En toda mi vida

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Miro el reloj por enésima vez, son las siete y media ya y Alex no me ha llamado. He estado estudiando desde que Tomás se había ido, pero a estas alturas Alex ya me habría llamado unas tres o cuatro veces. No quiero pensar que esté enfadado por algo que haya hecho, o por haber quedado con Tomás, sé que él le ve como una amenaza y ahora que lo pienso a mí me pondría muy nerviosa que él quedase con Tania. Es más, me pondría furiosa. Era demasiado bueno conmigo. Es en ese momento cuando decido llamarle. Además, él no estaba muy bien esa tarde y probablemente algo malo ocurría, él no solía estar triste por motivos banales.

Le llamo, pero no lo coge, así que me levanto de la silla nerviosa volviendo a marcar, al tercer tono, cuando me estaba dando por vencida, lo coge.

— Cuando te he dicho que me dejases de llamar no lo decía en serio. — sonrío tumbándome en la cama ahora más aliviada.

— Estoy en el hospital, a Fede le están dando puntos en la ceja.

— ¿Qué? — digo incorporándome de inmediato. — ¿Qué ha pasado?

— Se ha metido en una pelea el muy estúpido.

— Me visto y voy para allá. —digo rápidamente.

— No, ya acabamos. Es de noche y tienes que coger dos autobuses. — dice. — Por favor, quédate, en cuanto acabe le dejaré y voy a tu residencia.

— Está bien. ¿Estás bien? — susurro.

— Sí, estaré mejor cuando le pierda de vista.

— No seas duro con él. — le pido.

— Vale, te quiero.

Colgamos y yo me doy una ducha solo para que el tiempo se me pase más rápido. Cuando me quiero dar cuenta Alex está tocando mi ventana, la abro y el frio viento me congela, él también está congelado. Me estrecha en sus brazos y besa mi coronilla, yo le devuelvo el abrazo. Huele a viento y vagamente a colonia de hombre.

— ¿Cómo está? — pregunto mientras él mira mi boca, me separo y me siento en el borde de la cama, él se sienta en el suelo enfrente de mí.

— Bien, han sido solo unos puntos. — él tiende su mano para coger la mía.

— ¿Qué ocurre? — pregunto, él me sostiene la mirada durante unos segundos y luego suspira. Frunce el ceño y por un segundo creo que se va a poner a llorar. Entonces me bajo de la cama sentándome en su regazo a horcajadas y le abrazo. — Alex, estoy contigo, todo se va a solucionar. — aseguro mientras él me abraza, acaricio su cara.

— He recibido una notificación, estamos pendientes de que venga un asistente social a controlar que todo vaya bien. — dice él apesadumbrado.

— ¿Por Fede?

— Por Fede, por mí, por toda la mierda que he hecho, por mi tía que es mayor, por Miguel que es pequeño... —suelta con rabia.

— Tranquilízate. — susurro, su boca está muy cerca de la mía. y ambos estamos completamente pegados. — Todo va a ir bien. Cuando vean que Miguel es feliz y que Fede solo está pasando por una mala etapa, se irán por donde han venido y os dejarán en paz.

— No sé... tengo el presentimiento que algo malo va a ocurrir. Vivo con miedo de que cualquier día me llamen y me digan que Fede está muerto en una cuneta.

— No pienses eso... — digo débilmente algo asustada.

— Lo siento. — suspira, esconde su cabeza en mi cuello y yo le abrazo más aún.

Nos quedamos en esa posición un rato, y dejo que él se calme y se tome su tiempo. Vuelve a suspirar antes de besar mi cuello dulcemente, recorre dejando un rastro de besos desde mi garganta hasta mi barbilla, y luego en mi boca.

Cierro los ojos mientras nuestras lenguas se entrelazan, me besa dulcemente, y yo le abrazo más porque siento que necesito tenerle más cerca, que me quedo sin aire si él no me besa. Alex baja sus manos por mi espalda hasta llegar al borde de mis pantalones.

— Quédate esta noche. — susurro en su boca, él me devuelve el beso algo más hambriento.

— Mañana hay clase. — dice él.

— Lo sé.

Me vuelve a besar apasionadamente y mete la mano por dentro del jersey acariciando con su mano caliente mi espalda y cintura. Yo aprieto más mis piernas alrededor de su cintura y él jadea. No dice nada, pero veo precaución en su mirada cuando me mira.


— Va, te invito a cenar. — digo yo solo para que él no diga lo que sé que va a decir. Alex sonríe torcidamente.

— ¿Y eso? — dice rozando mi nariz con su nariz.

— Me apetece llevar a un sitio bonito a mi chico, ya sabes... por todo. — digo bajando la mirada.

— ¿Por todo?

— No es que te haya tratado demasiado bien que digamos. — Digo sonriéndole tristemente.

— Eso no es verdad, nadie me ha tratado mejor que tú en toda mi vida.

— No digas esas cosas. — digo tapando suavemente su boca con mi mano. En el fondo seguía sintiéndome algo culpable de que las cosas entre Alex y yo hubiesen ido mal antes de arreglarlo del todo.

— Vale, no hace falta que las diga si tú las sabes ya. — dice él acariciando mi cara y retirando mi mano de su boca con delicadeza. Me inclino para besarle dulcemente y algo turbada por el momento.

— Entonces, ¿vamos?

Él me sonríe ampliamente y veo que en sus ojos ya no hay ni una pizca de dolor. También me doy cuenta que ese dolor ha desaparecido, en parte, gracias a mí y me siento la chica más agradecida del mundo porque él haya querido brindarme esa oportunidad.

Hola chicoooos, primero tengo que agradeceros todos los votos, a toda la gente que leéis y todos los comentarios de ánimo que he recibido. En serio, muchísimas gracias, por vosotros sigo todo esto porque a veces se me viene un poco cuesta arriba.

En cuanto a la duración de la novela... mmm no lo tengo demasiado pensado pero por lo que creo hasta ahora supongo que escribiré un par de capítulos más para zanjar Déjame amarte. Hay tantas cosas sobre Alex y Elena que quiero seguir escribiendo que seguramente escriba segunda parte, ya que no creo ser capaz de despedirme de estos personajes tan fácilmente.

En fin, ya sabéis en un par de capítulos, no puedo deciros cuántos porque no lo sé, la historia se acaba. Aunque igual una segunda parte hace que vuelva a empezar todo.

Muchas gracias, os quiere

Rise.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora