I LOVE YOU, GUS

NO DEJES PARA MAÑANA LO QUE PUEDAS HACER HOY

Viajar siempre le daba sueño. Desde niño había sido incapaz de caer en la tentación de dormir durante un viaje, por muy corto que fuera. La idea de dejarse mecer por el coche era demasiado tentadora. Su hermano pequeño solía bromear sobre esa manía de su hermano mayor. Siempre le estaba diciendo que si por algún casual el coche se averiara en mitad de la carretera él no sabría siquiera ir a buscar ayuda puesto que, como siempre estaba durmiendo en el coche, no sabía qué había en la carretera, incluida la ayuda.

Abrió los ojos cuando la persona sentada a su lado volvió del cuarto de baño, al cual ya había ido dos veces desde que salieron de Zaragoza. Era un hombre mayor, de pelo cano y escaso en la cabeza, y un vasto bigote peinado hacia arriba, de un tono más amarillento. Tenía cara de pocos amigos, por lo que no se había molestado siquiera en intentar entablar una conversación con él durante todo el trayecto. No es que fuera muy hablador, de todos modos, pero de vez en cuando aprovechaba sus viajes en tren para hablar con gente nueva.

Se recostó contra el respaldo y miró por la ventanilla. Lo único que veía eran campos de secano. El paisaje le parecía monótono, tedioso, tal y como lo hacía ese tren.

Pero, al menos, el viaje había merecido la pena. Había estado en Zaragoza, entrevistando a Philip Jones, uno de los científicos más innovadores de los tiempos contemporáneos en la fabricación de patentes para la integración de energías renovables a nivel estatal. El periódico en el que trabajaba como redactor de artículos de divulgación e investigación se había mostrado interesado en la materia y, como siempre, lo llamaban a él para escribir un artículo. Casi siempre que el periódico quería informar sobre algún tema científico, y la persona a la que tenían que entrevistar hablaba un idioma que no fuera el castellano, él era el enviado por la sucursal.

La carrera de periodismo fue la segunda que se sacó, siendo la primera biología, aunque no le gustaba pensar sobre eso. Su pasión había sido la primera, por supuesto, pero no encontró ninguna salida profesional que le gustase en una ciudad como Teruel, así que decidió ir a lo fácil y sacarse periodismo. Después decidió escribir artículos de divulgación científica no estaba del todo mal, y ahora se encontraba allí.

Sí, el viaje había merecido la pena. Había estado tres días en la capital de Aragón, entrevistando y mandando informes al periódico. Cuando hubieron estado satisfechos con su trabajo, había vuelto a casa, tal y como hacía siempre.

Sin embargo, y a pesar del brillante futuro que parecía tener en el mundo del periodismo, todavía sentía un amargo sabor de boca cuando pensaba en lo que podrían haber sido esos tres días.

Su madre y su hermano menor habían organizado un viaje a Bielsa para ver en primera persona el conocido carnaval que tenía lugar en la ciudad oscense esos días de febrero. Llevaban más de un mes organizándolo, y él había accedido a ir; hacía mucho que no se tomaba unos días para estar con su familia, y la oportunidad parecía haberle venido en bandeja.

Pero había preferido lanzarse e ir a Zaragoza, dando a su familia de lado en el último momento, como solía hacer cada vez más a menudo.

Bueno, la próxima vez iré con ellos, se dijo encogiéndose de hombros y sacando su móvil del bolsillo. Encendió la pantalla del móvil y echó un vistazo a los mensajes que tenía sin leer.

Tenía dos: uno de ellos era de una novata compañera de trabajo que había acudido desde Alemania para trabajar allí. El otro era de Julio, su novio. Ella preguntaban si podían pasar tiempo juntos después del trabajo para hacerle unas cuantas preguntas sobre la organización del periódico y de Zaragoza, y él le contaba ilusionado, en un mensaje lleno de emoticonos, que había reservado mesa en el Yain, uno de los mejores restaurantes de Teruel, para dentro de dos semanas. Julio siempre había sido un apasionado de la alta cocina, y estaba obsesionado con que su pareja lo fuera también.