tuvo a su primera hija, Siggy, que murió estando él en Frankia: un encaprichamiento fogoso y ardiente. De hecho, siempre que estaba con la skjaldmö, esta lo retrotraía a esos años, a esa época en la que todavía era demasiado joven e inexperto. A esa etapa en la que todo le parecía posible.

Pero nada de eso importaba ahora.

Su camino y el de Eivør se separarían en breve, concretamente con la primera marea. Él partiría hacia el sur y ella se quedaría en Inglaterra, asaltando y saqueando hasta que creyera conveniente regresar a Noruega, donde perseguiría sus propias ambiciones, convirtiéndose en una escudera de renombre.

Björn suspiró. Se había sentado en torno a una mesa rectangular junto a Halfdan y otros hombres que lo acompañarían en su travesía por el Mediterráneo. Sobre la superficie de madera había varios platos a rebosar de comida, además de cerveza e hidromiel para animar un poco el ambiente.

A sus oídos llegaban amortiguadas las voces de sus camaradas, que comían y bebían entre atragantos y accesos de risa. Él, por el contrario, se mantenía en el más absoluto mutismo, inmerso en sus propias cavilaciones.

—¡Björn, amigo! —lo llamó Halfdan, sacándolo de su ensimismamiento—. Alegra esa cara, que cualquiera diría que has visto al mismísimo Helhest* correteando por ahí —apostilló en un improvisado tono jocoso, dando lugar a alguna que otra carcajada entre sus demás compañeros.

El rubio negó con la cabeza, divertido.

—Créeme, oír cómo berrea Jerk mientras trata de afinar ese maldito trasto es muchísimo peor que toparse con cualquier criatura del Helheim —bromeó Björn en tanto señalaba con un suave cabeceo al aludido, que ocupaba el extremo opuesto de la mesa. Este sostenía en sus callosas manos un hermoso kraviklyra del que brotaban unas melodías un tanto estridentes y desagradables.

Más risas llenaron el aire.

—En eso debo darte la razón —concedió Halfdan. Alzó torpemente su cuerno vaciado para darles más énfasis a sus palabras, provocando que parte de su contenido se derramara en el proceso—. ¡Por todos los dioses, Jerk! ¿Es que quieres dejarnos sordos? —le increpó al susodicho, quien, haciendo caso omiso de las quejas de sus amigos, continuó cantando y tocando pequeños acordes por el mero hecho de regocijarse a su costa.

Björn también carcajeó, evadiéndose durante unos instantes de todos sus problemas y preocupaciones, que no eran pocos. Segundos después volvió la vista al frente, extraviándola en la lejanía. Fue allí donde avistó a Ubbe y Drasil, que caminaban a la par, cada uno con un plato de comida en las manos.

El mayor de los Ragnarsson entornó los ojos. Ubbe le había contado todo lo que había ocurrido entre él y la castaña. No le había quedado más remedio que hacerlo cuando esta resultó herida en el campo de batalla, de manera que estaba al corriente de sus escarceos amorosos.

No iba a negar que al principio le resultó extraño pensar en ellos de esa forma. Al fin y al cabo, Ubbe era su hermano y Drasil una de sus mejores amigas. Sin embargo, a cada día que transcurría tenía más claro que ambos estaban hechos el uno para el otro. Solo había que fijarse en cómo se miraban, el modo en que se sonreían.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now