UNO

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Los últimos días de las vacaciones son siempre los mejores. Todo el mundo se vuelve loco por hacer realidad los últimos planes y deseos del verano. Hay más gente en las fiestas, las chicas se desmelenan... Sin embargo, me muero de ganas de que empiece el semestre. No porque sea un novato y me emociones el mágico mundo de la universidad. No. Me apetece que empiece el curso porque, si juego bien las cartas, me graduaré en primavera, un año antes de tiempo.

No está mal para un delincuente del que todo el mundo pensaba que nunca pisaría una universidad y, mucho menos, que iba a terminarla pronto.

Mi madre estaba tan preocupada por mi futuro que me envió a la otra punta del mundo, al grandioso estado de Washington, para que viviera cerca de mi padre. Usó como excusa la bobada esa de que quería que <<reconectara>> con él. pero a mí no me engaña. Sé que ni podía ni quería aguantarme más, así que me embarcó hacia Estados Unidos, como a los puritanas de antaño.

~¿Te falta mucho?- una maraña rosa y unos labios hinchados me miran desde la entrepierna.

Casi me había olvidado de que estaba ahí.

~Si.

La cojo por los hombros y cierro los ojos, me concentro en el placer físico que me proporciona.

Una distracción, eso es lo que es. Todas lo son.

La presión en mi espina dorsal aumenta y no me molesto en fingir que disfruto de su compañía más allá del placer sexual mientras me corro en su caliente boca.

Unos segundos más tarde, se está limpiando los labios en la palma de la mano mientras se pone de pie.

~¿Sabes?..- dice Molly cogiendo su bolso. Saca un pintalabios de color oscuro-. Al menos podrías fingir que te interesa, gilipollas.

Tuerce el gesto y elimina el exceso de pintalabios.

~Eso hago.- me aclaro la garganta-. Hago que me interesa.

Pone los ojos en blanco y me saca el dedo. Me interesa, al menos sexualmente. Folla bien, y a veces no es mala compañía. Somos muy parecidos ella y yo. A los dos nos rechaza la familia. No sé mucho de su pasado, pero sí lo bastante para saber que algo malo debe de haberle pasado para que se haya refugiado en el remoto estado de Washington en vez de quedarse en su casa de niña rica en Pensilvania.

~Capullo- masculla tapando la barra de labios. Está más guapa sin maquillaje, con los labios rosados e hinchados de haber estado chupándome la polla.

Molly es una amiga mía. Bueno, amiga con derecho a roce, diría yo. Nuestra <<amista>> no es exclusiva ni por asomo, y los dos tenemos libertad para hacer lo que nos apetezca con quien nos apetezca. Me detesta la mitad del tiempo, pero no me importa. El sentimiento es mutuo.

El resto de nuestros amigos nos dan la vara con el tema, pero funciona. Me aburro  y la tengo a mano. La chupa bien y no se queda cuando acabo. Para mí es perfecto. Parece que para ella también.

~¿Estarás esta noche, para la fiesta?- pregunta.

Yo también me levanto, me subo el bóxer y los vaqueros.

~Vivo aquí, ¿no?- replico enarcando una ceja.

Odio este sitio, y todos los días me pregunto cómo coño he acabado en una fraternidad,

Por el donante de esperma que me hizo. Por eso. Ken Scott es un tarado de primera, de la peor especie. Un cabrón alcohólico que destruyó mi infancia y, sin más, le dio un giro a su vida y se fue a vivir con una señora que tiene un hijo, un perdedor dos años más joven que yo.

Su segunda oportunidad, imagino. Ken Scott consigue una segunda oportunidad y yo acabo en una pocilga de fraternidad en la universidad de la que está a cargo. Por si fuera poco, prácticamente me ha suplicado que me vaya a vivir con él, como si creyera que de verdad voy a respirar bajo el mismo techo que él, bajo su control.

Cuando me negué, creía que iba a conseguirme un apartamento.

Pero no. Y aquí estoy, en esta puñetera casa. Lo cabreó de lo lindo que prefiriera este agujero a su casa limpia e impoluta.

Aunque la fraternidad de mierda tiene sus ventajas. Es una casa enorme donde se celebran fiestas casi todas las noche, hay un flujo constante de conejitas. Y lo mejor de todo: nadie se mete contigo.

A ninguno de los simios de la fraternidad parece importarles el hecho de que no muevo un dedo para representar a la hermandad. No llevo la estúpida sudadera ni una de sus ridículas pegatinas en el coche. No hago ningún tipo de trabajo voluntario y no voy por ahí gritando el nombre del sitio. Lo del trabajo voluntario no está mal, pero la comunidad les importa un bledo y, en general, nada tiene mucha importancia.

Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy solo. Molly debe de haberse ido sin que me haya dado cuenta.

Me levanto y abro la ventana para ventilar el cuarto antes de volver a usarlo esta noche. Está bien que haya tantas habitaciones vacías en la casa, porque no soporto que nadie entre en la mía. Es demasiado personal o algo así. No sé, no me gusta y punto, y todo el mundo ha aprendido, de un modo u otro, que no se entra en mi cuarto. Molly y cualquier chica a la que vaya a tirarme sabe que iremos a una de las habitaciones vacías, no a la mía.

Me estoy acercando a la puerta cuando veo a Logan tambaleándose por el pasillo con una chica de pelo rizado bajo el brazo. No se corta a la hora de decirle lo que quiere hacerle, y yo tampoco me corto al expresar mis náuseas.

~¡Buscaos una habitación!- les grito.

Ella sonríe y me hace un corte de mangas, y yo cierro la puerta con pestillo. Así son las cosas por aquí: todo el mundo me ignora o me manda a paseo con mayor o menor sutileza. Prefiero estar aquí, solo en mi habitación, esperando el siguiente subidón artificial.

Paso el dedo por los estantes cubiertos de polvo de mi librería. No sé qué novela me apetece vivir ahora... ¿Hemingway, tal vez? Me dará una buena dosis de cinismo. ¿La mediana de las Bronte? Me vendría bien una historia de amor disfuncional. Cojo Cumbres Borroscosas, me quito las botas y me tumbo en la cama.

No sé qué tiene esta novela que me empuja a leerla y a releerla tantas veces, pero siempre estoy pasando las páginas de este cuento lleno de oscuridad. Es una locura, la verdad: dos personas que se enamoran y desenamoran. Se destruyen a sí mismos y a todo lo que los rodea porque son demasiado egoístas y cabezotas para arreglar lo suyo.

Pero, para mí, esas historias son las mejores. Quiero sentir algo mientras leo, y las novelas cursis llenas de rosas y sol me dan ganas de vomitar sobre las páginas y quemarlas después.

~¡Así, así, joder...!- chirría una voz femenina a través de las paredes finas como el papel de fumar.

~¡Cierra el pico!- aporreo la madera vieja con el puño y luego me tapo los oídos con la almohada.

Un año mas. Un año más de cursos de mierda y exámenes para tontos. Un año más de fiestas llenas de gente que sólo piensan en lo que dirán los demás. Un año más de ir a lo mío y podré volver a Londres, que es donde está mi sitio.

Antes de ellaWhere stories live. Discover now