Epílogo.

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Han pasado mil novecientos sesenta y cinco días desde que lo vi por primera vez en el bus.

Iba estresada, él iba distraído.

Ahora, él va estresado, yo voy distraída.

Distraída en él, en su belleza.

En todo lo que me hace sentir.

¿Quieres calmarte? —Le susurro. Él levanta su mirada y suaviza su mirada.

Está a punto de graduarse de ese curso que lo hizo irse de Colombia en primer lugar.

Son honores, mi amor. —Me susurra. Está apretando mi mano.

La voz del director se escucha a través de los altavoces. Apoyo mi cabeza en su hombro. Huele a colonia, y a menta, y un poco a sudor.

Sonrío.

Lo llaman.

Se levanta.

Da el discurso.

Y sé que me agradece.

Por estar ahí, por ser paciente.

Por amarlo.

Y yo le agradezco, horas después, cuando estamos cenando con su familia.

Le agradezco por hablarme, por pasarme su teléfono.

Le agradezco por haber tomado ese bus a las 8:12 de la mañana.


Autobús.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora