2

28 4 0
                                    

5 de enero de 1919.

Caminaba por las atestadas calles del mercado haciendo algunos recados para la señora Aleid, ya que se encontraba en cama por una fuerte fiebre de la que se contagio en noviembre. Mientras iba examinando cada puesto del mercado percibí el olor dulzón de stroopwafel proveniente del puesto al final de la calle. Caminé encantado hasta ese dulce aroma y en menos de un parpadeo me encontraba frente a la tienda.


—¿Se te ofrece algo? —preguntó una chica de algunos 13 o 15 años de cabellera rubia que descendía como cascada hasta llegar a su cintura, con unos hermosos ojos azules, una piel tan blanca como la porcelana y mejillas rosadas. Parecía un ángel.

Me quede estático en mi lugar tratando de formular una oración convencional que no me haga parecer un estúpido. Tome una bocanada de aire y mire aquellos hermosos ojos.

—Me gustaría un stroopwafels por favor —respondí con naturalidad mientras forzaba una sonrisa para que no notara mi nerviosismo.

Ella sonrió con la sonrisa más deslumbrante. En ese momento caí enamorado por aquella chica de cabellos rubios.

—¿Desea algo más? —preguntó con delicadeza me pasaba el wafel.
—No, gracias —ella sonrió y me quede aún mas embobado.

Le pague el dinero, ella sonrió agradecida. Me despedí con un pequeño asentamiento de cabeza y di media vuelta para salir disparado. Llegue hasta el puesto de vegetales, mire un rato las verduras para ver su estado y como el precio era razonable no dude en comprar un par, tome las que me había mencionado la señora Aleid y le pague al señor para después irme a casa.

El camino de regreso era un poco largo ya que el orfanato se encontraba un poco alejado de la parte central de la ciudad. El frio también estaba comenzando a intensificarse mientras más se adentraba enero, según algunas personas era muy posible que nevara este año. Eso significaría que el lago al lado del orfanato se cristalizaría y podríamos patinar como algunos años atrás.

Llegue al orfanato después de casi dos horas de caminata y toque la puerta para que me abriera uno de los chicos, al instante la puerta fue abierta y sonreí aliviado porque al fin entraría en calor.

—¿Jaap como se encuentra la señora? —pregunté angustiado después de colgar los guantes y el abrigo.
—Ella está mejorando —dijo con una pequeña sonrisa.

Lo mire un poco mas aliviado, él tomo una de las bolsas del mercado para llevarla a la cocina, tome el resto y fui detrás de él. Al llegar encontré a los demás chicos del orfanato ayudando a preparar la cena. Todos reían y celebraban que la señora comenzaba a sentirte mejor y ya no tendrían esa opresión en el corazón debido al malestar de Aleid. Sonreí al verlos y los salude con alegría a lo que todos me correspondieron con el mismo entusiasmó.

—Ruud, Ruud. ¿Trajiste dulces? —preguntó enardecido el más pequeño de todos que tan solo tenía cinco años.
—Si Thomas traje algunos del mercado —pose la bolsa con dulces en sus manos—, la compartes con todos. ¿Bien?
—¡Bien! —exclamó feliz antes de ir a repartir los dulces.

Les di una última mirada a los chicos y subí las escaleras para ir a la recamara de Aleid. Toque la puerta antes de pasar y escuché un suave pase del otro lado. Abrí la puerta con lentitud y encontré a la señora Aleid sentada en una silla mientras admiraba el exterior con parsimonia. Ella se giro hacía mi y sonrió con la tranquilidad que la caracterizaba.

—Ruud, ¿ha pasado algo interesante hoy? —preguntó ella con cierta diversión en su voz.
—Yo ehm, pues...
—Parece que si paso algo interesante —me interrumpió Aleid con una grata sonrisa—, sabes que puedes contármelo con confianza Ruud.

La mire indeciso mientras me debatía entre contarle lo sucedido en el mercado, o simplemente mentirle aunque supiera que ella no me creería.

—Conocí a una chica —dije mientras el calor subía a mis orejas y mejillas.
—Oh, ahora todo tiene sentido. ¿Cómo es la chica que le robo el corazón a mi Ruud? —preguntó Aleid cantarina.
—Pues no se mucho la verdad, simplemente me venció algo, mas su belleza me cautivo por completo —sonreí en mi interior mientras imaginaba los rasgos de aquella chica y de repente me dieron ganas de tocar el piano.
—¿Quieres tocar el piano?
—¿Cómo lo supiste? —pregunté confundido.
—Tu sonrisa me lo dijo todo —respondió Aleid mientras con la cabeza hacia un gesto para que fuera corriendo tocar el piano, asentí feliz y me despedí.

Corrí escaleras abajo lo mas rápido que pude porque sentía que si no llegaba a tiempo al piano entonces las notas que comenzaron a formarse en mi cabeza desaparecerían por completo si no las vaciaba en el piano y las transcribía en una partitura, no la podría recordar de nuevo. Levante la tapa del piano y tome un par de hojas junto con un lápiz, comencé a escribir rápidamente mientras de vez en cuando tocaba unos acordes suaves para imitar el sonido de mi mente. Al terminar de escribir, todos los del orfanato se encontraban rodeándome.

Acomode la partitura en las partes las cual tendría dificultad de tocar y estire mis dedos para después posarlo sobre las teclas. Me giré hacia la señora Aleid que se encontraba sentada en el lugar de siempre y comencé.

Al principio comencé suave como si acariciara una rosa, después aumente la rapidez como si corriera por un campó mientras sostenía la mano de aquella chica salida de un cuento de fantasía. Mientras más tocaba más me perdía en el sonido del piano.
Las personas a mi alrededor iban desapareciendo hasta que no quedo nadie en la sala, tocaba como si me hubieran poseído y en mi mente solo resonaban aquellas notas. En un momento me pareció que el instrumento emitía sonidos como el del agua sobre piedras y trino de pájaros en el cielo.

Cuando estaba llegando a la parte final de la canción el mundo a mi alrededor comenzaba a aparecer y comencé a vislumbrar a las personas a mi alrededor. Cuando toque la última nota miré hacia donde estaba la señora Aleid, pude ver como las lagrimas salían de sus ojos y su sonrisa se ensanchaba. Paso un momento de silencio en el que parecía que todos estaban en un sueño sin fin, hasta que uno de los chicos se paro y comenzó a aplaudirme. Después les siguieron los demás y pude notar que algunos tenían los ojos aguados.

—Simplemente hermoso Ruud —artículo la señora Aleid con una voz muy dulce.
—Gracias —murmuré a punto de llorar por lo bien que se sentía ver a todos ellos tan felices por escuchar mi música.

Todos comenzaron a silbar y gritar palabras de orgullo. Esta sensación en mi pecho se sentía bien.

Entre Sol y Fa.Where stories live. Discover now