Capitulo VII: Formando Lazos

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Tenía los ojos cerrados, pero sentía la luz del nuevo día filtrándose entre sus parpados, así que lentamente comenzó a abrirlos y se encontró con que Alexia estaba sentada observando como dormía.

—Buenos Dias, pequeña —le saludó Harry con una sonrisa amistosa, mientras se incorporaba.

El joven mago había pasado toda la noche junto a la cama donde descansaba la niña; para estar cerca de ella, había tomado asiento a su lado y se cubrió con una manta que la señora Pomfrey le facilitó. Su firme propósito fue el de vigilar que la pálida Slythering no tuviera una recaída, pero en algún momento de la noche, el agotamiento le había ganado y quedándose profundamente dormido con su cabeza apoyada en el lecho de la convaleciente.

—Buenos Dias, Harry —saludó la niña con una sonrisa timida—. ¿Me devuelves mi mano?

El joven de ojos verdes la miró extrañado por la pregunta, pero dirigió su vista hacia la mano mencionada y se dio cuenta que la tenía fuertemente asegurada.

—Lo siento —dijo Harry, sin ningún pudor y liberando la mano de la niña, pero con una deliberada lentitud para observar su reacción—. ¿Cómo te encuentras?

—Bien —fue la corta, pero suave respuesta, mientras se destapaba y se bajaba de la cama.

—¿A dónde vas? —preguntó Harry, esta vez con preocupación.

—Solo al baño —respondió la menor—, y es un lugar donde debo ir sola.

—¿Eh? ¡Ah!, si claro —tartamudeó el chico, esta vez completamente avergonzado.

Alexia solo soltó una carcajada al ver la actitud de su tutor, pero sin agregar nada siguió su camino hacia el servicio que se encontraba detrás de una de las dos puertas que se podía ver dentro de la enfermería. El joven de la cicatriz se quedo solo, pero de un momento a otro se abrió la puerta de la habitación e ingresó la directora con un rostro que reflejaba todo su enojo.

—¿Y la señorita Beatus? —preguntó la molesta mujer.

—En el baño, profesora —respondió el mago.

—¿Qué hizo esa niña otra vez, señor Potter? —preguntó esta vez la profesora, esta vez a Harry mientras su rostro demandaba una respuesta inmediata.

—¿Cómo? —fue la contestación de Harry, el cual se encontraba evidentemente incomodo con el forzado interrogatorio.

—¡¿Cómo es que esa jovencita vino a parar a la enfermería?! —preguntó la mujer, con voz en cuello perdiendo completamente la paciencia.

—Yo la traje —respondió el muchacho con inocencia, pero ante la severa mirada de McGonnagal tuvo por fuerza que explicar—, estaba ardiendo en fiebre.

—¿Pero cómo, señor Potter?, usted es de la casa de Griffindor y ella pertenece a Slythering —interrogó nuevamente la directora—. ¿Por qué no la trajo alguien de su casa? ¿Qué estaban haciendo que terminó, a esas horas de la noche, con alguien que no es de su casa en la enfermería; con una persona ardiendo en fiebre?... y no venga con que estaban estudiando, que no soy estúpida...

Harry se vio acorralado, pero no podía decirle la verdad por lo menor no toda, ya que significaría comprometer a Hagrid y, por como estaban las cosas, tal vez hasta la expulsión de Alexia de Hogwarts. Entonces se le ocurrió una idea, que le parecía la mejor forma de contar las cosas a su conveniencia.

—La verdad, directora —comenzó a contar el chico, sumisamente—. Es que Alexia me comentó en una de las sesiones de estudio que la profesora Sprout estaba preocupada porque no tenía nuevos brotes para su invernadero —inventó—, y yo recordé que Hagrid me había comentado alguna vez, que siempre había buenos brotes en el Bosque Prohibido y se lo conté a la niña ―Harry siguió con su ficticio relato—, ella me dijo que deseaba ir y juntar algunos de ellos para agradecerle a la profesora el que siempre haya sido tan buena con ella. Como no pude convencerla de no ir, decidí acompañarla para mantenerla a salvo de cualquier peligro.

Harry Potter y la Lágrima de Cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora