Capítulo 34

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Ruggero se esperaba que Karol necesitase más tiempo,  o intentase encontrar alguna excusa por la que no pudiera irse a vivir a su casa, pero parecía decidida a hacer lo que fuera para cumplir los términos del contrato que había redactado con él.

Su respeto por ella creció un poco al darse cuenta.  Cuanto más la conocía como persona, menos temor le inspiraba lo que pudiera acabar escribiendo sobre él.  ¡Que tontería! Debía tener presente que estaba allí para conseguir un reportaje, y él se iba a asegurar de que obtuviera la información que él quisiera y nada más.

Su piso era el ático de un edificio en el Upper East Side.  Ocupaba todo un lateral del edificio, y la pared que daba a la terraza era totalmente de cristal. Había gastado un dineral en decorarlo, en convertirlo en un hogar que le daba la bienvenida nada más abrir la puerta.

Invitó a pasar a Karol.  El llevaba una pequeña bolsa de viaje; ella, su portátil y el bolso.  Randall portaba el resto de su equipaje, pero en conjunto no era mucho lo que llevaba.

-Bienvenida a mi casa - le dijo al traspasar el umbral,  que daba directamente al espacioso salón abierto.

-Gracias.  He tenido que decirles a mis padres que me iba a quedar en casa de un amigo porque en mi casa hay obras -le explicó a botepronto-.  Mi madre Me llama casa a todas horas.

Se fue la única pista que tuvo de que estaba nerviosa ante la idea de vivir con él.

-Bueno. ¿Quieres darles el número de mi casa?

-Si no te importa...  así se sentirá mejor.  Pero no quiero que sepa nada de ti. 

-¿Que quieres decir?

-Que si saben que estoy viviendo contigo querrán conocerte, y luego, cuando rompamos en un mes,  se llevarán una Desilución enorme por mí, por ellos, y por los nietos que se mueren por tener.

-Mi madre también es un poco así.

-Entonces te haces una idea.

-Voy a dejarte mi dormitorio para que tengas más intimidad.  Sé que te preocupa que mi insistencia en que vivieras aquí para dejarte Sin tu independencia.

Ella asintió.

-Gracias.  Sólo escribir mucho en casa porque la oficina Hay mucho ruido.

La condujo a una espaciosa habitación de invitados que quedaba junto al dormitorio principal.

-Esta habitación tiene escritorio, aunque también podemos traer de tu casa si lo prefieres.

-Este servira.

Dejó la bolsa sobre la cama y se quedó parado un instante.  Nunca antes había tenido una amante. Podrá imaginarse a sí mismo como un jeque Y a ella como parte de su harén,  pero sabía que no debía ocurrírsele ni de lejos pedirle que se desnudara.

-Te dejo para que te instales -dijo-.  ¿Has cenado?

-No.  He tenido un día más ajetreado de lo que esperaba.

-Yo tampoco he cenado.  ¿Quieres que tomamos algo en el patio Dentro de veinte minutos? Mi ama de llaves nos ha dejado la cena preparada.

-Estupendo.

Ruggero decidió salir de allí lo más deprisa posible, no fuera a Rendirse a sus instintos y a lanzarla sobre la cama.  Llevaba todo el día imaginandose ese momento: Lo que haría una vez la tuviera en su casa.  Había decidido que el mejor modo de proceder sería mantener la un poco en ascuas.  Pero no había contado con que ella también podía mantenerlo a él del mismo modo.

Fue a su dormitorio yse quitó el traje para ponerse unos pantalones cortos caqui y una simple camiseta negra. Revisó los correos y contestó los surgentes.  Luego se sentó en la mecedora que tenía junto a la cama y se dio cuenta de que le excitaba tener ácaros en su casa.

A veces,  cuando estaba allí, se sentía solo.  Nunca había invitado a nadie a pasar la noche en su casa y le gustaba tener compañía.  La única inquietud que sentía se debía al control que tenía que ejercer sobre sí mismo para no hacer ningún comentario que ella pudiera utilizar después en sus artículos.

Llamaron a la puerta, y mientras se guardaba el móvil en el bolsillo, fue a abrir.  Karol estaba allí, vestida con unos ceñidos vaqueros y una camiseta corta.  Iba descalza, y se había recogido el pelo en una coleta alta.

-Esta es tu habitación, ¿no?  - preguntó pasando junto a él.

-Sí.

No podía apartar la mirada de ella Pretendía que el sexo fuera lo que evitará que hiciese demasiadas preguntas, pero no había contado con que ella podía distraer lo del mismo modo.

Se acercó a la cómoda de caoba y pasó un dedo por su pulida superficie.  Había en ella una pequeña caja de relojes y una fotografía de su madre y su hermana tomada la Navidad anterior, pero aparte de eso la alcoba estaba desprovista de recuerdos personales.

-Un poco aséptica,  ¿no?

-No me gusta los cachivaches.  Y menos aquí.  ¿Que esperabas encontrar?

-Alguna pista del Ruggero Pasquarelli real.

-Encontrarás más pistas sobre él en la cama, castaña.

-¿Por que me llamas así?

-No lo sé.  Porque eres una mujer intensa y llena de pasión. Me parece que te queda bien.

Ella asintió.

-Cuando era pequeña, odiaba mi pelo.

-Y yo odiaba que todo el mundo creyera conocerme.

-Me lo imagino.  ¿Fuiste a un colegio privado?

-Si,  muy exclusivo. Muchas familias de las de rancio abolengo,  así que los alumnos proveníamos de un entorno similar.  Incluso la mayoría de las familias se conocían.

-Pero tú eras diferente a los otros chicos.,  ¿no?

-Eso creía yo,  pero me imagino que todos lo creíamos.  Es difícil ser un Rebelde cuando se tiene todo.

-Supongo qué al perderlo todo de pronto, te resultó mucho más fácil.

-Podría decirse que sí.  Vamos a la cocina.  Creo que voy a necesitar una copa.

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