𝐃𝐨𝐫𝐢𝐭𝐨 𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬 | Chris Evans [En Edición]

4 ➳ Steve ✓

No lamento haberle gritado. Es decir, todos quedaron sorprendidos con mi actitud, incluso yo misma, pero ya no lo soporto. Es tan malditamente perfecto que lo hace odioso. Odio que me guste. La verdad es que no quiero admitirlo, nunca admitiré que estoy enamorada de ese viejo pedazo de hielo descongelado. El sonido de la puerta invadió mis pensamientos y dirigí mi mirada hacia ella. Era él.

—_____.

—¿Qué ocurre ahora?

Sonríe, con esa sonrisa tan asquerosamente perfecta.

—¿Podrías hablarme bien?

—¿Para qué?

—Porque te quiero y me duele que seas así conmigo. ¿Qué acaso no recuerdas nuestra última cita?

—¿Era una cita? —tartamudeé apenas, sin embargo hice el intento de mostrarme fuerte y firme.

Su rostro mostraba una expresión confundida y a la vez dolida.

—Para mí lo fue —dicho eso cerró la puerta con algo de furia y se fue.

La cagué.

Empecé a caminar rápido hasta la puerta y traté de visualizarlo entre todos los agentes que había a mi alrededor. Comencé a empujar a algunos mientras un casi inaudible "permiso" salía de mi boca.

Pude visualizar a Rogers pero estaba bastante lejos de donde yo me encontraba.

—¡Steve!

Se dió vuelta, un poco ¿asombrado? pero automáticamente volvió a mirarme con una expresión de indiferencia.

—¿Qué ocurre ahora, _______?

—Yo... Lo siento.

—¿Qué sientes? ¡No sientes nada, ______! Lo único que haces es tratarme como si fuese idiota. Un día me dices que sí, y al otro que no. No entiendo, ¿sabes? No entiendo que es lo que sientes por mí.

—Odio no tenerte cerca y odio que no me hayas llamado o hablado luego de la cita, odio que en vez de eso hayas decidido ignorarme... Pero sobre todo, ¡odio no poder odiarte porque no te odio, ni siquiera un poco! ¡¡¡Nada en absoluto!!!

—_____...

—Te odio por ser tan encantador y por enamorarme desde el primer momento. Me odio por amarte de esta manera, sin límites y sin importar nada. Y, probablemente, más tarde me odiaré por hacer esto.

Tomé su rostro y sin dudar un segundo más, junté nuestros labios en un cálido y pequeño beso.

—Yo también te amo.

—Hey, yo no dije que te amaba. Dije que me odiaba por hacerlo.

Ambos sonreímos.

—Técnicamente lo dijiste.

Sentí el calor subir desde la planta de mis pies hasta las mejillas y supe que me había convertido en un auténtico tomate.

—Ya calla, Rogers.

—Puedes decirme Steve o de alguna manera más informal, eh.

—Está bien, Abuelo.

—Mejor vuelve al Rogers.

Reí y negué con la cabeza para plantarle otro beso en los labios.

—¿Estás tan segura de que te odias por hacer esto?

—Si realmente me odiara por hacer esto, voy a tener que odiarme el resto de mi vida.

Sonrió, me tomó en brazos, y se dirigió a mi habitación.

✓ Editado.