A dos cuadras.

dieciocho.

—¿Ya nos vas a dar de comer?—preguntó Momo, detrás de Tzuyu esperando a que abriera la puerta de la casa. La fachada era sencilla, un empedrado hacia la entrada, blanco con plantas, una gran y pesada puerta de madera; no habían pavorreales paseando por ahí, con mujeres hermosas descansando en hamacas y árboles exóticos como la mayoría esperaba, sólo era grande. La más alta estaba frustrada al no saber cuál llave era la correcta, y también al tener a la japonesa molestando, y no poder decir nada pues no quería incomodar a Sana.

—Estoy segura de que es esta—de una manera muy brusca, Tzuyu obligó a una llave que claramente no era a abrir la puerta, y falló.

—Intenta con todas—trató de calmarla Sana.

—¿No crees que ya hizo eso? En ese caso ya estaríamos a dentro—opinó Jeongyeon, cubrió sus ojos del sol que comenzaba a llegar a su punto máximo, dejando caer las maletas que llevaba sobre el pie de Jihyo.—¡Lo siento! ¿Estás bien?

Jihyo asintió después de su exagerada mueca de dolor, sin siquiera mirarla.—Déjame intentarlo—inmaculada, sin errores, con gracia y toda la feminidad del universo logró abrir la puerta con la primer llave que eligió.—Ahora, vamos a nadar —ante eso, Momo prefirió no volver a insistir en comer.

—¿Por qué necesitarías una chimenea en una casa de playa?—todas entraron, admirando los lujosos detalles de la casa entera, pero Nayeon fue la única en fijarse en eso.

—¿Crees que yo la construí?—rodó los ojos Tzuyu, jaló de la mano a Sana, dirigiéndose a las escaleras. Todas se miraron entre sí, confundidas por la calma que tenía la menor, habían entendido mal.

—¿A dónde vas tan rápido?—inmediatamente preguntó Jeongyeon, siguiéndolas.

—Vamos a dejar nuestras maletas a nuestra habitación.

—¿Y por qué dejaron las maletas en el suelo?—se cruzó de brazos frente a ella, Tzuyu y Sana rieron falsamente y con rapidez tomaron las maletas, definitivamente sería un fin de semana interesante.

—Deberías dejarlas en paz—habló Jihyo, cuando se veía seria, intimidaba más que nadie. Se paró al lado de Jeongyeon, al pie de las escaleras.—después de todo son pareja y necesitan tiempo a solas.

—Bueno, tal vez tengas razón—comenzó  a balbucear la más alta, cuando alguien la regañaba o contradecía, siempre adoptaba una actitud defensiva, en este encuentro la pelicorto era quien tenía mayor severidad.

Sin responderle, Jihyo continuó subiendo las escaleras, dejando a Nayeon y Jeongyeon sorprendidas de distinta forma.—Vaya, qué chica...—suspiró Jeongyeon, Nayeon sólo rió burlonamente.—¿Tienes algo que decirme?

—Ya es demasiado tarde, Yoo. Lo siento—se encogió de hombros, también subiendo hacia el siguiente piso.

—También lo es para ti.

Nayeon prefirió ignorar su comentario, no pensaba tener una mala actitud, si alguien iba a arruinar el ambiente prefería no ser ella. Su objetivo ese fin de semana era mantener a Sana con Tzuyu, en momentos privados, lo demás era problema de la taiwanesa, y a pesar de no querer verlo de esa forma, le beneficiaría. Con una amiga distraída en otra cosa, Mina incapaz de asesinarla frente a Momo, el único problema verdadero era Jeongyeon, molestando sutilmente a cada rato.

Jamás logró llevarse bien con ella, no podían decirse algo sin mirarse mal o decir algo para contradecir a la otra. La llegada de Jeongyeon a su vida sólo hizo que tuviera menor paciencia para Momo, jamás pensó que años después cambiaría la perspectiva de como afecta el hecho de que ella sea su mejor amiga y ahora estén en una misma casa durante un fin de semana. Aunque, no era más que un sentimiento justificado; si alguien dañara a Jihyo lo menos que Nayeon haría a esa persona sería recordarle cada día el gran error que había cometido, eso sólo sería mostrar compasión, permitirle vivir en un infierno personal y preguntarse si podría dormir en las noches sin remordimiento mientras protegía a su amiga. Bueno, en esta ocasión Jeongyeon sólo hacía su trabajo.