Capítulo 28

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Fuimos al hospital y recibí mi tratamiento, el cual me dejó exhausto por completo. Había olvidado lo cansados que podían llegar a ser. Lo bueno era que en esa ocasión no me quedaría de manera permanente en el hospital, sino que iría y vendría de casa.

Solo tendría que ir una vez a la semana a recibir la quimioterapia y, dependiendo de cómo saliera en mis próximos estudios, podía que dos veces.

Derek nos llevó de regreso a casa y yo me tumbé sobre el sillón de la sala, no tenía energías como para subir las escaleras. Me quité los zapatos a pesar del frío que hacía y encendí la televisión.

No sé en qué momento caí dormido, pero el sonido de unos golpes en la puerta fue lo que me despertó. Jan y Derek habían salido de compras y me habían avisado que volverían en un par de horas, así que sabía que tenía que ser yo quien atendiera.

Ni siquiera me fijé quién era por la mirilla antes de abrir, por lo que me quedé de piedra cuando encontré a Sam del otro lado sonriéndome con inseguridad.

—¿Sam? —Mi voz sonaba incrédula incluso a mis oídos. Eso tenía que ser un sueño; ella no regresaba hasta dentro de una semana más.

—Hola, niño —saludó con timidez.

Escuchar su voz y verla ahí frente a mí me hicieron sentir miles de emociones al mismo tiempo, pero la que más predominaba era el dolor. Dolor por lo que tenía que hacer, lo que me había resuelto a arreglar.

Cerré la puerta tras de mí sin darme cuenta de que aún seguía descalzo. La emoción de volver a verla bloqueaba cualquier otra sensación física.

—¿Qué haces aquí? —pregunté frunciendo el ceño y cruzando los brazos sobre mi pecho. No sabía por qué fue que adopté un modo defensivo, pero había tenido la esperanza de tener una semana más de tiempo para saber con exactitud qué era lo que iba a hacer respecto a nosotros.

El tenerla frente a mí en ese momento me dejaba sin armas ni argumentos.

—Eh... ¿fue una mala idea venir aquí? —preguntó con voz confundida y un poco dolida.

Suspiré y de repente me sentí más cansado. El que hubiera sido día de tratamiento no contribuía mucho a que me sintiera mejor.

Sin decir palabra la tomé del brazo y la hice pasar a la casa donde, una vez dentro, la abracé. Necesitaba por un momento sentirla lo más cerca posible de mí, sentir su calor e inhalar ese aroma que tanto me relajaba.

¿Por qué la vida era así, tan injusta?

—Claro que no fue una mala idea —murmuré contra su cabello. Tras un momento ella me devolvió el abrazo y recargó su cabeza contra mi pecho.

Deseaba quedarme así durante toda la eternidad, de esa manera nada podría salir mal. Pero no podía. Tenía que ser una persona responsable y no ser egoísta. Por más que quisiera que nos quedáramos juntos, sabía que no era justo para ella.

Con todo el dolor y el pesar del mundo, la tomé de los hombros y la alejé de mí un poco poder para verla a los ojos. No sé qué fue lo que vio en ellos, pero se formó en su bonita cara una mueca de preocupación.

—¿Dean? ¿Qué pasa?—preguntó tanteando el terreno.

«Solo dilo, Dean», pensaba. «No puede ser tan difícil.»

—Tenemos que hablar —solté más brusco de lo que tenía previsto. Su ceño se arrugó ligeramente, pero luego asintió.

—Está bien.

Tomé su mano y la dirigí al sofá donde me había quedado dormido unos momentos antes de que llegara. Nos sentamos con las manos aún unidas y luego no supe que decir.

Vencedor [PQY #2] ✔ versión 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora