Capítulo 4

550K 16.5K 1.1K
                                    

 Mamá y papá están sentados en el jardín de la casa, ambos sonríen ampliamente. Los hermosos ojos verdes de mi mamá brillan como dos diamantes recién pulidos. Me observa correr en círculos jugando con el avión que papá me regaló en mi cumpleaños número cuatro. Papá corre hasta donde estoy jugando y me carga con sus fuertes brazos, empieza a darme de vueltas y yo río a carcajadas, estamos muy felices.

Mamá se nos une y reímos abrazados. Los ojos azules de papá miran a mamá, se ven tan enamorados y felices como siempre. Mi avión se me resbala de las manos y cae en la pequeña acera que rodea la fuente que está en el jardín, se le rompen las alas e instintivamente empiezo a llorar.

—Mamá, mi avión —digo sollozando.

Papá me deja sobre el pasto verde y recién podado.

—Tranquilo, mi pequeño —papá me dedica una sonrisa amorosa—. Lo arreglaremos.

Mamá se pone en cuclillas frente a mí y me limpia las lágrimas que mojan mis mejillas.

Corro hasta donde están las flores y decido cortar la rosa más hermosa y fresca que hay. Es una rosa blanca que recién floreció, es hermosa casi igual que mamá. Corro hasta donde estaban parados esperando y me percato de que no están.

Se me hace extraño no verlos ahí.

—Mamá, papá, ¿dónde están? —grito.

Entro corriendo a la casa y empiezo a buscarlos por todas las habitaciones. Nadie contesta. Salgo y busco por todo el jardín pero no encuentro a ninguno de los dos. Me doy la vuelta y los veo a unos cuantos metros de distancia.

—Mamá, ¿a dónde van? —pregunto temeroso—. ¿Por qué se alejan?

—Te estaremos cuidando, pequeño —ambos se despiden con una señal de mano—. Recuerda que te amamos y siempre cuidaremos de ti.

Cada vez se alejan más y más. ¿Qué hacen? ¿Por qué me están dejando solo?

—No, no se vayan —empiezo a llorar—. No me dejen otra vez, ¡NO AHORA! —grito desconsoladamente.

¿Por qué lo hacen de nuevo? Se suponen que ustedes me aman y estarán siempre conmigo, aquí, cuidándome.

Veo a la versión pequeña de mí llorando y suplicando que no sea abandonado de nuevo, que no lo dejen solo.


Despierto sudado y con la respiración acelerada. Me destapo y dejo la sábana a un lado. Tengo el pecho empapado de sudor, me levanto rápidamente de la cama y me froto la frente, limpio el sudor y trato normalizar la respiración. Siempre que tengo este tipo de sueños, al despertar tengo pequeños ataques de pánico, así que debo intentar tranquilizarme.

—Fue un sueño —digo en un susurro—. Sólo soñaste con ellos —de nuevo.

Camino hasta el armario, agarro una camiseta negra y unos pantalones deportivos. Me visto y salgo del departamento.

—Me vendrá bien un poco de aire fresco.

Esta vez decido tomar las escaleras y no el ascensor. Bajo con calma y sin prisa, cuando llego al vestíbulo me encuentro con Carl. El portero.

—Buenas noches, joven Daniel.

—Carl —le respondo con un movimiento de cabeza.

Salgo del edificio y una oleada de viento pega de golpe en mi cara. Es un viento ligero y refrescante, se siente bien.

Te prohíbo enamorarte (MARZO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora