I

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Levanté las cortinas y las enderecé en su lugar abriendo la ventana de mi balcón. De reojo puedo ver al gato negro, indicando que su dueña estaba en su cuarto. Las luces estaban prendidas y las atenuaban las cortinas blancas del balcón de enfrente donde el gato estaba sentando.

Me apoyé en la baranda y prendí el tabaco, otro día de mierda. Exhalo el humo sintiendo el picor por mi garganta, odiaba hacerlo, pero me mantenía cuerdo de todos los problemas.

Enfrente la veo a la chica mirarme con un cigarrillo en sus dedos y la luz de la punta prendida. La veo, no descifro su mirada pero sabía que me daba curiosidad conocerla

— Mi gato acostumbra a dormir en tu ventana — era su voz, sonaba cansada, pero cansada de vivir — ¿Te molesta que lo haga?— retoma su conversación cuando nota que no hablo

— No — murmuro y veo la ceniza de la nicotina irse con el viento. Suspiro mirando mis pies

—¿Como te llamas?— pregunta y me causa algo que después de tantos cigarrillos quemados a la vez me hable

— Tomás — vuelvo a murmurar sin demostrar mi verdadero estado mental

— Me llamo Leoni — responde una pregunta inexistente. Ambos humos se juntaban en un espacio entre balcón y balcón creando uno solo.

El silencio de madrugada se hizo presente en mis oídos verificando que mi calma iba en curso.
Giro mi cuello para verla con claridad, mi ojo se acostumbró a la noche y pude verla mirando la luna que brillaba sin neblina que la opaque. Su rostro era una mezcla de adrenalina constante y nostalgia palpitando el momento, casi tan gastada como la suela de un viejo zapato; y dejaba gusto amargo en mi boca

Me dieron ganas de llamarla, así como una advertencia de que su aura provocaba algo en mi que solo provocaba la droga. Advertencia que definía que era droga su mirada radiante de estas horas, que era un halago que pregunte mi nombre y me hable más de dos palabras seguidas.
Pero en cambio, esa conversación se quedó en la punta de mi lengua al borde del precipicio, se caía con cada pensamiento negativo que descartaba la idea de hablarle. Sin embargo, alguna palabra no llegó a limar por completo mi mente y rondaba por mi lengua

—¿Te duele?— menciono esas dos palabras que formaban pregunta tan simple pero a la vez llena de ramas que complejizaban la vida de cualquiera y ponía en cuestión lo vivido

— Me duele — termina afirmando y no necesito más. Eran palabras que solo dos almas rotas podían entender y un externo no lograría encajar piezas sin conocer ambos polos; y nosotros, que no conocíamos el otro polo, nos entendimos

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ola, amo esto

Seguro vaya a ser corta bezos






la canción no tiene nada q ver eske amo a Manson xd

balcón | cro [COMPLETA☑️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora