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JeongIn sintió cómo todos los músculos de su cuerpo se le tensaban enseguida y su corazón revoloteaba con latidos apresurados en todo su estómago para luego estallar como fuegos artificiales en todo su cerebro

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JeongIn sintió cómo todos los músculos de su cuerpo se le tensaban enseguida y su corazón revoloteaba con latidos apresurados en todo su estómago para luego estallar como fuegos artificiales en todo su cerebro. Las luces le atiesaron el pensamiento y lo único que logró hacer es descender la mirada lo más que pudo y ruborizarse mucho más, pero la mano de BangChan se encontraba sosteniendo su barbilla y moviéndola hacia arriba con un rápido movimiento. JeongIn apartó más la mirada. Era incapaz de mirarle, no podía mirarle, no a los ojos, no ahora.

– Eres precioso, JeongIn. Y me gustas mucho. Demasiado.

BangChan movió sus oscuros ojos hacia los suyos, pero lo único que obtuvo fue que el menor apretase los ojos al instante, estremeciéndose cuando su aliento rozó su rostro. Se veía tan excitantemente indefenso de esa manera; con esos labios rosas abultados, esas mejillas todas enrojecidas y esa carne tan malditamente provocativa.

Mierda.

Las ganas de tomarlo con todas las fuerzas de la cintura y apretarle el trasero mientras lo desnudaba a mordidas lograron que su sangre hirviera más allá de los cien grados. Quería comerle los labios hasta verlos tan rojos como le gustaban, pero tenía que controlarse; solo un momento más. Sabía que si empezaba ahora, luego no habría marcha atrás.

–  Chan... –el susurro entrecortado lo sacó de sus pensamientos.

– ¿Qué sucede, nene? Creí que el ratón te había comido la lengua.

Su criado se encogió un tanto y abrió varias veces los labios con indecisión y vergüenza.

– Tú... dijiste que no te gustaban los chicos...

– Y no me gustan, ¿o acaso te parezco un maricón? ¿Qué tienen todos hoy día conmigo? No me gustan los tíos. Tú me gustas, que es distinto.

Los ojos de JeongIn se abrieron de golpe y lo que sea que lo mantuvo todo ese tiempo con vida, estalló también cuando se encontró con los ojos de Christopher mirándole fijamente. Los fuegos artificiales explotaron nuevamente sobre sus neuronas y desvió la mirada.

– Yo... yo soy un chico.

BangChan elevó una ceja y luego rompió en ásperas carcajadas.

– Eso ya lo sé, no soy idiota.

– ¿No te importa que yo sea un chico? –las palabras salieron apresuradas de sus labios– ¿No te importa que lo sea...?

– No hay cosa que me valga más mierda que eso.

Sí, claro, no había nada que le importase menos; él era libre de follar a las tipas que se le vengan en gana y este lucía como una. No, no lucía como una, lucía mejor que una. Caso contrario, no estuviese en esta situación. Notó cómo el menor fruncía los labios y luego la frente con algo extraño en su rostro. Era tan ridículo y excitante.

❝Inocencia pasional.❞ ━ ChanIn.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora