Capitulo I: Cumpleaños en Grinmund Place

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 Una de las rarezas de la calle Grimmauld Place —y que los vecinos lo comentaban como un hecho curioso—, era su inusual enumeración. Está era correlativa del uno al once, pero la casa siguiente al once era el número trece. Y no es que fuera culpa de los planificadores de la calle, ya que existía registro de que en ese lugar debía haber una construcción con el numero doce según los archivos del municipio, era más bien que se había esfumado sin más.

Este detalle, que muchos escépticos tomaban como un simple error común en los trámites burocráticos, les dio a los vecinos de la calle cierta popularidad. Hacía menos de un año, hubo una extraña afluencia de personas vestidas con extrañas ropas ―turistas, aseguraba la mayoría— que venían a ver este hecho insólito, lo que a la larga provocó un sentimiento muy parecido al orgullo entre los vecinos de la zona. Incluso algunos pensaron que así debían sentirse las estrellas de cine. Lo que no sabían estos inocentes vecinos es que estos extraños visitantes en realidad eran magos y que, el dichoso número 12 de Grimmauld Place, si existía. La verdad era que este lugar se encontraba camuflado con varias protecciones mágicas de diversa índole, para asegurar el anonimato y seguridad de aquellos que la habitaban.La casa en cuestión era una construcción muy antigua y estaba llena de objetos comunes, pero a la vez muy extraños; como el paragüero con forma de pie de troll y cabezas de elfos exhibidas como trofeos de caza. Aunque lo más interesante de esta vivienda eran quienes vivían ella. Uno de esos habitantes era Harry Potter, un famoso joven mago que había salvado dos veces al mundo mágico del más grande mago oscuro de todos los tiempos, Lord Voldemort. El segundo habitante era su elfo doméstico Kreacher, quien también resultaba ser un héroe entre su gente, ya que se alzó como líder de los elfos domésticos en la última batalla de Hogwarts, siendo su ayuda inestimable en el momento final de la lucha.En este momento, estamos a fines del mes de julio y Harry se hallaba sentado en la cocina, con un libro abierto frente suyo tratando de leer. Aunque debido a su falta de concentración de esos momentos, su avance se limitaba a no más de un párrafo cada media hora. Luego de dos horas sin avanzar ni siquiera una pagina el joven se resignó y desistir de la lectura, para luego soltar un suspiro resignado y alzar la vista, pero sin fijar su atención a nada. El rostro de Harry tenía una expresión meditabunda. El joven seguía teniendo por cabello, una mata rebelde de color oscuro, pero sus ojos verdes —siempre cubiertos por lentes redondos— habían perdido parte del brillo que le caracterizaban. Esto era debido, en su mayor parte, al dolor de las recientes pérdidas de muchas personas queridas. Habían pasado más de dos meses desde que Harry venció a Lord Voldemort en la llamada batalla de Hogwarts, logrando así la ansiada paz para el mundo mágico, pero él no era feliz. Estaba agradecido de haberse librado de su eterno enemigo, pero el costo había sido demasiado alto. Además, vivir solo en una casa tan grande y cargada de tantos recuerdos, comenzaba a exasperarlo. Aún así no podía quejarse, el comenzar vivir en la antigua casa de la familia de su padrino, fue lo que decidió con el fin de librarse de la prensa, junto con el hecho que no tenia otro lugar a donde ir. Era obvio que jamás volvería a presentarse ante sus tíos maternos y el pedirle ayuda a sus amigos tampoco era opción, ellos tenían otras cosas en que pensar. El hecho de recordar a sus amigos, le hizo pensar en las últimas noticias que tenía de todos ellos. Sabia que Hermione había ido a buscar a sus padres en compañía de Ron —quien por fin se había animado a pedirle que fuera su novia—, después de que todo se calmó un poco. El problema fue que se encontró con un pequeño inconveniente, los señores Granger se habían mudado. Desesperados, Hermione y Ron tuvieron que rastrearlos por cerca de tres continentes, tanto por medios mágicos como por los normales, hasta que después de un mes de idas y venidas, al fin pudo ubicarlos... estos se encontraban viviendo solo a tres cuadras de su antiguo hogar. Ahora, Hermione se encontraba recuperando el tiempo perdido con su familia.Después de esta odisea con su novia, Ron había vuelto a casa a pasar tiempo con su propia familia. Su madre seguía ocupándose de la casa, pero su padre había sido ascendido en el ministerio de magia (a asesor ministerial o algo por el estilo) por lo que se encontraba más que ocupado. Sus hermanos, en cambio, habían recuperado sus antiguos empleos y todos parecían estar bien, además hacia poco se había enterado de la feliz noticia de que Fleür estaba embarazada de un par de semanas. Recordaba también, que la familia Weasley le habían pedido que se fuera a vivir con ellos un tiempo, cosa que no acepto porque...—Amo Harry, Amo Harry —llamó una voz anciana y gruesa, sacando de su meditación al joven.—¿Qué sucede, Kreacher? —preguntó el muchacho, volviendo su mirada hacia un ser bajo y de orejas largas, que solo vestía una túnica larga sin mangas algo ajada y quien llevaba colgando de su cuello un guardapelo como único adorno. Era el mismo guardapelo que había pertenecido a Regulus Black, su antiguo señor.—¿Quienes vendrán mañana, señor? —preguntó la criatura, sobándose las manos con algo de ansiedad.Harry meditó la pregunta que le hacia su elfo doméstico. El día siguiente era su cumpleaños y como su mayoría de edad no la había celebrado como era debido, en opinión de la señora Weasley, todos habían coincidido de que tendría que ser compensado este año con una gran reunión. Harry, debido a que no pudo hacer cambiar de idea a nadie con respecto a la fiesta, logró que al menos fuera en la antigua casa de los Black.—A ver... ―comenzó a hacer memoria el muchacho—. Los Weasley, los Granger, los Lovegood, los Longbottom y Hagrid, creo...—Entonces serán cerca de 20 personas en total ―dijo Kreacher, quien parecía llevar las cuentas.—Sí, algo así... ―respondió Harry sin ninguna seguridad, no tenia gana de hacer la suma de cuantos invitados se presentarían al día siguiente.—Entonces ¿Podría ir a comprar mañana algunas cosas que me hacen falta, señor? —preguntó el elfo con una amabilidad que, hace dos años, Harry no hubiese pensado que seria capaz. "Pero pasaron tantas cosas", se dijo.—Por supuesto —respondió el muchacho, animado ante la perspectiva de salir un poco de su rutina.—Entonces, es mejor que vaya a acostarse ―mencionó Kreacher—, mañana será un largo día.—¿Acostarme? —preguntó extrañado Harry, mientras levantaba su vista hacia el nuevo reloj de la cocina que había adquirido hace poco, el cual ya marcaba cerca de las once de la noche. "Vaya...", pensó el muchacho "hablando de estar perdido en tus pensamientos", luego agregó en voz alta—. Tienes razón, buenas noches Kreacher—Buenas noches, amo ―respondió el elfo, despidiéndose con una inclinación.

Harry Potter y la Lágrima de Cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora