"Principio y Final"

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Recordar aquellos días no me hacen precisamente feliz, más bien, me duele mucho volver dos años atrás y socavar aquellos recuerdos que si pidiera los hundiría en el mar. Sin embargo, siempre están allí y cuando los invocó vienen tan nítidos como si los estuviera viviendo todos de nuevo.

-- ¡¡Richard!! ¡Ven aquí!--grito mi madre cuando yo intentaba escabullirse por la puerta delantera.

Era una mañana en casa, todo normal para alguien que lo viera desde afuera, pero nadie sospechaba de lo que en verdad pasaba entre esas cuatro paredes. En el comedor, a minutos de que le almuerzo fuera servido, mamá y papá intercambiaban ideas de lodo ortodoxo. Mientras yo lo escuchaba todo desde mi cuarto escalera arriba.

Estaba raro de tiene que soportar todas sus discusiones, era una escena que se repetía casi a diario. Los "Casarme contigo fue lo peor que me pudo haberme pasado" y sus derivado siempre eran partes de sus problemas.

La mayoría de las veces intentaba ignorarlos, no dejaría que afectarán sus discusiones. Después de todo, eran problemas de ellos, yo no tenia lugar allí, por suerte. Aunque muchas veces me metían en medio.

Pero esa había sido la gota que rebasó el vaso. La paciencia llega hasta cierto límite, y yo tenía paciencia de sobra ¿o eso era lo que yo creia?, sin embargo, debía poner un punto final a esa ira que se amontonan en mi pecho.

Respire hondo para no dejar que me afectarán sus gritos como todas las veces anteriores.

La línea que hasta entonces estaba trazando en otro de los retratos que solía hacer de mi novio se salió de su lugar a causa de los nervios. Solía dibujar o componer cuando me sentía acorralado, normalmente solía calmarme, pero no esa vez. No lo soporte.

No me arruinaron la existencia con peleas donde yo no tenía nada que ver, no echarían a perder mi usual buen humor a causa de sus peleas estúpidas.

La discusión de ese día había empezado con la frase de siempre: ¿Qué quieres decir con eso? Por parte de mamá respondiendo algún comentario sarcástico de papá, lo que le continuaba oleadas de frases que prácticamente me sabía de memoria. Papá pensaba que mamá se la pasaba mucho tiempo en su pequeña librería en las afuera de Stanford, y mamá respondía que si le pasará más dinero no tenía se trabajar horas extras...
Así empezaba y así también podría pasar una noche y no llegarían a un acuerdo. Simplemente se cansaba o uno de los dos recordaba que hora era y se iba a dormir en el cuarto de visitas.

Estaba cansado de escucharlos por lo que tome mi abrigo y me decidí por dar un paseo en el auto que me habían regalado por mis veinte años --poco también, muchas veces, de esas discusiones-- Afuera era invierno crudo y oscuro a pesar de ser mediodía.

Invierno que voy a odiar toda mi vida.

- ¡Richard! -volvió a gritar mamá, ahora detrás de mí, que ya tenía la mano sobre el pomo de la puerta.

- ¿Qué pasa, mamá? -intenté modular la voz, me habían enseñado a no levantarle la voz a los mayores.

- ¿Dónde vas? Quédate.

- ¡¿Quieres que me quede?! ¿A qué? ¿A presenciar como se atacan el uno al otro, otra vez? - no pude evitar explotar, algún día lo haría- ¡Sé sus diálogos de memoria, mamá! Puedo recordarlos cada vez que quisiera si lo que quiero es torturarme. Pero no más, ¡estoy harto! Harto de escucharlos, harto de tener que soportar sus escenas. ¿Sabían que se los escucha desde la otra cuadra? No es muy agradable saber que mis compañeros se enteraron de los problemas maritales entre ustedes. De hecho, no sé por qué sigo hablando. Me voy -anuncié ante la mirada perpleja de mi mamá que se había quedado paralizada a un metro de mí. Me giré para abrir la puerta.

- ¡Richard Yashel Camacho! ¡Vuelve aquí! - ese era mi padre con aquel tono de autoridad suyo, que hacía su aparición en escena dando zancadas desde la cocina.

- Mírame hacerlo- le desafié lleno de sarcasmo, y salí.

No me siguieron, o al menos no los vi detrás de mí de camino a mi despintado Ford del 95. Era de segunda mano, pero era mío y quizás una de las pocas cosas que podían pertenecerme dentro de esa casa, aparte de mis dibujos y mis intentos de canciones.

Subí frente al volante y levanté todos los cristales, encendí la calefacción y las ruedas chirriaron contra el pavimento cuando aceleré a fondo. Escapé, no estaba seguro de dónde ir, sólo quería desaparecer. De ser posible abrir un agujero en el suelo y enterrarme en él.

Mientras conducía sentía esa lacerante presión en el pecho que me hacía ver que estaba fuera de lugar, o incluso sobrando. Estaba ocupando espacio dentro de una familia, dentro de una casa, no hacía nada bueno ni tampoco nada malo, y ni si lo hiciera... mis padres jamás se darían cuenta de ello. Sólo respiraba, ni siquiera vivía.

¿Qué sentido tenía estar dentro de una familia donde tu nombre jamás había estado en una misma oración que las palabras "admiración" y "orgullo"? No tenía sentido.

Iba por una de las calles principales de Stratford a unos ochenta kilómetros por hora, la nieve comenzaba a caer de nuevo en forma de pequeños copos blancos que terminaban estrellados en el parabrisas, y el auto resultaba más difícil de controlar con la fina capa de hielo que se había formado bajo las ruedas y sobre el asfalto.

No había mucho tránsito por lo que eso ayudaba un poco. Recordé a mi novia, la imagen de Alice me trajo una esperanza, si iba a visitarla de seguro me sentiría mejor, ella siempre lograba sacarme una sonrisa.

De sólo imaginarme su rostro angelical, con un par de mechones rubios y ondulados cayéndole a ambos lados, sus ojos castaños, su sonrisa blanca, su risita nerviosa y el rubor que invadía sus pómulos cuando le decía que la quería... todo parecía tan sencillo.

Lo estaba considerando cuando aceleré un poco más, la aguja del velocímetro casi llegaba a los noventa kilómetros.

Sólo oí el impresionante sonido que provenía de mi costado derecho, me giré a ver quitando a duras penas la vista del camino que bruscamente se giraba y vi que una camioneta negra había impactado con la parte trasera de mi auto logrando que perdiera completamente el control.

El ruido de la estructura de mi coche quebrándose por el choque aún resonaba en mis oídos cuando me vi dando tumbos, deslizándome y con las ruedas chillando contra el asfalto, era inútil tratar de domar al coche... era inminente. Cuando fui consciente de lo que tenía enfrente, ya era demasiado tarde.

Mi auto colisionó de lleno con el poste de luz ubicado en la esquina siguiente de la que había presenciado el choque, plegándose como si de un acordeón se tratara y rápidamente lanzándome fuera de mi Ford. Supe que perdí el conocimiento antes de llegar al suelo, porque lo último que escuché fue el sonido de los cristales de mi parabrisas quebrándose contra mi cabeza y sentí que algo caliente se deslizaba desde los cortes.

Aquel impacto me sumió en una completa oscuridad casi al instante, y supe que debía agradecerlo, aquello era más agradable que lo que sabía que me esperaba, si seguía consciente.

Oscuridad que sería mi compañera por más tiempo del que cualquier persona cuerda sería capaz de soportar, aunque en ese momento no estuviera en condiciones de hacer otra cosa que no fuera aferrarme a ella con todas mis fuerzas, aferrarme a la única cosa que sabía que existía, porque lo que era mi cuerpo... simplemente no lo encontraba, no lo sentía.

Bien podría seguir cayendo al suelo, o quizás ya estaría sobre él, con los huesos rotos o quizás no... de repente olvidé todo. Todo cuanto había pasado desde unos segundos antes para atrás.

"Luz de Media Noche" (Richard Camacho y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora