Capitulo 5. Roger & Jim

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MODIFICANDO

Cada dos días, Jim le lavaba el cabello a Maggie, por pedido. Con sus mangas remangadas, manos largas, masajeaba con champú el cuero cabelludo. Por su cabeza no imaginaba nada indecente al tener una chiquilla inquieta y desnuda de casi nueve en la bañera. Conoce de memoria el cuerpecillo infantil. Cada lunar, mancha lunar, pecas, cicatrices de viejas travesuras. Su forma de niña aunque no sería difícil que pasara por un niño, sin embargo, sus líneas demostraban cómo serían en un futuro lejano, sus curvas. De piel blanca con tendencia a enrojecerse con un simple toque, la crema que su madre le untaba le ayudaba para que estuviese suave e hidratada. Su madre Sophie no le agradaba la niña pero se esmeraba en la apariencia. Decía que si quería ser una dama Brandon, debe ser linda, bien cuidada y saludable. El padre la veía como una hermosa muñeca de porcelana. Jim no estaba en contra de los deseos de sus padres siempre y cuando Maggie también lo deseara. Y en cuanto a Maggie, aceptaba todas las exigencias con tal que la amasen. Masajeaba el cuero cabelludo con suavidad, le deleitaba la finura ondulada de color anaranjado rojizo entre sus dedos. Desde la primera vez que la vio, ese cabello era la tercera parte favorita de su hermanita. Y siempre tomaba esa parte con cuidado igual cuando lo peinaba o acariciaba. Se había convertido en casi en una obsesión que trato de dominar apartándose o negándose con cualquier excusa, pero no lograba escaparse. Cuantas veces había dicho «Esta será la última vez». Ya estaba perdiendo la cuenta. Una parte de su interior se movía cuando ella le solicitaba que la peinara o lavara el cabello en las noches, que a sus doce lo hacía con un gusto secreto medio catártico que no conseguía comprender. Estaba considerando que sufría un fetiche a una edad demasiado temprano, otro ejemplo era el placer de los pies con zapatos muy femeninos. Sin duda era un secreto que no quería contar y temía que se volviera peor cuando ya fuese mayor. No sabía cómo pedir una consulta con la misma psiquiatra de Maggie. Lo peor que todo los extraños gustos renació con la presencia de su hermanita adoptiva; antes de su existencia en la casa, sucedió cuando era más pequeño, recordaba cuanto le fascinaba ver como se peinaba a su abuela y su madre mientras estaban desnudas. Fueron unas observaciones con ojos puros e inocentes, miradas de admiración a la belleza y femineidad de la mujer. Consideraba que Maggie se convertiría en una hermosa mujer ya que siendo niña gozaba de una línea elegantemente delicada y con un jodido aliciente muy adictivo. El padre en aquella época llamaba la atención a las dos mujeres para que no estuviesen de exhibicionista frente a su hijo, quería que su etapa de Edipo se curara bien. Nadie sabe si llego a pasar bien dicha etapa.

Por el otro lado, Maggie reía y cantaba mientras le lavaban el cabello, adoraba cuando Jim o su padre le hacían el favor. Odiaba cuando le tocaba el turno de su madre. No era amable aunque su cabello quedaba más resplandeciente. Se movía y Jim suplicaba que se quedara quieta y cerrara los ojos porque iba empezar a enjuagarla. A ella le daba un placer cuando agua medio caliente caía suave por su pelo. Se rendía a la marea de las cosquillas deliciosas del agua que solo bordea su rostro, sumado los dedos ágiles que evitan que el agua mezclada con champú caiga en los ojos. Risas y bromas inocente entre los dos. Enjabonado extra en la espalda y toalla. Ella se deja ver mojada y se deja envolver con la toalla, también le enroscan en cabello con la toalla. Abraza su acompañante con ropa y se van juntos hasta la habitación. El chico la deja adentro para que se seque y se vista, le recuerda que no se olvide secar y peinar su cabello. Se marcha para continuar con lo suyo. Maggie comienza hacer el mandato muy obediente. Al rato, ya vestida con su pijama blanca de frutas y peluche en brazos sale del cuarto después que su madre inspeccionó que estuviera durmiendo en la camita. De puntillas, se dirige a la habitación de a lado donde esta Jimmy sumido en libros y cuadernos. La ve asomar la cabecita en la puerta, sonríe y entra la invasora de todas las noches. Otra vez de puntilla se va derechito a la cama de sabana morada, agarra el libro de la mesa de noche y se acomoda para leer mientras espera que su acompañante de cama termine de estudiar.

Margarita en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora