Capitulo 2:

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"No dejes que te superen, se fuerte, puedes con todo, te encontraremos."

Me desperté sobre saltada y con un fuerte dolor de cabeza, que hacia que mis sentidos se nublaran, impidiéndome razonar con claridad. Por ello, volví a apoyar mi cabeza sobre aquel agujereado y mohoso cojín al que podía llamar almohada por su funcionamiento.

Después de unos minutos, volví a intentar incorporarme apoyándome en mis manos; pero descubrí que una de ellas se encontraba apresada, gracias a unas esposas, a la roñosa tubería que iba del techo al suelo a la izquierda de aquel colchón. Todo mi brazo derecho estaba adormecido a causa de mi mala postura mientras me encontraba inconsciente.

Ya de pie sobre el colchón, cogí aquella bandeja metálica con comida que daba aquel fantástico hotel dos veces al día gracias al servicio de habitaciones.

Bueno ahora os voy a contar mis primeros días en este alojamiento de lujo, nótese mi sarcasmo.

El primer día me desperté aterrada, incapaz de abrir mis parpados temblorosos para que mis ojos verdes pudieran observar mí alrededor. Mis propias ventanas por fin me obedecieron abriéndose; pero, en un solo segundo, mi visión fue tapada otra vez por aquella espesa lluvia creada por mi misma, que fue intensificándose hasta ser una gran tormenta tropical en aquella minúscula habitación de apenas dos metros cuadrados.

El cuerpo es sabio, vamos si lo es; pues, aunque yo apenas podía razonar sobre mi situación, el mismo se intentaba proteger juntando mis piernas y mis brazos haciéndome un capullo que espera un rayo de sol para poder convertirse en una gran rosa.

Lloré tanto en aquellos primeros días, que pensé que cada gota de agua que se encontraba en mi cuerpo, la llevaba al exterior para así poder librarme de aquel infierno viviente e irme a aquel lugar por el que todo el mundo rezaba. No llegue a deshidratarme, pero por todas aquellas gotas que un camino dejaban por mis mejillas, mis ojos, secos de un grano de esperanza, luz y sociedad, se irritaban llegando a tomar el color rojo de la sangre que por sus venas pasaban.

Pensaba convertirme en erizo, del tiempo que pasaba asustada en mi forma de bolita; pero, otra vez la naturaleza fue más sabia que la mente, y mis huesos necesitaban moverse, mis músculos contraerse y dilatarse y mis tendones bailar al son del andar.

Una semana, siete días, 168 horas, 10.080 minutos, 604.800 segundos pasaron exactamente desde que un paño con cloroformo cambio mi rutina.

A los tres días de pasar encerrada, dejé de lamentarme pues supe que nunca saldría de aquí si yo no intentaba salir. Empecé a prestar atención a todos los sonidos de mi alrededor, mirando cada dos por tres aquella fina línea que separaba la puerta del suelo de cemento y una parte crucial de las personas: las rutinas.

En mi mente fui haciéndome el horario de quien me retuviera.

Al despertar, la bandeja de comida se encontraba justo al lado de la puerta. Todos los días se encontraba en el mismo sitio y en la misma postura, como si estuviera medido al milímetro. Una hora después dos golpes se escuchaban: uno justo encima suya y otro en la parte de arriba también pero más lejano. Lo extraño de esto, es que no eran pisadas, sino golpes secos y muy estridentes lo que hacía vibrar la tubería a la que me encontraba esposada en el presente.

Así pasaban los días, los minutos y aquellos odiosos segundos que me acortaban mi pequeño hilo de esperanza.

A los diez días, la manguera que me hace de ducha apareció junto con dos tarros de plástico de champú y gel de baño, estos sin papel ninguno en su exterior.

Cuatro días después de aquello, grandes volúmenes de libros aparecieron junto a la comida. Se trataban de antiguos pero célebres escritores a los que yo siempre he tenido un gran respeto y admiración. Mi favorito son las "Rimas y leyendas" de G.A. Bécquer. El anhelo hacia la libertad que él tenía, se empatiza con el mío propio; recordándome aquella sensación de ser libre en las tranquilas playas cuando, al mirar al horizonte, las aguas del cielo y las nubes del mar se unían impidiendo su distinción.

"Ojalá pudiera ser yo como aquel velero que surca los cielos, y aquel pez que vuela las aguas y anida en los corales; ojalá pudiera ser yo libre como el cielo y el mar que en el fin del mundo la mano se dan para así llegar juntos."

SecuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora