Frustración

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Entre las construcciones que existían entre los asentamientos, había un gimnasio, que solía ser muy concurrido por los Kanatitas. No era novedad que ellos se entrenaran mucho.

El gimnasio estaba abiertos de lunes a sábados, con varios profesores que daban clases. Entre ellos, se encontraban Kumi y Cep, ya que por una cuestión de costumbre, las hembras necesitaban de otra para entrenar.

Pero aquel domingo, la joven castaña estaba tan cabreada, que necesitaba liberar tensiones. Por lo que no había dudado en ir al gimnasio a ejercitarse un poco.

Entró en él, y se puso a estirar, antes de subirse a la máquina de correr. ¿Y por qué no correr por la isla? Fácil, no quería cruzarse con nadie.

Necesitaba tiempo a solas, que nadie le hablara ni le preguntara que le pasaba. Estaba tan estresada con su puesto como consejera en la tribu de hembras.

Era atender todos los días decenas de problemas de las mujeres, y de toda la isla, no sólo de la tribu de ella.

Y como la joven estaba con los auriculares puestos, ni escuchó que alguien más había entrado. Sólo los entrenadores tenían las llaves, por lo que él también.

Llegó furioso, y le dio un puñetazo con la mano desnuda a una de las bolsas de boxeo, gruñendo de rabia. ¿Cómo era posible? Era más joven que él ¿Y sólo había bastado una puesta para dejarla embarazada?

¡Era injusto!

Shimei estaba embarazada de un muchacho seis años menor que ella, y la joven rubia no podía estar más que feliz con la noticia. Y obviamente, ella no había sido quién le había contado la noticia a Cep.

Él lo había escuchado cuando el pendejo, emocionado y feliz por su futura paternidad, lo contaba en la tribu de machos. Y a él no le había quedado más que fingir y felicitarlo.

Kumi dejó de correr cuando la canción terminó, y escuchó los gruñidos de alguien más en la sala.

Se giró curiosa, y se encontró con Cep, que estaba golpeando con puños y patadas, una bolsa de boxeo. Al parecer, él ya se había enterado de la noticia.

La castaña rodó los ojos, y volvió a colocarse los auriculares. Era un dramático, un exagerado. Qué su tía estuviera embarazada, no significaba nada.

Las hembras solían tener crías de varios machos. Pero al parecer, a Cep le jodía el orgullo no haber sido él quien la embarazara.

Se dispuso a continuar corriendo, pero él se paró frente a la máquina de ella, mirándola molesto. Kumi arqueó una ceja, y empezó a correr ¿Qué le pasaba?

—¿Por qué no me dijiste? —gruñó.

Ella negó con la cabeza, y le señaló con una de sus manos sus auriculares, en señal de que no lo oía. El castaño gruñó, y le quitó los auriculares.

—¿Por qué no me dijiste que ella estaba embarazada? Hubiese preferido enterarme por ti, que por el imbécil ese.

—¿A caso soy tu mensajera o algo así? Además, yo no tengo nada que ver con todo este asunto de ustedes —le dijo molesta.

—Eres mi amiga, y eso es lo que hacen los amigos, protegerse.

Gruñó molesta, y afiló sus pupilas, desviando la mirada. Era un hijo de puta.

—¿Y encima te enojas tú? Es a mi a quien le sacaron su compañera.

Se bajó de la máquina de correr, y le dio un puñetazo en el pecho, que lo tomó por sorpresa.

—Ya déjate de lloriquear, Cep, ella nunca fue tuya ¡Supéralo!

—Por supuesto que era mía, yo era su pareja en las puestas... Hasta que apareció ese hijo de puta —gruñó rabioso.

—¿Pues sabes qué? A Shimei le importas una mierda —masculló con rabia, dolida—. Desde que llegó Klutz, tú no existes para ella ¡Olvídala!

La miró furioso, y le tiró un puñetazo, que ella esquivó con sus antebrazos.

—Blemn tenía razón al final, eres una perra cuando dices las cosas.

Uh, eso sí que había cabreado a Kumi. Si el hijo de puta quería hacerla enfurecer, lo había conseguido.

...

KumiWhere stories live. Discover now