Capítulo 10

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Alexander se giró en la cama.

Laonis ya no estaba ahí. En cuanto abrió los ojos y noto al hombre a su lado, ella se vistió y se fue. Aún se encontraba enojada y atemorizada de ese barbaján. ¿En qué momento se le crió para ser una bárbaro?

Si ese comportamientos había heredado de su padre, sentía lástima y rencor por Lioslaith. ¿Cómo una mujer desearía que otra pasará por ese infierno?

Bajo a las cocinas y decidió sentarse en una rincón a desayunar. Hilda, muy solicita le preparo un exquisito desayuno pero le insistió a qué pasará al comedor. Las criadas se ponían nerviosas con la presencia de la señora. Además, Betty andaría por ahí y ella sospechaba que había rivalidad entre ellas.

Laonis hizo caso a Hilda y fue a sentarse al comedor dónde fue atendida por dos muchachas. A pesar de la apetitosa comida, Laonis apenas tenía hambre pero aún así, se obligó a comer.

-¡Milady, hoy hace un día maravilloso!-dijo Dory, apareciendo en el comedor.-¿No le gustaría visitar las parcelas de verduras? Hilda me comentó que están dando muy buenos frutos.

-Así es, milady. -comentó Hilda apareciendo con un pedazo de tarta que puso frente a Laonis.-Las fresas están madurando muy bien. De hecho, hice esta tarta con algunas de ellas .

Laonis mostró interés y ambas mujeres se fueron satisfechas. La tarta está riquísima y la animó un poco. Las imágenes de la noche anterior aún se encontraban frescas en su mente y cuando vio a Alexander asomarse desde el segundo piso, apresuró el último pedazo de tarta y salió por las cocinas.

Alexander la vio y bajo la cabeza apesadumbrado. Había Sido un completo burro. Un total idiota. No tenía idea de cómo recuperaría el perdón de su esposa y su confianza. Agotado y triste se sentó en la mesa a la espera de su desayuno. Las mismas dos muchachas que sirvieron a Laonis se acercaron con un plato de comida y una jarra de cerveza.

Alexander apuro un largo sorbo de cerveza antes de comenzar a engullir su comida. No estaba de humor para nadie y con un gesto de la mano, les indico a las dos muchachas que se fueran.

Sentía sus ojos pesados y casi podía ver las ojeras colgando de ellos. Apenas había podido dormir. El remordimiento y la culpa lo tuvieron en vela casi toda la noche.

Estaba cabizbajo cuando alguien puso un plato de tarta frente a él. Al alzar la cabeza, era Betty.

-No tiene buen semblante, señor. ¿Está enfermo?

Alexander la miró en silencio con la mente en blanco. Después, negó con la cabeza.

-¿Que puedo hacer para reconciliarme con una mujer?-le preguntó.

-¿Señor?-se sorprendió Betty. Alexander solo la miró.-Bueno, una disculpa sincera quizás funcione.

-Una disculpa sincera...-repitió con desgana.-No creo que funcione.

-Entonces, no conozco otra manera.-respondió Betty intuyendo que se trataba de Laonis y no se lo pondría fácil. Sería muy estúpido de su parte aconsejar a su amado a qué se reconcilie con ese espanto.-¡Oh, espera!-exclamó atrayendo la atención de el.-Si ella no desea disculparlo, quizás deba recordarle lo que perdió e ignorarla hasta que ella sola venga a usted. Si algo odiamos las mujeres es sentirnos ignoradas.

-No se si sea buena idea.-contestó después de un rato.

-Es mi humilde consejo, Señor.-dijo Betty y se alejó.

Alexander la miró hasta que está desapareció en las cocinas. Se comió su pedazo de tarta y salió al exterior. Los aldeanos ya estaban muy centrados en sus tareas. El patio ya se encontraba aseado y los caballos ya tenían paja nueva y fresca. Habían sido cepillados y Marcus, el caballerizo los había sacado a trotar un poco.

La Reina de las nieves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora