11. Los mensajeros del ser de plata

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El grito de Howard seguramente despertó a Roger, quien también dormía sobre el libro que tomó ayer por la noche. Jack y Morgan bajaron muy rápido y dijeron: ¡Alto ahí, Frederick!
Lo único que vieron fue a Howard jadeando y a Roger con un hilo de saliva colgando de su barbilla. Esta tarde ya no seguirían en esa casa.

Jack les comenzó a contar algo mientras salían de la casa para ir en busca del Rey

— Imaginen dos fogatas ¿Ya? Muy bien, pues, ahora, lleven esas fogatas a un lugar donde el viento sopla con mucha fuerza, y para que las fogatas no mueran, pues, debe haber alguien que mantenga las llamas encendidas, pero es muy difícil si el viento corre de esa forma, y como solo es una persona, a veces se le muere la llama de una de las fogata, así que, con el fuego de la que aún sigue viva, despierta nuevamente las llamas de la que había muerto, y luego con la otra, pues de la misma forma funcionan los charcos mágicos y las puertas de fuego, cuando no hay charcos, hay puertas, y cuando no hay puertas, hay charcos, pero debo decir que los charcos son más comunes, pero hay momentos en los que no existe un equilibrio, cuando hay charcos y, a la vez, puertas, eso ocurre muy raras veces, estos se descontrolan y perjudican a todos, y en uno de esos desequilibrios, nació la piedra morada, la piedra que te lleva al lugar que quiera con tan solo desearlo, la mayoría de las piedras mágicas nacieron de esa forma, hasta la fecha solo se han presentado tres, y nosotros estamos viviendo el tercero, ¿Por qué creen que hay tantos animales y monstruos que no conocemos? Porque en el desequilibrio, se han abierto muchas puertas de fuego y muchos charcos mágicos en el mundo y en diferentes dimensiones.

Las horas parecían minutos. Finalmente llegaron al castillo, entraron y… silencio, nada más que silencio, atravesaron pasillos, subieron, bajaron, pero no encontraron nada, bueno, habían manchas de sangre y vino tinto, no se diferenciaban bien, o al menos ellos no le encontraban diferencia. Dejaron de buscar al rey, estaba muerto seguramente, pensaron ellos. Morgan se enfadó y golpeó con fuerza la pared del gran salón. Las mesas largas y estaban de lado, al igual que las silla, unos candelabros habían caído al suelo, tal parece que no ocasionó un incendio.

— Tranquilos, el rey no ha muerto —dio a conocer Jack.
— ¿Cómo lo sabes?
— Porque ya se hubiera enterado todo el reino y estuvieran aquí, investigando.
— Bueno, tiene sentido.
— Claro que lo tiene, pero ahora no sabemos dónde encontrarlo.

Unos gritos se escucharon en los pasillos, al inicio no se entendían, pero luego cobraron sentido: ¡Mi rey!
Una sombra se proyectó en el suelo como una mancha negra, se hacía más grande cada vez, y por la entrada en arco, apareció una chica de quizás unos veinticinco años., tal vez menos.

— ¡Mi rey! ¡Necesitamos ayuda en el pueb…! ¿Quiénes son ustedes? —la chica miró el suelo, se percató que estaba sobre un charco de sangre, se llevó las manos al rostro y palideció casi al instante — ¡Ahhhhh!
— ¡Chica, tranquila! ¡Acabamos de llegar, no tenemos nada que ver con esto! — le trató de explicar Roger.

La chica no hizo caso, siguió gritando, Howard se le acercó y le lanzó una cachetada, la miraba con frialdad, luego dijo:

— En mi suelos ya he escuchado a alguien gritar mucho, ya estoy harto de gritos.

La chica se calló, su cabello se movió como una sábana (tenía el cabello demasiado largo) y le cubrió mitad del rostro, un mechón de cabello terminó entre sus labios. Roger, Morgan y Jack estaban boquiabiertos, y posiblemente pensaron al mismo tiempo: tal vez con un zarandeo era más que suficiente.
En la mejilla de la chica quedó la mano de Howard, una marca de un rojo intenso.

— ¿Estás bien? Lo lamento, creo que me excedí, no hago este tipo de cosas —le dijo Howard, pero al terminar de decir “no hago este tipo de cosas”, recordó algo y pensó: no, no hago ese tipo de cosas, las cosas que hago son mucho peores.
— Es-es-estoy bien. ¿Quiénes son ustedes? —La chica se llevó nuevamente la mano a la mejilla, casi encajaba la suya con la marca que había dejado Howard.
— Somos Morgan, Jack, Roger y Howard. ¿A ver si adivinas quién es quién? —le retó Morgan.
— No es gracioso, como sea, no importa, ¿Saben dónde está el rey? Sí es que no está muerto…
— Te lo diré si adivinas —le dijo Morgan.
— Tú eres Roger, el chico de la cachetada es Morgan, el otro chico, el asustado, es Howard y ese hombre es Jack.
— Solo acertaste con el nombre de Jack, pues yo soy Morgan, el asustado es Roger y el de la cachetada, Howard.
— Ya, ahora dime dónde está el rey.
— No lo sé.

La chica le lanzó una cachetada a Morgan, este no se movió, tal vez ni sintió el golpe. La chica arrugó la nariz y alejó la mano.

— ¿Crees que es gracioso? —le preguntó la chica.
— No, para nada —Roger se dio vuelta y empezó a caminar en dirección a Jack —. Nosotros también buscamos al rey.
— Ahora que lo pienso, el gobernador del pueblo del que vengo me dijo que si no encontraba al rey en el castillo, lo más seguro es que esté en el pueblo Noll.
— No sabemos dónde está ese pueblo, ¿Podrías guiarnos?
— No, no sé si en verdad quieren ir con el rey, y si fuera verdad, ustedes podrían ser tipos malos que quieren matarlo.
— Pues agradece que por lo menos somos sujetos, tal y como está la situación, no me sorprendería que te encontraras con un monstruo desconocido.
— ¿Monstruos? —en la expresión de la chica se presentó el miedo, le temblaron las piernas y por poco se cae — No me digas eso, no pueden haber monstruos, no cerca.
— Les tienes miedo.
— Bueno, pues, en realidad sí.
— ¡Qué coincidencia! Resulta que yo me encargo de asesinarlos. Si vas sola a ese pueblo, es muy probable que te encuentres más de un monstruo.
— Ya, está bien, les acompañaré con tal de que me protegen de esos… Bueno, soy Hayley Northon.
— De acuerdo, Hayley, hay que darnos prisa.

Los cinco salieron del castillo.

Eran las 6:29 PM. Naturalmente a estas horas comenzaban los gruñidos de los animales, pero no sé escuchó ninguno. Tampoco había neblina, por lo que aprovecharon en avanzar lo máximo posible, sí todo seguía así, llegarían a Noll antes del amanecer. Hayley ya comenzaba a cansarse, solo habían caminado por tres horas, que se hicieron cortas, al menos para Howard y Roger. En algún momento dijeron que los gobernadores, en el lugar del que venían, no se harían cargo de pueblos, sino de provincias o estados, pero lo dejaron como estaba. Los chicos sintieron unos cosquilleos en la nuca, y al mismo tiempo voltearon.

— Morgan, ¿Qué es eso? —se espantó Roger.
— ¿Qué? —Morgan se volvió hacia Roger, luego vio por encima de este, habían tres sombras o siluetas oscuras que tenían ojos plateados, parecían monedas —¡Corran!

Jack, Howard, Roger y Hayley comenzaron a correr sin saber lo que pasaba, saltaron un tronco y esquivaron un par de ramas, Howard tropezó, pero Jack le ayudó a levantarse, Hayley también cayó, sintió que algo frío recorrió su pierna, no era algo físico, parecía el viento cuando corre con fuerza, Morgan le ayudó a levantarse y siguieron corriendo.

— ¡¿Qué demonios es eso?! —gritó Jack.
— ¡Son mensajeros del ser de plata! —contestó Morgan.
— ¿Mensajeros?
— ¡Los mensajeros siempre están en busca de cosas interesantes para contarle al ser de plata, no sé cómo, pero te hacen dormir e ingresan a tus sueños, todo lo transforman en pesadillas, si mueres en el sueño, también lo harás en la realidad!
— ¡¿Y qué ocurre si no lo logran?!
— ¡Pues si no le cuentan algo interesante al ser de plata, él se los come!
— ¡¿Cómo nos liberamos de ellos?!
— ¡Solo no los mires a los ojos!
— ¡¿Y por qué corremos en vez de taparnos los ojos?!
— ¡Porque tienen mucha fuerza, si juntas los párpados, ellos los separaran, si te los cubres con las manos, ellos te las alejarán lo máximo posible, en el peor de los casos han llegado a arrancar manos, como cuando estiras mucho la plastilina!
— ¡Corran!

Se oían susurros, no se entendían pero causaban escalofríos. Lograron salir del bosque, frente a ellos había un camino que se extendía hasta la cima de una colina, luego desaparecía. Atrás de ellos, las sombras se desvanecieron. Los pasos se hicieron más lentos. Hayley se sentó en la hierba, Morgan hincó una rodilla, Jack se puso en cuclillas, Roger y Howard seguían corriendo, tropezaron con algo y terminaron de bruces. Morgan soltó una carcajada.

— Nunca había visto una caída así —Morgan sonreía.
— Eso debió doler —Hayley dio un respingo al escuchar los cuerpos de los chicos caer. ¡Brump!

Jack se les acercó y ayudó a Roger, Howard se levantó solo, tenía una hierba en la boca y la frente, Roger tenía el rostro sucio con tierra. Jack también sonrió.

— Me je moldido la jotita llengua —dijo Roger, quien abrió la boca y mostró la lengua, y los demás entendieron lo que quiso decir, me he mordido la jodida lengua.
— Eso lo hace aún más gracioso —añadió Jack.

La neblina apareció de golpe, no se habían enterado, tampoco de la gran luna roja. Los cinco siguieron el camino y, al llegar a la cima de la colina, se dieron cuenta de que el camino no terminaría hasta después de haber caminado unos kilómetros más.







La pared de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora