Eres mía

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Intento dormir, pero no puedo dejar de pensar en Alex. Hoy no he podido ni estar con Corina sin pensar en él. ¿Qué he hecho? Había sido una estúpida.

Me muerdo el labio mientras pienso en la mañana que habíamos pasado. En el salón, el desayuno, en el coche... me abrazo a mí misma queriendo volver al pasado. Seguramente ahora podría estar con otra chica en la cama dándose porrazos por haber malgastado su tiempo en mí y percatándose de que no me necesitaba. Ahora mismo estaba hecha un lío y era una contradicción andante. Echaba de menos a Alex, pero la que le había echado de mi lado había sido yo. Sé que él no entendía nada y que la gente no lo entendería demasiado, pero necesitaba eso, no es que lo quisiera, pero necesitaba estar sola porque el mero hecho de pensar en Alex descubriendo mi pasado, o dejando que algo le afectara, me mataba.

Noto que alguien se desliza dentro de mi cama y me asusto, solamente por una fracción de segundo. Es imposible que él esté aquí. No hoy. Una lágrima se desliza por mi mejilla y me quedo quieta haciéndome la dormida. No me puedo creer que haya venido. Acaba de arrebatarme medio corazón de cuajo. Nada de trocitos. Me abraza por detrás fuertemente, después de un momento de vacilación, tanto que me cuesta respirar, pero no es lo suficiente fuerte para mí. Noto su calor corporal, pegado a mi espalda y no me imagino otra forma de vivir. Él ha venido. Le importo, a pesar de haberle tratado fatal. Está conmigo. Hunde su cabeza en mi cuello y simplemente me abraza.
Esa prueba de amor me mata por dentro. Prefería sufrir esa noche, que es lo que merecía, que saber lo que le importo y sentirme peor persona. Sé que debería echarle de allí. Pero soy demasiado egoísta, prefiero hacerme la dormida y disfrutar sin que lo parezca. Maldita sea, estoy completamente enamorada de Alex.

Nada más abrir los ojos me encuentro con su perfecta boca. Sus labios se mantienen cerrados al igual que sus ojos mientras respira profundamente. Me muerdo el labio y contengo el aliento mientras me permito observarle unos cuantos segundos más.
Al final, resisto la tentación de besarle, por miedo a que se despierte, y me levanto de la cama con cuidado.

Me pongo rápidamente unos vaqueros y un jersey y salgo de allí. Sé que eso no le va a gustar nada, sé que se merece algo mucho mejor, y por eso se lo doy. O al menos la libertad para que lo encuentre.

Evitar a la gente es fácil. Evitar a Tomás, no lo es para nada. Me sigue como un perrito nada más verme.

— Hola. —sonríe él.
— Ahora no puedo hablar Tomás. — digo sin mirarle, ni siquiera tengo ganas de sentir remordimientos por tratar mal a alguien que me trata bien.

Él no me insiste y observa cómo me alejo de él a toda prisa. Me deslizo en mi asiento y me dispongo a desconectar durante las próximas dos horas, si es que puedo.
A pesar de mis esfuerzos, escuchar a la profesora se convierte en un reto para mí. Alex ocupa mi mente. Estoy segura de que se va a enfadar muchísimo cuando vea que no estoy allí con él y sé que puede reaccionar de muchísimas maneras y ninguna es buena.

Cuando suena el timbre de descanso, salgo a hurtadillas de la clase. No está esperándome fuera del aula. Ni a las siguientes horas.
A quinta hora ya me he relajado bastante. Los nervios se han esfumado casi por completo, si no me ha buscado y encontrado ya, dudo que lo haga.
Se habrá simplemente enfadado y se habrá ido a su casa, o a clase.

Mis tripas rugen. Una buena señal, pues no he comido nada desde... que comí con Alex, hace casi veinticuatro horas. Tenía planeado encerrarme en uno de los mugrientos baños, pero al no haber ni rastro de Alex decido que lo mejor será ir a casa. Tranquila y sola.
Me propongo salir por fin del edificio. Además, necesito aire fresco. Justo antes de salir por las puertas, se me congela la sangre. ¿Y si no me había encontrado porque simplemente no se había movido de mi casa? Allí era el único sitio al que sabía que iba a volver sí o sí, tarde o temprano. No estoy preparada para verle. No sabré qué hacer, o qué decir, y puedo derrumbarme en cualquier momento.
Él y yo no somos compatibles. Él lo sabe, yo lo sé, todos lo saben y lo han sabido desde siempre.

Nada más coger la primera bocanada de aire al salir, me topo con un cuerpo demasiado familiar para mí. Sus preciosos ojos se clavan en los míos y yo los aparto rápidamente, intentando pasar por su lado ignorándole. ¿Había estado esperándome fuera toda la mañana a que saliera?

— ¿Qué haces? — pregunta cogiéndome del brazo y parándome en seco cuando ve que voy a seguir caminando.

— Tengo que irme, voy a comer. — digo sin emoción en la voz.

— ¿Por qué? — inquiere, y ambos sabemos que no se refiere a mi urgencia para comer.

— Alex... — susurro.

— ¡No! — gruñe. — Sé que estás enfadada. Ayer me pediste que me fuera, querías estar sola y fui contigo. Lo siento. — dice alzando la voz. — Lo siento de verdad, intenté con todas mis fuerzas no meterme en tu cama. Te juro que lo intenté. No sabía que te iba a molestar tanto, y esta mañana cuando no estabas en la cama conmigo... Solo fui para que supieras que no estás sola, que me tienes siempre. — "A pesar de que te trate como la mierda"— pienso. Se me encoge el corazón y no digo nada. Porque no puedo. — Di algo maldita sea. — gruñe de nuevo. — ¿Qué coño ha pasado?

— Alex... — repito. — Necesito tiempo. — susurro.

— ¿Para qué? — grita irritado. Cierra los ojos e inspira profundamente reordenando sus ideas. — Da igual. — dice más calmado. — ¿Quieres tiempo? Tendrás todo el tiempo del mundo. Incluso más si es lo que deseas. Pero tú y yo sabemos que esto no acaba aquí. — dice ahora cerca de mí. — Tú eres mía. — pronuncia claramente bajando la voz. — Aunque te empeñes en demostrar que no.

Se va dejándome allí en medio sola y temblando. En otra ocasión le hubiese chillado. Yo no era de nadie, obviamente, además mi orgullo jamás me hubiera permitido aceptar semejante comentario. Pero en el fondo era verdad. Yo era completamente suya. No sabía si él era mío, pero yo había sido suya desde el primer día. Me trago las lágrimas, y voy al único sitio al que quiero ir en ese momento: el hospital, con Corina.

Déjame amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora