Segunda bala: Las reglas son para romperse

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El camino a la Academia Aihara nunca se había sentido tan incómodo, ni siquiera durante aquellos días de soledad en los cuales Mei había desaparecido. En la radio sonaba una alegre canción pop que Joey tarareaba con cara risueña y Yuzu seguía aferrada a Kumagoro. Sus brazos temblaban de cuándo en cuándo, su mirada estaba fija en la ventana con la esperanza de encontrar a Mei en el camino. Sin embargo, además de la preocupación por encontrar a su novia, había otro asunto que le molestaba.

Desde que escuchó esa palabra, no había dejado de pensar en ella. "Noviastra", vaya término inventado por el pelirrojo; tan perfecto y bochornoso a la vez para nombrar su relación amorosa. ¿Cómo era posible que ese tipo hablara de tal manera? Decir algo tan incómodo con toda la tranquilidad del mundo y sin titubear, además de tratarse de completos desconocidos. Yuzu lo miró y se preguntó cómo pudo conocer al abuelo Aihara. Hasta donde podía apreciar, el pelirrojo permanecía imperturbable y concentrado en la pantalla de su celular. Hizo a un lado a Kumagoro para asomarse sobre el hombro de Sky. Se suponía que existía la posibilidad de ser perseguidos por aquellos criminales, tal vez alguien les cerraría el paso en la próxima intersección y el matón a cargo de su seguridad estaba perdido en su teléfono. Sabía que no era correcto, no debía hacerlo, pero la curiosidad era más poderosa. ¿Qué era tan interesante en esa pantalla?

Muy despacio, Yuzu se acercó al hombro de Sky. Esperaba ver la interfaz de un sistema de seguridad, algún tipo de reporte o cualquier cosa referente a incidente que acababan de vivir. En vez de eso, distinguió algunas viñetas en blanco y negro, trazos finos y ojos enormes. No pudo ocultar su asombro ante tal descubrimiento; era imposible y extraño, aquel pistolero que la rescató y mató sin el menor remordimiento a cinco secuestradores estaba leyendo tranquilamente una manga moe y, no solo eso, Yuzu también era seguidora de esa obra.

—Si quieres te doy el nombre de la aplicación —dijo Sky de golpe, provocando un susto en Yuzu—. Fisgonear en los celulares ajenos es de mala educación.

—¡Lo siento! No quería molestarlo —respondió regresando a su lugar, pero al poco tiempo volvió a acercarse—. No puedo creer que usted también sea lector de La cicatriz secreta de Kyomori.

En ese momento Sky desvió la mira de su teléfono y se dirigió a Yuzu. Se sintió cegado por la radiante sonrisa y abrumado por sus ojos tan brillantes y llenos de energía. Cuando habló con el señor Aihara, este le había advertido que Yuzu era una chica bastante optimista y con una gran habilidad para conectar con la gente. Hacia solo unos minutos, la gyaru estaba en shock por verse en medio de un tiroteo y ahora, con solo distinguir ese manga, le sonreía amplia y alegremente. Demasiada alegría para el gusto de Julian Sky, sobre todo tomando en cuenta la reciente balacera. Se aclaró la garganta y volvió a concentrarse en su teléfono.

—Sí —respondió—. Es una autora joven pero muy hábil. No pensé que leyeras estas cosas.

—Para mí es más sorpréndete que usted lo haga —Yuzu poco a poco se desenvolvía mejor. Estaba superando el shock de manera favorable—. ¿Y lee otros manga lee?

—Cláusula 6 del contrato. No tengo que responder eso.

—Solo quiero romper un poco el hielo —reclamó Yuzu—. Si vamos a estar juntos por un tiempo, deberíamos llevarnos bien, ¿no?

—Cualquier yuri le viene bien —intervino Joey con gesto travieso—. Es su única afición y le da pena admitirlo.

—No me da pena admitirlo, solo quiero ser profesional y cumplir con mi contrato.

—Que solo es un pretexto tuyo para no socializar, ya conozco tus estrategias —agregó Joey con una sonrisa confianzuda—. Vamos, Julian, soy tu único amigo y todo lo que se de ti lo tuve que descubrir.

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