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✦ːꦿ El sol brillante y destellante de la mañana arropaba el fornido cuerpo del pecado más grande del grupo.
Escanor, Diane, King y Merlín estaban revisando los alrededores de uno de los pueblos de por allí cerca y despejandolo de toda clase de demonios.
No había mucho de que hablar mientras inspeccionaban pero, era un hecho que desde que salieron, algo en el pecho de Escanor se oprimía con mucha fuerza, como un muy mal presentimiento que lo acorralaba, el cual solía tener jamás.
— ¿Alguien ha visto a la pequeña campesina?.— preguntó el hombre mayor de la nada y cortando el silencio, limpiando un poco el filo de Rhitta y mirando a sus compañeros, esperando por una respuesta.
— Según lo que sé, fue a recoger comestibles y hierbas a un pueblo cercano..— comentó Diane, poniendo la mano en su barbilla con expresión pensativa.— Pero eso fue antes de que vengamos aquí..— aclaró, dando a entender que no la había visto volver.
— ¿Quién se atrevió a dejarla ir sola?.— volvió a preguntar Escanor con su tono de voz atemorizante, haciendo que un escalofrío recorra la espina dorsal de King y Diane, Merlín solo miraba su alrededor mientras avanzaba.
— Ella dijo que no quería molestar y no necesitaba compañía, por eso fue sola.— explicó King, rascando su nuca y encogiéndose de hombros.— Creo que sería bueno ir a buscarla después de esto.— opinó, recibiendo un asentimiento por parte de la castaña.
Él hombre aún sentía cierta extrañeza por todo su cuerpo y alma. Él no era una persona que se preocupaba o temía, cualquier cosa que quisiera enfrentarlo acabaría derrotado.. ¿entonces qué era lo que intentaba atormentarlo?
Siguieron avanzando, encontrado los escombros y cuerpos. Había habido una masacre.
— ¿Chi-chicos?.— a Diane le tembló la voz y señaló algo justo en frente de sus rostros.
Los cuatro se detuvieron al ver aquel cuerpo tirado, aquellas ropas conocidas y la pequeña canasta que la amiga de Escanor solía cargar cuando iba en busca de hierbas.
Diane y King iban a correr a ver si era lo que ellos temían pero Merlín los detuvo. Iban a protestar hasta que vieron lo que la hechicera veía. La mirada del hombre pelinaranja se oscureció, toda su aura lo había hecho, y paso a paso se acercó al cuerpo que yacía en el suelo sin decir más.
— Escanor..— Diane dijo preocupada, mirando la escena junto a sus otros dos compañeros y con lágrimas comenzando a acumularse en sus bellos ojos violetas.
Escanor llegó frente al cuerpo y sintió un dolor aún más fuerte atravesando todo su corazón al verla. Su mirada se deformó por unos segundos y luego se agachó lentamente hacia el frío cuerpo de la muchacha que él tanto conocía. Sus ojos estaban cerrados y a no ser por las pequeñas manchas de sangre esparcidas por todo su rostro, sus ropas rotas y también manchadas, y las heridas en todo su cuerpo, cualquiera podía decir que estaba durmiendo plácidamente.
Escanor se sentó en el suelo y levantando un poco el cuerpo, tomó delicadamente la cabeza de la muchacha, apoyándola en su palma, mientras que con la otra tomaba sus manos y las acomodaba sobre su abdomen.
— Pequeña y débil mujer de gran corazón.— comenzó a hablar, con una mirada dura en su rostro. — ¿Por qué creíste que eras capaz de salir sin mi compañía y volver sana y salva?.— preguntó, como si aquella muchacha lo estuviera escuchando. — Sabiendo lo difícil que se han tornado las cosas para la gente común como tú..— negó con su cabeza y lentamente posó uno de sus dedos sobre el rostro de la muchacha.— Te ves tan tranquila y... en armonía.— murmuró. Acariciaba su piel como si fuese el objeto más frágil del mundo, como si un mínimo movimiento brusco pudiera romperla en pedazos. — Me has acompañado en una gran parte de mi viaje y en mi lucha, sin protestar ante ninguna de mis ordenes.— dijo, volviendo a dejar el cuerpo de la mujer suave y delicadamente sobre el duro suelo.— Tus sentimientos realmente llegaron a lo más profundo de mi corazón, cree en mis palabras.— viendo la canasta estropeada a su lado encontró un pequeño clavel solitario y manchado con un poco de sangre. Lo levantó del suelo y lo acomodó justo en medio de las manos de la mujer.— No dejaré que tu muerte sea en vano.— declaró. Su voz sonaba tranquila y serena pero su mirada era oscura, como si estuviera escondiendo el mismo inframundo dentro de sus pupilas. Elevó su tesoro sagrado, Rhiita, apuntándola al cielo y juró ante el viento.— De ahora en más lucharé para honrarte, y venceré a todo aquel que se oponga a mi voluntad.— declaró sin una pizca de duda en tono de voz ni en su lenguaje corporal. Estaba decidido y sabía que estaba diciendo.— No dejes de mirarme, pequeña campesina.— ordenó, rebosando de soberbia.— Triunfaré.— fue lo último que dijo para luego mirarla por unos segundos y despedirse con un ademán. Dando media vuelta, se marchó con una caminata lenta pero atemorizante, dejando oír sus firmes pisadas. Se marchó del lugar sin mediar palabra a sus otros tres compañeros presentes.
Cualquier ser en la tierra que siquiera piense en contradecir su sagrada palabra, se enfrentaría a la verdadera furia del pecado de la soberbia, símbolo del León, Escanor.
