6 - Bienvenida, Naria

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La mañana llegó sin lluvia al fin, pero fría, con un viento que helaba el rostro. Pam se aseguró de colocarse su bufanda más calentita y un abrigo negro bombacho. Se acercó a su puerta para tomar su mochila, y salió.

Lo primero que recibió fue un golpe de luz del Sol, que la hizo cerrar sus ojos, luego vio a Okuyasu que la saludaba de la manera habitual, y después a Josuke, que sonreía abiertamente y agitaba su mano.

Inmediatamente notó que él tenía una bandita sobre el tabique de la nariz y otra en la mejilla derecha, sin mencionar que estaba lleno de arañazos, lo poco que se veía de su pecho estaba igual de arañado.

Pam se acercó a él y lo observó durante unos momentos con duda. Josuke se ruborizó ligeramente, pero no quitó la vista de encima. Ella pensó en que si preguntaba sobre una posible pelea con alguien sonaría como mamá regañona y no quería dejar una idea errónea en Josuke. Sabía que guardaban un secreto, y uno importante, y fuera lo que fuera, lo que significara «Stands», ya estaba comenzando, podía sentirlo, simplemente lo sabía.

Pam desvió la mirada con tristeza, confundiendo a los chicos, y solo preguntó en voz baja, después de suspirar: «¿Estás bien?», mientras tocaba con dedos temblorosos la bandita de la mejilla de Josuke que cubría una herida profunda, más que las otras que cubrían el rostro.

Pudo sentir un pequeño respingo de Josuke bajo el tacto de sus dedos; quizá fuera por el dolor. Pero la reacción del chico la tomó por sorpresa, algo que no se esperaba: Josuke asintió, mientras tomaba su mano entera con una de las suyas, y la acercaba a su mejilla, mientras cerraba los ojos.

Okuyasu hizo un ruido de asco y se alejó, para darles su espacio. Pam pensó que debía entrar en pánico y alcanzar, ambos, a su amigo de la cicatriz. Pero algo pegó sus pies al suelo; su mente y alma se esfumaron de su cuerpo, porque se perdió en la escena frente a ella: el chico que le parecía atractivo... no, ya no podía engañarse, últimamente había mucho «contacto físico» entre ellos, desde que la abrazó, los pequeños juegos de robarse papas, cuando ella lo abrazó y lo tuvo tan cerca de su rostro...

Josuke le gustaba, con un maldito demonio. A preocuparse por su estúpido interés romántico y probablemente «imposible», aunque ya no estaba segura, Josuke mostraba interés; pasaba por ella hasta su casa, la ayudaba en lo que podía, y estaba segura de que era el que había comprado el uniforme de gimnasia.

¡Alto! No, no quería subir hasta los cielos y luego que la tiraran hasta el fondo por pensar en idioteces. No, debía seguir como ahora y dejarse llevar, como mencionó Yukako en los baños... ya la habían lastimado mucho y no quería vivirlo de nuevo.

Josuke giró su rostro para gritarle a Okuyasu que los esperara, sin soltar la mano de Pam; así corrió hasta alcanzar a su amigo, donde ya la dejó libre.

—Lo siento, chicos, pero ustedes comen pan frente al hambriento —mencionó de manera alegórica Okuyasu, tratando de sonar dolido y serio, pero provocó sendas risotadas de sus amigos.

En fin, terminaron por perseguir a un Okuyasu dolido hasta la escuela, hasta ver, en la entrada, a Koichi y Yukako, tomados de la mano, mientras los saludaban.

—¡Buenos días, chicos! —gritó Koichi.

—¿Qué hay, Koichi? —respondió Josuke.

Las chicas se saludaron y se adelantaron a los salones, platicando, dejando al trío atrás.

—¿Todo bien, Pam? —preguntó Yukako en voz baja. No cabía duda, Yukako tenía un carácter difícil, pero era audaz, se fijaba en cosas que la mayoría no hacía; su percepción era increíble.

Una nueva emoción en Morioh. Josuke Higashikata x LectoraWhere stories live. Discover now