Capítulo 5

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Me subo a mi auto y conduzco hasta la universidad. Manejo por las calles de Londres, no hay mucho tráfico lo que significa que tengo tiempo de sobra como para pasar a comprar un café. Salí demasiado de prisa que olvidé comer algo y la verdad es que tengo hambre.

Aparco frente a un café y me bajo del auto. Entro al establecimiento y me dirijo a ordenar algo. La chica que atiende es guapa, tiene unos 23 o 24 años, es rubia y de ojos marrones. Sí, es guapa, pero ahora no es momento de coquetear, así que sólo me limito a pedir lo que voy a llevar.

—Un americano y un sándwich para llevar.

La chica me dedica una sonrisa coqueta pero no le hago mucho caso.

Espero unos diez minutos y cuando por fin me entregan mi orden, el ruido de la puerta me hace girar y ver a la persona impertinente y torpe que ha generado que todos miremos en su dirección. Me quedo sorprendido al ver a Pinky y su cerebro arrodillada en el piso recogiendo sus cosas.

Su cabello negro lo lleva amarrado con una goma, un mechón se desliza por su frente obstaculizándole la vista, me desespera y me pone furioso verla todavía ahí, en el piso, sin que nadie la ayude y sólo se burlen disimuladamente de ella. Me acerco y empiezo a ayudarla.

—Para ser como eres, no eres tan inteligente en la técnica de caminar —intento ignorar a las demás personas, pero cómo hacerlo si no dejan de mirarnos—. Vamos, ponte de pie. Creo que ni Dayana pasa tanto tiempo arrodillada como ahora tú lo estás haciendo.

En ese momento me arrepiento de mi comentario. Veo como la sangre se arremolina en sus mejillas y se tornan de un rojo intenso.

—Lamento decepcionarte como siempre, pero me viene valiendo un carajo si permanezco arrodillada más tiempo que Dayana. No es como si te importara mucho eso —me arrebata sus libros de las manos—. Por mí que te den, Müller. Me vale una mierda lo que pienses.

Sale furiosa de la cafetería y siento como todos los ojos están puestos en mí. Sabía a lo que me refería cuando le dije lo de Dayana, me siento un poco mal al respecto, no la conozco lo suficiente como para hacer comentarios de ese tipo.

—¿Qué? —digo furioso en voz alta—. ¿Se les perdió algo?

Todos regresan a lo que estaban haciendo antes de presenciar la pequeña escena que ofrecí hace unos segundos. Agarro mi café y panqueques, dejo cinco libras en la barra y salgo furioso sin esperar a que me den el cambio.

La cagué, es cierto, pero en mi defensa diré que estoy arrepentido por mis palabras. No nos conocemos y no tenía el derecho de decirle lo que dije.

~*~

Entro al salón de la clase de filosofía y me encuentro con esos ojos azules llenos de resentimiento y odio. Me siento junto a ella —porque es el único lugar disponible en todo el salón—. Siento todas las miradas en nosotros durante la clase, y la verdad es que el ambiente está tenso. Esto está tan incómodo que hasta el profesor lo nota.

—Miller —le susurro a la chica—. Sé que fui un completo idiota hace un rato, pero de verdad que no estoy muy contento de mi comentario.

—Müller —el profesor me interrumpe—, ¿quiere contarnos algo?

El profesor me reta y enarca una ceja esperando mi respuesta.

—Ah, no, yo en realidad...

—Sí, en realidad sí quiere contarnos algo —ella clava su mirada feroz en mí—. Vamos, te escuchamos.

Me reta y sólo me limito a observar a toda la clase. ¿Tiene coraje esta chica? Bien, demos un espectáculo entonces.

Lleva unos jeans desgastados y demasiado horribles que no le hacen para nada justicia, una blusa con estampado floral y unos zapatos que parece los ha sacado del armario de su abuela.

—Bueno, si tú quieres que lo haga —me encojo de hombros— Le estaba diciendo que decidiera en dónde quedaremos para pasar el rato, si en su departamento o en el mío. Aunque daría exactamente lo mismo, vive en el departamento que está frente al mío. No hay problema en cruzar un pasillo.

No se esperaba esto y definitivamente está nerviosa. Se aclara la garganta y se acomoda los lentes, se sienta con la espalda recta y empieza a escribir algo en su cuaderno.

—Sí, pero le decía que no me interesa relacionarme con alguien que tiene sus atributos del tamaño mi hermano de 5 años.

Escucho la burla de todos y eso no me agrada del todo, esa chica me está provocando. Dar a entender que mis atributos son pequeños cuando ni siquiera los ha visto.

—Pero usted no tiene hermanos, Miller —dice el profesor a la chica.

—Exacto, profesor —sonríe.

—Eso no decías ayer cuando estábamos en tu departamento —miento.

—Claro, ahora lo recuerdo. Discúlpame cariño —dice con sarcasmo— Eres todo lo que siempre había soñado. ¿A caso te gustaría ser el sol que le dé luz a mi vida?

—Pero ya lo soy cariño, ¿quisieras que te cumpla otro deseo?

Espero a que me conteste. Una sonrisa aparece en su rostro y presiento que fue un error haber preguntado.

—Ya que eres mi sol —se lleva las manos al pecho—, mantente a unos 149 597 871 kilómetros lejos de mí.

Todos empiezan a reírse.

—El sarcasmo no es tu mejor cualidad - digo.

—Pues si no quieres una respuesta sarcástica, no me hables —me ignora y regresa la vista a su cuaderno—. Ya he perdido mucho mí tiempo contigo, así que por favor no sigas molestando. No soy el tipo de chica que puede soportar a chicos como tú.

—Satanás me libre de tener a una chica como tú en mi vida.

—¡Basta! Este es un salón de clases y por lo tanto espero respeto dentro de este —el profesor se pone de pie y niega con la cabeza—. Por interrumpir mi clase y ser lo suficientemente inmaduros, la próxima semana me entregaran un reporte. Juntos.

—¡¿QUÉ?! —decimos los dos al unísono.

—Pero profesor, yo...

—Usted nada, señorita Miller. Me ha decepcionado su comportamiento de hoy —anota algo en su cuaderno que siempre lleva con él—. Será un reporte de la importancia del valor "respeto". Lo quiero para la próxima semana, si no lo entregan y hacen el esfuerzo por trabajar "JUNTOS" —hace énfasis en juntos—, los reprobaré y haré que los suspendan indefinidamente.

—Usted no puede hacer eso —intervengo.

—Pero por supuesto que puedo.

Estoy a punto de negarme, pero decido callarme para no hacer más grande todo este lío.

—Bien —guarda sus cosas en su portafolio—. Nos vemos mañana.

El profesor sale del salón de clases.

La chica guarda furiosa sus cosas. No sé de qué se queja, yo no disfrutaré pasar más tiempo de lo debido con ella, no es como que no tenga mejores cosas qué hacer que pasar mis tardes con ella.

—Eres un idiota, tú y tus malditas provocaciones.

—¿Crees que a mí me agrada la idea de pasar tiempo contigo? —digo con una sonrisa irónica—. Preferiría ir al infierno y quedarme ahí por el resto de mi vida que pasar parte de mi tarde contigo.

—Querido, tú ya vives en el infierno.

Sale furiosa del salón dejándome parado como a un idiota.


Te prohíbo enamorarte (MARZO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora