𝚃 - 𝚄𝙽𝙾 | 𝙲 - 𝙲𝚄𝙰𝚃𝚁𝙾 . 𝙲𝙸𝙽𝙲𝙾

Începe de la început
                                    

— No vi a ningún hombre sin rostro, si es ahí a dónde quiere llegar.

— Disculpe, ¿hombre sin rostro? —preguntó James, confundido— Quisiera saber de qué se la acusa a mi hija, por favor, y si esto es un chiste —agregó más serio.

— ¿Viste a ese hombre sin rostro, Katherine?

— ¿Lo pregunta en serio? No, no vi a ningún hombre sin rostro. Esto es estúpido.

— Concuerdo con mi cliente. Cuando tengan pruebas o una confesión que tenga sentido y coherencia, pueden llamarme, mientras tanto, los Wheeler no querrán una denuncia por calumnias e injurias en contra de la señorita Clifford. Permiso —finalizó el abogado, invitando a que la familia se levante. 

✦   .  .   ˚ .  

𝚃𝚑𝚎 𝙵𝚕𝚎𝚊 𝚊𝚗𝚍 𝚝𝚑𝚎 𝙰𝚌𝚛𝚘𝚋𝚊𝚝

Era sábado. El día laboral de Kate. Durante ocho horas, trabajaba en la cafetería C & C de Hawkins, la primera sucursal de la cadena nacional de cafeterías, de las que James Clifford es dueño. Los uniformes eran extremadamente bonitos, sobre todo los de las mujeres. Kate llevaba puesta una camisa blanca obligatoria, con el delantal de jean que imitaba un enterito con falda por encima, zapatillas converse blancas y pantimedias oscuras. Y, claramente, en su cara no faltaba el pinta labios color rojo que usaba en cualquier momento sin miedo alguno.

Estaba en la barra tomando pedidos.

Al mediodía, entraron Jonathan Byers y Nancy Wheeler. Ambos vestidos de negro, con mochilas gordas.

— ¿No era el...?

— Ya terminó —dijo él sacando un mapa.

— Kate, descubrimos un millón de cosas.

Primero, los escuchó con atención. Luego, le ganó la incredulidad.

Joyce Byers, la mamá de Jonathan y Will, también había visto al hombre sin rostro. No en el bosque, sino en la pared de su casa. Saliendo de la pared de su casa. Y también dijeron algo sobre unas luces de navidad. Kate no les creía, o no quería hacerlo. Le parecía demasiado tonto. Demasiado irreal.

¡UN MONSTRUO QUE ATRAVIESA PAREDES FANÁTICO DE LA NAVIDAD!

Jonathan señaló en el mapa:

— Aquí es donde estamos seguros de que estuvo, ¿no? —Preguntó Jonathan. Nancy asintió— La casa de Steve. Y ahí es donde encontraron la bicicleta de Will... y ahí mi casa.

Todos esos lugares estaban más o menos cerca, hasta que Kate notó otro punto que conectar a la loca teoría. ¿Si se los decía no estaría alentándolos en seguir con el plan?

— Aquí está la casa de Nate. Él dijo que se fue la luz y... y que su perro desapareció. Fue la misma noche en la que Barbara... ¿Tendrá que ver? ¿Están seguros? ¿No es completamente una locura esto, chicos? —la miraron con seriedad por un momento, y luego giraron sus rostros con complicidad.

— Está todo a menos de dos kilómetros. Sea lo que sea, no se aleja mucho.

— ¿Y quieres ir ahí? —le pregunto Nancy.

Kate los observó con los ojos muy abiertos. Sí, definitivamente habían descendido a la locura.

— Quizás no encontremos nada...

— Yo encontré algo. Y si lo vemos ¿Qué hacemos?

Jonathan hizo un silencio y suspiró:

— Lo matamos.

Nerviosa, y algo alterada, Kate se rio.

— ¿Hablan en serio? Es lo más estúpido que he escuchado nunca. ¡Vayan con la maldita policía! —gritó, llamando la atención de los pocos clientes que había.

Nancy y Jonathan se miraron de reojo, levantándose de las sillas altas sin decir nada más.

— ¡Nancy, estás loca! —le gritó mientras se dirigían a la puerta— ¿Esto es en serio? ¿¡En serio van a ir al bosque!?

Nancy volvió sobre sus pasos, autoritaria.

— No abras la boca, ¿escuchaste? Prométemelo. Nadie tiene que saberlo.

— Solo si tú prometes llamarme enseguida vuelvas a tu casa. Y si pasa mucho tiempo... A las diez de la noche llamaré a tu casa yo y luego iré a la policía.

— Bien —masculló.

La dejaron allí, detrás del mostrador, medio alterada y muy preocupada. Solo podía pensar en la cantidad de cosas malas que podrían pasar. Los riesgos. Las posibilidades... Hasta que la campanilla la devolvió a la realidad.

Al levantar los ojos, se encontró con dos ojos marrones y un cabello estúpidamente peinado.

— ¿No me ves? ¿Para qué tocas?

— Saludé tres veces —dijo con gracia, mostrando sus dedos.

Steve Harrington se sentó sobre una de las sillas altas. Justo la que Kate tenía en frente.

— ¿Sigues cumpliendo tu castigo por lo del BMW? —lo miró mal y no respondió nada.

En parte de pago por haber roto el coche, sus padres le dieron aquel trabajo para cubrir los gastos y cumplir algún tipo de servicio comunitario impuesto por Gia y James Clifford.

— Quiero un capuchino grande con un pastelito de chocolate y caramelo, por favor —pidió sin leer el menú.

Kate agarró el vaso grande y un fibrón indeleble.

— ¿Nombre?

Steve le lanzó una mirada vacilona.

— ¿Qué nombre quieres que le ponga a tu vaso?

Confundido, Steve dijo:

— Steve.

Kate asintió mientras escribía: ''Imbécil''.

Él chasqueó la lengua contra los dientes, tomó aire y los soltó.

— Quizás me lo merezco.

Lo observó con fastidio. Quería que se fuera. Pero no, él seguía ahí. Él seguía hablando.

— ¿Supiste algo de Nancy?

— Mhm.

— Siento que cuando doy un paso adelante con ella, algo me hace caer en una trampa que me hace retroceder dos.

— Ese ''algo'' es ser un imbécil. ¿No tienes amigos a los que llorarles tus problemas amorosos? Estoy trabajando, por si no lo notaste.

— Hay solos tres personas aquí, y ya están atendidos. ¿Puedes decirme qué quiere Nancy? Ya me disculpé con ella. Dos veces.

— ¿Y si comienzas a hacer cosas por las que no tengas que disculparte luego? Aquí está tu café —levantó el vaso y leyó el nombre antes de entregárselo—, imbécil. 

𝐋𝐀𝐁𝐈𝐎𝐒 𝐑𝐎𝐉𝐎𝐒; Steve Harrington ❥︎ Stranger ThingsUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum