2. Los Cuervos

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VOLANTIS

Las calles de la ciudad estaban repletas de gente a media tarde cuando la mayoría de los volantineses finalizaban sus quehaceres diarios. Éstos se agolpaban especialmente en las tabernas y en los mercados, mezclándose con turistas y comerciantes. En las más estrechas calles a veces resultaba muy difícil avanzar pero siempre se podía uno entrener sin aburrirse en su camino, incluso sin gastar dinero, apreciando grandes placeres como el agradable aroma a especias y flores exóticas o la hermosa vista que ofrecían las costosas telas de seda que se extendían en los puestos.

A Daenerys le encantaba salir a esa hora ya que la multitud y el desorden le ayudaban a pasar más desapercibida. Aunque había podido percibir en las conversaciones de la gente de ese entorno que la seguían adorando prefería por seguridad mantener su identidad en secreto ocultando totalmente su cabello con un amplio fular. Después de todo ahora no sólo estaba en peligro su propia seguridad sino también la de su bebé por venir.

Las señoras que estaban en los puestos regularmente la conocían simplemente como Dany, la dulce y sonriente joven embarazada que ayudaba a la gente. Porque aún desde una posición baja a ella le gustaba ayudar en todo lo que podía. Dar alimento a un mendigo, socorrer a un niño perdido o tal como ahora se estaba ofreciendo a cargar la compra de una anciana hasta su casa. Pero esta vez, Arhea la sacerdotisa roja que siempre la acompañaba, la detuvo. Tenía mucha prisa desde hace rato por regresar al templo rojo.

-Dany, mírate, no ves que no puedes cargar eso ya en tu estado -la recriminó a la vez que la quitaba la bolsa de las manos y se lo entregaba a la anciana- me temo que va a tener que buscarse a otra persona. Mil disculpas señora por la distracción.

-Para ti nunca nada es conveniente -se quejó Dany- pudiste al menos ayudarla tú, yo me las puedo arreglar sola, no me iba a pasar nada -continuó quejándose fastidiada cuando la anciana ya se había alejado lo suficiente.

-Puede pasar. Una mujer sola siempre estará más desprotegida e incluso si yo cargo aquello y tú vas a mi lado no se sabe donde nos meta esa señora, esta ciudad tiene callejones realmente peligrosos.

-Pero tú conoces, tú otras veces...

-No podemos tentar a las sombras Dany -la interrumpió- ya no. Se acercan, lo estoy sintiendo. Será mejor que nos apresuremos, la noche caerá sobre nosotros pronto.

Daenerys siseó y se quedó parada molesta. Siempre que una sacerdotisa estaba en desacuerdo con ella lo argumentaba apoyándose en el destino. Nunca podía defenderse ante eso.

-Escucha, sé que te sientes aún mal por aquello que provocaste, de verdad que no fue tu error. Pero aún lo fuera ayudar continuamente a la gente de aquí no hará que Desembarco del Rey vuelva a ser el que era.

Dany apretó los dientes impotente. Sus pensamientos se trasladaron repentinamente a Desembarco del Rey e irremediablemente unas pocas lágrimas mojaron sus mejillas. Nunca hablaba de ello pero realmente le dolía. Le dolía demasiado. Aún oía los gritos de los niños en sus pesadillas. Aún se levantaba llorando incapaz de comprender que le llevó a tomar aquella decisión. Aún era incapaz de acercarse a Drogon cada vez que este aterrizaba sobre la ciudad suplicando su atención entre llantos. Aún dudaba hasta de ella misma. ¿Era realmente malvada? ¿estaba loca? -se preguntaba una y otra vez. Los tiempos en los que liberaba a miles de esclavos y tenía la capacidad por velar por el bienestar de toda una población quedaban ya tan lejanos. Entonces pensaba en él y era aún peor.

Por todo aquello necesitaba estar entretenida y sobre todo sentirse útil. Aún cuando sabía que hacerlo ahora en su situación suponía asumir riesgos, ya que mayor riesgo parecía ser para ella su salud mental.

El retorno de Daenerys TargaryenOnde histórias criam vida. Descubra agora