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Martirizado corazón.


1 de mayo de 1924.

Estuve toda la noche en vela preguntándome que le había causado tal reacción a la señora Aleid. Ella nunca me había mirado con tal expresión, se veía afligida, sobre todo asustada. Cuando vi los primeros destellos de luz me dirigí hacia el piano, mire con soslayo hacia las escaleras y comencé  tocar la primera canción que compuse con la esperanza de que Aleid bajara.

Estuve así durante horas pensando en alguna solución, se hizo más tarde, los demás chicos despertaron. Una hora después se encontraban todos sentados escuchándome tocar. Dos horas más tarde, se encontraban haciendo el desayuno además de sus deberes. Un poco más adelante, Aleid al fin se digno a bajar.

—Ruud. Tenemos que hablar —dijo apagada.

—Está bien.

Ella se sentó en una silla cerca de la ventana. Me lanzo una mirada la cual me invitaba a sentarme en la silla sobrante, me acerque con cautela y me senté esperando a que ella comenzara. Luego de unos minutos en silencio ella se giro hacia mí.

—No puedes aceptar aquella invitación a tocar —dijo tajante.

Primero la miré estupefacto esperando a que se ría, o simplemente me dijera que era alguna broma de mal gusto, más ella me siguió mirando con aquella mirada penetrante, sin ningún atisbo de burla.

—¿Cómo puedes pedirme desechar esa oportunidad? —pregunté mientras apretaba los dientes con fuerza tratando de subyugar el enojo, debido a su petición.

—No puedo decirte mis razones.

—¿¡Esperas que rechace la oportunidad de mi vida sin ni siquiera una mísera explicación!? —grité consternado.

—Ruud por favor... —ella me miró por un momento como si debatiera algo internamente —. Necesito que confíes en mí, no puedo darte una razón. Lo único que puedo decirte es que lo hago para protegerte.

—Lo siento Aleid, no renunciare a tal oportunidad.

Ella me observó durante un largo rato tratando de convencerme con la mirada pero no cedí. Yo aceptaría esa oportunidad.

—Si no renuncias a esa invitación entonces...

—¿Entonces?

—Quiero que te vayas, si no aceptas esa única petición entonces márchate.

—Aleid... —susurré atónito ante sus palabras, la mire directamente a los ojos mas solo pude confirmas la veracidad de sus palabras.

—Tienes hasta mañana para darme una respuesta, si decides ir entonces puedes recoger todas tus cosas.

Por un momento sentí como la tristeza inundaba mi corazón. No podía creer lo sucedido. Simplemente no podía. Para mi Aleid es mi madre, no sabía que pensar ante el hecho de la persona más apreciada en este mundo para mí, me estaba echando de mi único hogar. Me levante de aquella silla porque sentía que me asfixiaba, no pensaba, todo estaba nublado en mi mente. Mire a todos lados en busca de respuesta más la única que llego a mi mente fue salir de aquel lugar.

Tome mi chaqueta del recibidor y enseguida salí corriendo sin rumbo. Corrí mas rápido. Mis ojos comenzaron a aguarse. Me aleje más de la casa. Las lagrimas salieron sin parecer tener final alguno. Llegué a un lugar alejado, entonces ahí. Explote en llantos y gritos de frustración. Me iba derrumbando poco a poco en el suelo mientras golpeaba la maleza con fervor. En ese momento no me importaba mi alrededor, solo quería gritar, dejar que todo salga de mi lastimado corazón, porque de algo estaba seguro. No rechazaría aquella oportunidad. Eso significaría, marcharme.

Entre Sol y Fa.Where stories live. Discover now