17. Prioridades

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ATALAYA DE AGUASGRISES

Un cuervo blanco se asomó a uno de los tantos pantanos que habitaban aquel lugar pero deslizó sus alas en el mismo momento en el que lo pudo vislumbrar entre la intensa niebla y dio la vuelta tomando la misma dirección por la que había venido. Era casi de noche y en el punto más sureño de las tierras del norte como era habitual reinaba una tranquilidad absoluta, profunda y solemne.

Desde la ventana de lo más alto de una torre cimentada sobre una isla flotante un par de ojos vivaces contemplaban la escena con interés al mismo tiempo que unas pequeñas manos se impulsaban energéticamente a lanzarse al exterior abandonando su quietud habitual. Hasta que en el momento más álgido una sombra lo devolvió completamente al interior del cuarto. Era solo un bebé. Éste se revolvía en los brazos de su rescatista, su abuelo, quien parecía entender todo lo que decía pese a ser aún incomprensible para cualquier mente humana.

-Cuántas veces te lo tengo que decir, Howly -le dijo su abuelo con gestos de reprimenda- aquí no entran nunca aves, ni siquiera cuervos.

El niño hizo pucheros e intentó escurrirse de nuevo de los brazos de su abuelo sin éxito. El hombre ya entrado en años era el señor de aquellos pantanos pero parecía siempre estar justo en el preciso instante y lugar siempre que se requería. Él era otro señor cualquiera pero que llevaba tantos años encerrado en su castillo que ya todo el mundo le había olvidado. Él era Howland Reed y tampoco le hacía falta nada más que no tuviera en esa torre. Esta vez incluso no le hizo falta recurrir a la magia para adivinar lo que quería decir con sus nuevos balbuceos su nieto. Aún no sabía ni andar pero estaba empeñado en que podría volar.

-Cuando llegue la primavera ya habrás crecido al menos lo suficiente, entonces podrás viajar a la Isla de los Rostros y saber todo lo que hay que saber.

-Ya es primavera -afirmó con tono plano otra voz. Cualquier persona podría pensar que no había seguridad en su propia afirmación pero eran realmente la apatía y el desinterés las que hacía sentir vacías sus palabras.

Howland miró hacia la dirección de donde provenía la voz. Una mujer joven de cabellera castaña y rizada estaba frente a él. Se trataba de su primogénita. Meera. Hacía ya año y medio que había regresado al hogar familiar. Ella estaba tan diferente a aquella última vez, cuando la mandó con su hermano al norte. Algo que ahora ella parecía que iba a reprocharle hasta el fin de sus días. Ella era la que más se parecía a su difunta esposa pero ahora también la viveza en su rostro parecía haberse esfumado para siempre.

Él no pudo evitar dedicarle una sonrisa compasiva pero su deber era negar con rotundidad la afirmación de su hija.

-Después de un invierno tan corto solo puede haber una primavera más corta aún -aseguró él con vehemencia-. Pero ni siquiera puede denominarse así, más bien sería como...

-La falsa primavera -se precipitó a interrumpirlo Meera. Ella creyó adivinar. Ya hubo una supuesta falsa primavera una vez. Conocía perfectamente la leyenda que se cuenta con respecto al único evento celebrado en aquel breve espacio de tiempo, el Torneo de Harrenhal. Se cuenta que un caballero misterioso apodado el Caballero del Árbol Sonriente apareció de la nada con la ayuda de unos jóvenes lobos para ganar un combate con la único deseo de impartir justicia sobre unos escuderos que habían acosado a un lacustre proveniente de aquellos mismos pantanos. El resto que se cuenta de ese evento es historia cierta y reconocida de tanta relevancia que opacaba todo lo anterior por lo que no estaba segura de que esa parte fuera real o un simple cuento para niños. De lo que si estaba segura es de que no quería escuchar la historia una vez más. Estaba aburrida de escucharla una y otra vez. Su padre parecía tener una extraña obsesión con ello. -Aquello ya pasó -afirmó ella queriendo pasar página. De eso y de tantas otras cosas más pasadas incluso bastante después-. ¿Entonces? ¿no es primavera?

El retorno de Daenerys TargaryenWhere stories live. Discover now