35. Jordano

7.2K 1.9K 229
                                    

Entro al salón y te veo sola, sin amigas en la costa.

No lo pienso. Sé que tu interés por mí se ha ido debilitando, pero me gustaría sentarme junto a ti una vez más.

Me gustas, no puedes culparme por eso ni hacer nada al respecto.

El corazón me va a mil latidos por minuto mientras voy directo al banco a tu lado. Tú estás sonriendo a tu teléfono, pero sé que no es por un mensaje porque tu dedo va de derecha a izquierda sobre la pantalla. Tal vez estás viendo fotos.

Yo odio sacarme fotografías. Me pregunto si tú igual.

Estoy a diez pasos. Los latidos se triplican como los anuncios en YouTube. Me emociona saber que estaré a menos de un metro de...

Un chico se te acerca.

Te pregunta si el banco está ocupado y quiero gritar «¡Es que no sigues la trayectoria de mis pies y me visualizas ahí sentado! Claro que está ocupado», pero no lo hago.

Sería grosero.

Tú levantas la vista del móvil, aún sonriendo. La sonrisa se ensancha en tu rostro y niegas con la cabeza. Él se sienta. Yo hago lo mismo tres bancos más atrás.

Te habla, probablemente pensando que eres simpática —lo eres—, y tú contestas.

Siento que acaban de robarme esa conversación.

Durante toda la clase se la pasan señalando párrafos del libro del otro. Se explican mutuamente lo que no entienden cuando el profesor hace una pausa o contesta la misma pregunta que le han hecho seis veces, pacientemente.

Cuando finaliza la hora, él te da su teléfono. Tú escribes tu número o usuario de Instagram o Twitter, quién sabe. Luego te vas y me quedo mirando al chico con un sentimiento de derrota, ciertos celos y una completa admiración.

Él hizo en hora y media lo que yo no pude en cuatro meses.

Siempre todo y nunca nadaWhere stories live. Discover now