diecinueve

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Lucía Ortiz:

Con toda la formalidad que una carta de disculpa requiere, te extiendo un saludo esperando que tú y los tuyos se encuentren en buenas condiciones anímicas y de salud.

Después de mi intento de formalidad más arduo plasmado en los renglones anteriores, procedo a comunicarme como me es natural y propio.

Creo que tengo muchas cosas qué explicar y espero que lo anterior al menos te saque una sonrisa que ablande lo que viene.

Dado a que ni siquiera contestas mis mensajes, he decidido recurrir a los viejos medios de comunicación utilizados por nuestros antepasados. Sé lo mucho que te gusta escribir en diarios y lo mucho que te quejas de no llevar una materia de taquigrafía como tu mamá en la escuela porque sientes que llevar las cosas del lápiz al papel es la forma más pura de escribir.

Sé eso y muchas cosas de ti. Por eso eres mi amiga. Por eso te extraño. Por eso debo disculparme.

Hace unos meses te conté que mi primo Bruno estaba en planes de mudarse junto con mi tía, ¿recuerdas? Y me vas a decir: ¿qué tiene que ver tu primo Bruno con todo esto? Va, paciencia. Todo irá en su lugar, te lo prometo. Debes saber que esto es lo único que me permitiré pedirte: paciencia. Ya después te dejaré en paz y si no quieres hablarme luego, al menos espero haber tenido un momento para sincerarme.

En fin, Bruno es uno de esos chicos con los que me has visto el último mes. Es un año mayor que nosotros y, como ya sabes, mamá lleva eternidades pidiéndome que lo ayude a adaptarse en la escuela y lo presente a mis amigos. Vaya sorpresa, Don Bruno es un Don Juan y también mister popular.

Bruno y mi tía se han quedado unos días en mi casa porque hubo un problema con el papeleo de la suya. Bueno, le estoy dando muchas vueltas a lo mismo. Creo que quiero evitar decir lo que estoy a punto de decir.

Me apena mucho, Lu. Espero que no lo tomes a mal y que esto no cambie las cosas entre nosotros (si no es ya demasiado tarde). Por favor, tómalo de la mejor manera posible.

La primera noche que Bruno llegó a casa, nos quedamos platicando toda la noche. Me contó de su vida en España, la empresa de mi tío Óscar, sus siete ex-novias, la chica de la que nunca fue nada pero que le gustaba mucho antes de dejar Europa. Y hablamos de ti. De hecho, hablamos mucho de ti. Le conté que yo nunca había tenido novia (salvo Susana, pero no creo que tener novia por tres semanas sea algo que puedas presumir), pero que tenía algo mejor que eso, le dije que tenía una Lu.

Me preguntó mucho por ti esa noche. Parecía realmente interesado. Me preguntó cuáles eran tus películas favoritas, le dije que no tenías ninguna, que eras más de ver series de comedia situacional como Malcolm el de enmedio o The Office, pero que disfrutabas mucho una buena comedia romántica cuando podías. Me preguntó tu sabor de helado favorito y le dije que eras una loca obsesiva de las fresas. El sabor que todos dejan al final en el napolitano. Me preguntó qué te hacía sentir mejor en un día de agüite y le respondí que no había nada como una tarde en casa con maratones y golosinas (porque así les dices tú, siempre golosinas, nunca dulces).

A las cinco y cuarto, más o menos, nos dió sueño, Bruno apagó la luz y en un bostezo me dijo: ¿Por qué no la has invitado a salir? Suena sensacional. Deja de hacerte al tonto, Sebas. Y se durmió. Sin más.

Yo no pude pegar el ojo el resto de la noche.

He escrito más de lo que esperaba, pero quiero decirte que ese día me di cuenta de algo, Lu. Tú como que me gustabas. Fue muy raro. Nunca lo había visto así, pero en cuanto las palabras salieron de la boca de Bruno, algo en mí hizo click. ¡Y ya sé que es extraño! No quería asustarte y perder todo lo genial que somos. ¡Entré en pánico!

No tomé muy bien eso de tener un crush en mi mejor amiga literalmente de la noche a la mañana, así que me fui sin previo aviso porque 1) no quería asustarte y 2) no quería alimentar un sentimiento que no iría a ninguna parte. Sé que siempre me has visto como el molesto hermano mayor que nunca tuviste, ¡y estoy bien con eso!

Este tiempo de lejanía me sirvió para comprender y desechar esos sentimientos, creéme. Traté de no pensar en ti en lo absoluto, aunque, he de confesar que había días en que lo hacía mucho. Y todos los días te extrañé. Fue cuando me di cuenta que es preferible tener tu amistad que no tener nada, que tomé la decisión de avanzar y seguir adelante y hoy me alegra decir que ya está hecho. Entonces (y no lo digo de dientes para afuera) si aún quieres mi amistad, te la estoy sirviendo en bandeja de plata, sin ninguna otra intención o particular interés más allá que el de un amigo a una amiga.

Espero que puedas perdonarme. No fue la manera más madura, pero así lo hice. Y creo que fue muy idiota de mi parte reaparecer de la nada, ignorar el tiempo perdido y esperar que todo fuera como antes.

Si de algo sirve para mi remisión, te pido un segundo favor (gracias por la paciencia, por cierto). Imagíname con la mejor cara de cachorro abandonado que creas que pueda recrear y ten compasión de este pobre chico.

Sinceramente,

Tu mejor amigo, Sebastián.

PD: Si accedes a hablar conmigo, porque independientemente de la carta, me encantaría hablar en persona y probablemente tengas muchas dudas, estaré hoy en el parque del 5 después de clases. Propongo cantar canciones que cantaría tu madre en el auto hasta hacer correr a los niños y quedarnos con los columpios y fingir que vomitamos cuando pasamos frente a las parejas que se besuquean en el parque (literalmente hay niños presentes, ¡por Dios!).

Hola, mejor amigo [EDICIÓN 2022]Where stories live. Discover now