Capítulo 4.

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NARRA MEGAN

La noche del fin de semana que tenía planeada no estaba saliendo como esperaba. Habíamos acordado de ver películas con palomitas y conversar sobre ello. Sin embargo, fue interrumpida gracias a una amiga de Cecy. Al parecer su compañera de clase nos invitaba a un lugar clandestino donde organizaban peleas de boxeo.

No lo consideré entretenido. Había visto algunos por televisión y no le encontraba sentido. Además, sonaba como un lugar peligroso. Pero para Sophie y Amy fue algo emocionante. Saltaron de un brinco para empezar a cambiarse y maquillarse.

Yo no estaba del todo de acuerdo, pero tampoco prefería quedarme sola en el departamento. Al final, Cecy logró convencerme. Resignada, me trasladé en el asiento trasero del auto de Sophie. Tardamos cerca de media hora para encontrar el lugar. Estaba a las afueras de la ciudad, en un vecindario un poco tétrico, incluso el gimnasio lucía como una cueva de lobos.

Empecé a tener temor por nuestra seguridad. Fue por eso que me detuve antes de entrar. Seguía pensando que era mala idea. Cecy empezó a molestarse por mi actitud renuente mientras Amy y Sophie trataban de decirme que sólo estaríamos ahí por un rato.

—Está bien, pero solo por un rato —dije en voz baja, pero logré escuchar el eco de mi voz por la calle solitaria.

Mis amigas se emocionaron diciéndome que la pasaríamos bien. Tensé una sonrisa y cuando estuve por entra al gimnasio, sentí que alguien me observaba del otro lado de la acera. Me sentí un poco intimidada cuando me encontré con la mirada de un chico. Evité prestar atención y seguí caminando detrás de mis amigas.

El ambiente en el interior era como lo imaginaba. Había demasiadas personas fumando, bebiendo y riendo con tranquilidad. Los chicos lucían extravagantes y atemorizantes. Tenían tatuajes, usaban botas militares y sus expresiones eran una mezcla de dureza y frialdad. Por otro lado, las chicas lucían bastante seductivas e intimidantes, algunas de ellas también llevaban tatuajes y piercings.

Hice una mueca cuando me miré a mí misma. Llevaba una blusa de color rosa, jeans oscuros y unos converse blancos. Un atuendo simples e insignificante.

Durante el tiempo que estuvimos en nuestra mesa, traté de adaptarme. Charlamos y pasamos desapercibidas por los demás. Aunque Cecy se notaba ilusionada porque se había topado con un chico guapísimo en el bar y ahora no dejaba de mirarlo.

Un hombre que estaba en el cuadrilátero presentó a un chico, que me pareció ligeramente conocido. Supe entonces que se llamaba Dominic y cuando sus ojos grises me encontraron entre todo el alboroto, me di cuenta que era el mismo que estaba afuera del gimnasio. Podía asegurarlo.

Era inevitable olvidar esa mirada.

Los mechones oscuros caían por su frente, tenía las cejas frondosas, la nariz estrecha y unos labios agrietados pero en forma de corazón. El torso, el cuello los hombros, la espalda y los brazos los tenía plasmados de tatuajes. Incluso en las manos y en los dedos.

Era realmente atractivo, eso no lo podía negar. Tenía una atormentada y excitante manera mirar. Pero antes que pudiera pensar en eso, apartó la vista.

Un poco decepcionada, me apegué a la idea que era una persona engreída y prepotente. Aunque eso no alejaba el hecho de que me parecía de lo más lo intrigante.

Se colocó los guantes con seguridad y miró con desgane al hombre que les decía las reglas dentro del ring. Era como si se las supiera de memoria.

La acción comenzó y puse toda mi atención en la manera salvaje y decisiva en que lanzaba golpes. Pude sentir su rabia tan sólo mirarlo. Y después de varios ataques, la pelea terminó.

Heridas Ocultas ✅ | editando |Where stories live. Discover now