✧tres

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{narrador}

—Aristemo no pueden estar peleando por una película.—Ortega se encontraba en la privada junto con su mejor amigo y su novio, quienes estaban peleando porque no podían ponerse de acuerdo para ver una película.— podríamos ver algo de terror.

—Diego a ti no te gustan las películas de terror, la otra vez pediste dormir con nosotros porque habíamos visto anabelle y en realidad no daba miedo.— Temo respondió.

—Sí, Diego, no estoy dispuesto a volver a dormir contigo.

—¡Aristóteles! quedamos en no mencionarlo nunca.— se defendió el castaño.— en fin, pongan lo que se les de la gana, pero paren de pelear.

Después de aquella pequeña charla con sus amigos y aún escuchándolos pelear decidió revisar su celular, hace mucho no entraba a aquella aplicación de citas, probablemente hace unas semanas, pero hoy quizá quería un poco de compañía. Estar con Ari y Temo obviamente despertó las ganas de un poco de cariño. Las fotos de varios chicos pasaban por aquella pantalla y en realidad ninguno lograba captar su atención, dos, cuatro, ocho fotos más y nada, a la siguiente le dio "me gusta" realmente porque se estaba cansando de buscar a alguien y el chico no tardó en hablarle.

Fran.

Hey, ¿estás disponible?

Diego.

Sí, si, estamos a veinte minutos, ¿nos vemos en la glorieta?

Fran.

Por supuesto, nos vemos en un rato, guapo.

Las cosas en aquella aplicación siempre eran directas, puesto que la mayoría de personas que la usan en realidad no están buscando algo serio y aunque Diego si lo estaba buscando, todavía no encontraba a aquella persona. 

—¿Ya dejaron de pelear? — les preguntó Diego a sus amigos.

—Sí, decidimos poner la sirenita — respondió Aristóteles.

Diego soltó una carcajada que hizo que los dos chicos lo voltearan a ver.

—¿Es en serio que se estaban peleando por una película y terminaron poniendo la sirenita? ustedes si que son raros.

—¿Tienes un problema con eso, Ortega?— le contestó su amigo con su mejor "actuación" de enojado.

—Temo, más que alguien enojado pareces un perrito chihuahua —Diego se levantó de su lugar y tomó de los cachetes a Temo— a ver ladra.

Aristóteles alejó a Diego de su novio tratando de contener la risa, pero en realidad no pudo, soltó una carcajada y segundos después Temo se alejó del rizado ahora enojado de verdad.

—Ay, perdóname Tahi, no pude evitarlo—le dijo Ari intentando darle un beso.

—Bueno, chicos, yo mejor me voy así pueden reconciliarse de una mejor forma.—el castaño fue a su cuarto por una sudadera, pues el clima en ciudad de México estaba bastante fresco y prefería eso a estar enfermo luego de estar fuera con frío.

—¿A dónde vas, Diego?

—¿No estabas enojado tú? voy con un amigo, o sea, no amigo, alguien que conocí, voy por ahí, no llego tan tarde se los prometo.

Temo sabía a lo que se refería con "alguien que conocí" el castaño siempre le contaba sobre sus experiencias en ese tipo de citas y no es algo que a Temo le gustara.

—Diego, sabes que nunca me ha gustado ese tipo de citas para ti, pero no puedo evitarlo así que ten cuidado, por favor.— fue lo último que pudo decirle Temo a su mejor amigo antes de que este saliera.

Al salir de la privada Diego sintió como el aire frío le daba en la cara, decidió irse caminando hasta la glorieta así en el camino podría distraerse un poco más, últimamente las cosas no estaban tan mal a como lo estaban antes y aunque sí, los problemas de su familia seguían, de a poco entendía que no todo tenía que ver con él, que no debía meterse en las cosas de su papá, y que tenía que tratar de estar más con su mamá, pues al final de todo ella es la persona que siempre ha estado para el cuando todo parece obscuro.

Hay veces que cuando pareciera no haber estrellas en realidad están ahí esperando que todo se despeje para poder salir a brillar, en otras ocasiones las tormentas las opacan y pareciera que por días no hay ni una sola. Esto es muy similar a cuando una persona se siente ahogada en sus problemas, se enfocan solamente en eso y sienten que es incapaz que él sol salga para ellos, algunas personas pueden salir de sus tormentas solas, y a otras les hace falta una pequeña luz que los impulse a despejar todas esas nubes grises de su camino y las ayude a recuperar la luz y el brillo para poder lucir como una estrella.

Las luces de los puestos de la glorieta comenzaban a verse en el camino de Diego, así que sacó su teléfono con la intención de decirle al tal "Fran" que se encontraba ya en el lugar y cuando entró a la aplicación se dio cuenta que el perfil no existía más.

—¿ES EN SERIO? — inconscientemente gritó aquella frase haciendo que las personas que se encontraban sentadas en unas bancas frente a él lo miraran fijamente.

Sin otra cosa que pudiese hacer decidió introducirse más en la glorieta y sentarse en alguna banca solitaria donde la luz de la noche no diera del todo. Tras pocos minutos encontró una banca y al sentarse ahí no pudo aguantar las lágrimas, ¿por qué aquel chico pudo haber borrado su cuenta? ¿acaso Diego no fue lo suficiente atractivo para él? ¿acaso fue tan mala idea haber quedado con él? ¿no era lindo?, un montón de pensamientos como aquellos acecharon la mente del castaño haciendo su llanto imparable, en realidad estaba un poco harto de aquella sensación, no era solamente por ese chico en especifico, era por todos los chicos que había conocido últimamente, y aunque el pensamiento de que no necesitaba a alguien para ser feliz estaba presente, él realmente quería a alguien.

—¿Diego?— la voz de alguien que no había vuelto a ver desde hace unas semanas lo sacó de su episodio depresivo, alzó la cabeza con los ojos llorosos y la nariz roja aunque era de noche, no creía que aquella persona se daría cuenta.

—¿Mateo? ¿qué haces aquí a estas horas? ¿cómo me reconociste wtf?

—Me pareció verte con esa sudadera la otra vez en la universidad y en realidad pregunté por curiosidad, imagínate que no fueses tú me hubiera muerto de vergüenza.

Aquello hizo reír al castaño, era toda una casualidad haber encontrado a Symanski a estas horas justamente en este parque, poco duró aquella risa pues el sentimiento de tristeza volvió a atacarlo y lo llevó por impulso a preguntar algo:

—¿Podrías quedarte conmigo un rato? me siento muy solo aquí.

El más alto simplemente asintió, no dijo nada, ni siquiera la pregunta lo sorprendió puesto que él un tiempo atrás había vivido en carne propia lo que es sentir que no tienes a nadie a tu lado que te apoye o que esté para ti, y a veces necesitamos de alguien que sin decir ni una sola palabra nos haga sentir acompañados.

¿Será esa la luz que faltaba en la vida de Diego?


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