"las gotas no solo caen de el cielo" [G]

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El rubio despertó al sonar de su despertador. Estaba demasiado exhausto, no había dormido nada más que tan solo 3 horas por un extraño insomnio que tuvo en medio de la noche, por alguna razón pensamientos borrosos venían a su cabeza, además de su entrañable búsqueda en toda la mansión para encontrar a su abuelo, gracias a su mayordomo se enteró que este estaba en una junta a la cual Gold debía ir o si no, bien pudiera irse a su habitación a perder el tiempo como siempre. Gold sin pensarlo dos veces entró a su habitación y se encerró ahí sin poder conciliar el sueño.

-Joven Gold, su abuelo le ordena bajar a desayunar y preparar todos los documentos que necesitará el señor Golden para la junta a la cual usted será excluido- dijo el mayordomo para después salir del cuarto.

Sin más, el rubio se arregló y peinó su cabello, para después asegurarse en el espejo de que todo estuviera en orden para poder bajar.

Era de lo más normal para el recibir ordenes de su abuelo por medio de la servidumbre o de los mismos empleados de este, pero ahora ni siquiera en la hora del desayuno lo veía, o si lo hacia y se topaban a la hora de desayunar, el anciano pedía que retiraran su plato y salía de el gran comedor, cosa que aunque este fingiera no darle importancia, le provocaba un fuerte dolor y rabia para si.

No iba a salir corriendo como un pequeño por aquel hombre, el sabía que su postura era correcta a pesar de que su abuelo no lo viera de esa manera, y sin importar que, le daría una lección, mostraría lo capaz que era de ser independiente al mismo tiempo que se rebelaría en contra de los deseos del mayor.

Una vibración proveniente de sus pantalones lo sacó de sus pensamientos, cosa que lo dejó un poco confundido ya que era de lo más extraño recibir un mensaje que no fuera del teléfono que ocupa para el trabajo. Este lo sacó y al leer el mensaje rodó los ojos y volvió a guardar su celular, no tenía tiempo para distraerse en cosas tan disparatadas.

Se miró una vez más al espejo y se acomodó su chaleco sin mangas nuevamente para después tomar su maleta y salir de su recámara. Intentaba no mirar a los lados, sabía perfectamente que la servidumbre lo miraban al pasar, cosa que le incomodaba completamente, ¿que tenía de nuevo? ¿su ropa tal vez? ¿tenía algo en la cara? ¿O que había sucedido que por alguna extraña razón el desconocía?.

-No lo sabe, ¿verdad?- escuchó a una mucama susurrar a otra. Gold las miró y estas volvieron rápidamente a sus trabajos.

"Excelente, un secreto más" pensó el rubio mientras bajaba las grandes escaleras.

Sin más, entró a la limosina y enseguida dirigió su mirada a la ventana viendo como poco a poco se alejaba de aquella enorme mansión que con el tiempo se había vuelto una enorme prisión que era un recuerdo frecuente ello y de aquello, de lo que próximamente perdería y ganaría, demostrando completamente lo que era capaz de hacer.

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Al bajar de la limosina, el rubio entró sin más a la universidad demostrando -como era de costumbre- su firme y serio rostro.

Sentía como cada mañana las miradas se encontraban sobre él, susurros y una que otra persona que simplemente lo ignoraba como un alumno más, cosa que agradecía.

Desde muy pequeño este siempre había sido centro de atención en todos los lados a los que iba, y al inicio, cuando era pequeño, sentía que era impresionante, tener tantos ojos en él, tantas personas con miradas fascinadas sobre él, un simple niño que salía a jugar al parque por primeras y ultimas veces. A veces se les acercaba uno que otro niño para jugar con él, pero para después de un rato estos se iban dejando completamente solo al pequeño.

Después las miradas se volvieron incomodas en su adolescencia, sabía que estaban ahí pero no entendía el por que, solamente quería que se detuvieran, nadie se le acercaba y lo único que tenía eran esas "amistades" si aquellas personas pudieran llamarse así. La adolescencia se había vuelto un martirio completo, no entendía muchas cosas, era un chico inocente que intentaba crecer tal y como aquella mujer siempre había soñado que viviera, pero, lamentablemente, ese mundo su mundo estaba completamente podrido, y ese daño jamás podría ser sellado por nada. El sufrimiento y el dolor de descubrir todo aquello, la mascara de alegría y espíritu con la que veía cada esquina del mundo, fueron seriamente destruidas y remplazadas por una fuerte muralla que poco a poco se volvía más grande y más fuerte conforme aprendía como verdaderamente las cosas no podían brillar después de todo.

Todo menos TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora