Jungkook queda sin palabras en la lengua, solo asiente con la cabeza irremediablemente hipnotizado por el chico. Taehyung sonríe malicioso y satisfecho a la vez, y consiguen poner en marcha otra vez su camino.

Cuando a mitad de camino doblaron por una esquina, Jungkook se dio cuenta del lugar.

Entraron y tomaron asiento. Taehyung seguía conservando su brillante sonrisa y llamó a la mesera, quien llegó de inmediato.

—Buenas tardes. ¿Desean pedir algo?

—Sí, sí. Dos tazas de té y un surtido de sus mejores galletas.

Jungkook estaba innegablemente conmovido, y se avergonzó de sentir el calor subiendo por sus mejillas. Negó con la cabeza y miró a través del ventanal a su izquierda.

—Muy bien, llegarán enseguida.

Y así fue; mientras Jungkook se negó a devolver la mirada al chico y éste se reía chiflado el pedido aterrizó en la mesa.

—Que disfruten.

—Muchas gracias —dicen al unísono.

Observan las galletas de vainilla y chocolate en el platillo y aspiran su aroma.

—Mmm… —expresa el mayor— ¡Bon appétit!

—Bon… —intenta pronunciar— Eso.

Cada uno hinca el diente en una galleta crujiente y dan la gracias en su mente a quien fuera el creador de la galleta.

—Entonces ¿solo querías llevarme al café?

—Sí y no. Es mucho más que eso —sonríe con las mejillas rellenas de galleta.

—A veces eres jodidamente misterioso.

—Mira quien habla.

Jungkook ríe sonoro. —Entonces ¿me explicarás de qué va todo esto?

Taehyung deja la taza de hirviente té y coloca su índice en los labios del chico. —Todo a su tiempo, guapo.

Todo a su tiempo, todo a su tiempo… ¿Que no sabe que el tiempo es oro? ¡Es un ser vivo! Jungkook no es muy paciente que digamos.

—¿Hay alguna razón por la que haces todo esto?

Taehyung no para de mirarlo, como si se estuviera nutriendo de él con sus profundos ojos. Frota sus manos y su rostro toma color.

—Principalmente, tú.

Lo ha pensado mucho, y cree que van caminando sin rumbo por las calles hasta que llegan a un parque. Lo conoce bien pero no dice ni pío al percatarse.

—Taehyung…

—Espera, quiero… Debo…

Busca sus palabras en su vocabulario con el ceño fruncido y frota sus cabellos. Es inusual que maldiga, pero lo hace.

—Carajo.

—¿Qué pasa?

—Pues…

—¡Vaya! ¡Junta de clase! ¿No es excelente? —escuchan a sus espaldas— Mira Vernon, los encontré.

—Ni siquiera los estábamos buscando.

—Eso pasa —indica el mayor a Jungkook.

—Qué agradable coincidencia, Kim. Buenas tardes. Y a ti también, camaleón empedernido.

—No le hagan caso, Vernon recibió una mala pasada con el profesor y se ha irritado. Ignorenlo —pide el amigo con aires de travesura y perversión en sus palabras.

—Kunpimook, Hansol. Estamos en medio de algo y acaban de interrumpir, ¿necesitan algo?

—¡Eh! Que me llames Bam Bam, ¡te lo he dicho cuántas veces! —se enfada el chiquillo— Y ¿por qué todos se han estado encabronando con nosotros? Qué injusto —expresa con un puchero y el otro muchacho sigue de brazos cruzados.

—No lo dijo de mala manera, Bam. Vamos —calmó la extraña situación el castaño, quien estaba entremedio del curioso hombre y el dúo. —Esto…

Taehyung alza su cabeza para escrutar el cielo y suelta un suspiro.

—Bueno, pasado pisado. Que tengan buena tarde chicos, debemos irnos. Se nos hace tarde —apresura el asunto tomando control de la mano de Jungkook y alejándose de los otros—. ¡Nos vemos chicos!

—¡Jódanse! —escuchan al obstinado Vernon gritarles.

Sus pasos se vuelven apresurados ahora, Taehyung le pide que espere en una banca y desaparece en cosa de segundos. Si mal no recuerda, el castaño siente haberse sentado en aquella banca anteriormente, porque al mirar al frente te enamorabas de ese lago cristalino, y al mirar al cielo te obsesionabas con la lona entre el naranjo y el rosado, decorada con esponjosas nubes. Uno realmente está a gusto cuando se encuentra el punto de complacencia…

—Hey.

Taehyung había regresado con dos algodones de azúcar. Jungkook se ahogó en gozo.

—Increíble —alucinó—. Digo, tú eres increíble.

Tae toma asiento a su lado y le entrega un algodón a Jungkook. Aclara su garganta y clava la vista en sus zapatos.

—Quiero que sepas que recuerdo cada momento que pasamos juntos, Jungkook —suelta de repente. El nombrado deja de comer y le mira absorto. Taehyung traga duro y continúa—. Y no puedo estar más agradecido por ello. Me has cambiado para mejor y admito que eres una de las personas por las cuales daría mi vida. De verdad me gustas, y te lo estoy demostrando en este mismo instante —toma una bocanada de aire y con más confianza que antes, besa los nudillos de la mano de Jungkook y recorre con su nariz sus delgados dedos. —Te quiero —susurra—, te adoro, te admiro, ¡te…! —al levantar su voz lo hace también su cabeza y sus rostros quedan acotados por unos insignificantes centímetros—. Te amo.

Es allí cuando Taehyung pilla el lila francés reflejado en un rubor, en los ojos de Jungkook y en sus apetitosos belfos. ¿O quizá en el algodón de azúcar? ¿Qué hay del cielo?

—Jungkook —llama su nombre.

Y no hubo mejor contestación que un beso robado; Jungkook le calla con sus labios.

camaleón ¹ • taekookWhere stories live. Discover now