━ 𝐗𝐗𝐗𝐈𝐗: Una velada festiva

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En un acto reflejo, la mirada de Drasil salió disparada en la dirección que señalaba Liska, avistando a unos metros de distancia a ambos hermanos, quienes, al igual que ellas, estaban sentados en unos tocones de madera. 

Todos sus músculos se contrajeron al vislumbrar a las tres mujeres que estaban con ellos. Estas eran bastante hermosas, tanto que casi parecían brillar con luz propia, de pechos generosos y curvas envidiables. Su actitud para con los Ragnarsson era pícara y salaz, sonriéndoles siempre que tenían la oportunidad. De vez en cuando aleteaban sus largas y espesas pestañas o adquirían alguna postura que les permitiera pronunciar el escote de sus fastuosos vestidos.

La castaña frunció el ceño, poblando su frente de arrugas, justo antes de volver la vista al frente. Al hacerlo, se topó con los penetrantes orbes de Liska, que la escudriñaba con sumo detenimiento, como si quisiera desentrañar sus más oscuros pensamientos.

—Las envidio —intervino Helmi con aire distraído.

Drasil bebió de su cuerno vaciado, sintiéndose tremendamente incómoda por el tema de conversación que habían abordado sus compañeras. A su lado, Eivør se mantuvo en el más absoluto silencio.

—Normal —secundó la pelirroja—, no todas tenemos la suerte de codearnos con príncipes. —Se apartó el pelo del hombro en un mohín despreocupado y volvió a posar la mirada en la hija de La Imbatible, que se había quedado relegada a un discreto segundo plano—. Aunque ahora que lo pienso... —apostilló, llevándose una mano al mentón—. Drasil se estuvo acostando con Ubbe durante un tiempo, ¿no es así? —Aquella alegación hizo que la susodicha comprimiese la mandíbula con fuerza. 

Las intenciones de Liska eran claras: quería provocarla. De todas las escuderas con las que ella y Eivør solían reunirse para pasar el rato, la pelirroja era con la que peor se llevaba. Era codiciosa y sumamente competitiva, de manera que no lo dudaba a la hora de quedar por encima de los demás. Y, desde hacía un tiempo, Drasil se había convertido en la principal víctima de sus comentarios insidiosos.

Al principio comenzó como una simple rivalidad durante los entrenamientos, un constante tira y afloja por ver quién de las dos obtenía los mejores resultados, pero ahora parecía que aquella animadversión se había extrapolado también al ámbito personal.

Aunque Liska no era la única que se dedicaba a lanzar su ponzoña contra ella. A raíz de que se divulgara el rumor de que ella y Ubbe eran amantes, la gente no había dejado de hablar a sus espaldas, y lo que decían no era precisamente agradable. No cuando ella servía a la mujer que había asesinado a sangre fría a Aslaug, dejando a sus hijos completamente huérfanos.

Algunos la consideraban una traidora, otros una interesada cuyo único propósito era ascender en la pirámide social. Fuera como fuese, su reputación no era la mejor en aquellos momentos.

Drasil optó por no pronunciarse al respecto, puesto que era algo de lo que prefería no hablar. Y menos con Liska delante, que seguro aprovecharía hasta el más mínimo detalle para dejarla en evidencia.

Debido a su mutismo, la pelirroja esbozó una sonrisa viperina.

—Bueno, pasara lo que pasara entre vosotros, está claro que ahora sus intereses son otros —manifestó con ilusoria candidez. Veneno en estado puro.

 Veneno en estado puro

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