Capítulo 1

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—¡Pero, mi señor, son doscientas quince puertas! —exclamó el sirviente. Su rostro reflejaba claramente una expresión de incredulidad.

—Todos los pomos de oro —sentenció el soberano con voz firme y cortante. Apenas había alzado la voz, pero esta había sonado potente—, esa es mi última palabra.

Aquel día había un notable ajetreo en el castillo, la noticia sobre la nueva decisión del rey se extendía como la pólvora. Prácticamente todos en la fortaleza ya estaban enterados. Lema, que paseaba alegremente, empezó a notar el revuelo. Muchos sirvientes habían dejado lo que estaban haciendo para retirarse y comentar la primicia.

Entonces una joven criada se acercó a la princesa. Rondaría los quince años, aunque tenía un rostro un tanto infantil. Poseía un precioso pelo negro, corto y liso. Su cara estaba adornada por pecas, que hacían que su expresión fuera más aniñada. Con sus ojos oscuros miró a Lema y le narró la novedad. En cuanto la joven criada finalizó su relato, la princesa fue a comunicárselo a su hermana Irina.

Recorrió el palacio tan rápido como pudo, cruzó galerías, pasillos y patios como una exhalación. El destino quiso que se encontrara con su nodriza, Nana, que se asustó de verla tan alterada. Tenía las mejillas sonrosadas y el pelo despeinado a causa de la carrera. La nodriza la miraba atónita con sus pequeños ojos azules. Era una mujer fuerte, de manos grandes pero increíblemente rápidas y ágiles. Tenía la cara redonda con algunas arrugas, sin embargo conservaba intactos sus mofletes, como si el tiempo no transcurriera para ellos. Su pelo era rubio oscuro y siempre lo llevaba recogido en un moño alto.

Lema se disculpó y siguió con su alocada carrera en busca de su hermana.
Las dos jóvenes eran huérfanas de madre, esta murió al dar a luz a su última hija. El padre de ambas era el soberano de Merta, el más importante de los cuatro reinos. Sar tenía poder sobre los reyes de Rilia, Vúcar y Lorium, lo que le había acarreado celos, envidias y rivalidades.

Lema dio tres toques en la puerta, señal que indicaba que ella era la persona que estaba detrás. Su hermana mayor abrió con suavidad, dejándola entrar a sus aposentos.

Irina y Lema tenían un gran parecido físico. Las dos habían heredado los ojos verdes de su madre y el pelo castaño de su padre pero tenían un carácter muy diferente. Irina era tranquila, protectora, decidida y responsable; su hermana pequeña era curiosa, activa y algo miedosa.

Desde pequeñas habían jugado juntas y hecho alguna que otra trastada. Cuando las cosas se ponían feas, Irina, fiel a su papel de hermana mayor, siempre daba la cara. Lema estaba muy agradecida, sabía que su hermana siempre estaba ahí para ayudarla cuando se metía en problemas.

Una vez dentro de la habitación, Lema informó a su hermana sobre lo que estaba ocurriendo en el castillo.

—Cada vez estoy más segura de que ese no es nuestro padre —dijo Irina—. Él siempre ha gobernado justamente, nunca gastó las riquezas si no era por motivos importantes. Además, ese dinero estaba destinado a la exploración de las lindes del reino para localizar algún timor.

—Cierto, yo este año pensaba participar en la búsqueda, pero ha sido anulada —dijo Lema con tristeza.

Llevaba tiempo esperando poder unirse pero hacía falta ser mayor de dieciséis años y esta iba a ser su primera expedición. Consistía en investigar la frontera entre Merta y el Bosque de las Sombras, para impedir que sucediera lo mismo que hace cien años. Cuando aconteció una terrible tragedia.

El rey de MertaWhere stories live. Discover now