Capítulo 3: ¡Ahí viene Julio César!

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—¡Oye! ¡No me animes tanto! —exclama el aludido.

—Vamos, chicos. Pongámonos en marcha —los anima Jason, tomando la mano de su novia Piper dirigiendo a los demás. Hazel y Frank los siguen; el asiático le dirige una tímida sonrisa a Hazel que ella corresponde y continúan sin decirse nada. Calipso obliga a Leo a ponerse de pie y caminar.

Percy se queda un momento más mirando la puerta cerrada, deseando haber estado más pendiente del reloj.

—Ya vámonos, Percy —le insta Nico. Él es el único que no vino acompañado de su novia. Nico no quiso hablar mucho al respecto, pero Percy tiene entendido que su amigo tuvo una fuerte pelea con Thalía. Thalía dijo que se encontraría con ellos en Costa Aguamarina, pero que no se sentía a gusto viajando con ellos por la pelea misteriosa que tuvo con Nico.

Percy suspira y da un asentimiento, yendo a comprar otro boleto lo más pronto posible.

En la tarde...

Al llegar a Costa Aguamarina, Annabeth continuó llamando a Percy hasta que ella y su familia se instalaron en la cabaña que alquilaron por todas las vacaciones.

Y aún ahora, a media tarde, ella aún lo estaría llamando de no ser porque su padre le decomisó el teléfono y juró no devolvérselo hasta que empezara a divertirse, por lo que Annabeth decidió ir a la playa con las asombrosas aguas turquesa a la que debe el norme Costa Aguamarina y se recostó en una tumbona a recibir algo de sol y cerró los ojos, y se ha permanecido allí desde entonces.

Al cabo de un rato, una sombra obstaculiza los rayos de sol y Annabeth abre los ojos y ve... ¿un caballo?

La rubia se quita los lentes de sol, mirando perpleja al hombre con armadura romana montando un níveo caballo. ¿Será parte de alguna obra de la isla?

—¡Soy el gran Julio César y he venido en busca de la diosa Atenea para usar su sabiduría como arma y dominar el ancho mundo! —exclama el hombre desenvainando su afilada y pulida espada.

—¿De qué estás hablando? Eres romano y Atenea es griega, ¿no deberías buscar a Minerva? —pregunta ella con extrañeza. Si se trata de una obra, parece estar muy mal informada.

—¡No me contradigas, diosa! —El tal Julio César apunta a Annabeth con la espada—. ¡Eres esa diosa que busco y vendrás conmigo!

—¡Yo no soy ninguna diosa! —dice ella, empezando a temblar al notar que la espada es muy, muy real.

—¡Vendrás conmigo, ahora!

—¡No iré a ningún lado!

—¡Entonces morirás!

Annabeth chilla cuando Julio César intenta rebanarle la cabeza y se lanza al suelo, cayendo en la arena. El caballo lanza un relincho y Annabeth se pone de pie a toda prisa, echando a correr por la playa.

—¡Vuelve aquí, diosa! ¡No huyas como una cobarde!

—¡No! —Annabeth corre hacia la cabaña, pero esta parece alejarse mientras más corre y solo será cuestión de segundos antes de que el demente de la espada le de alcance.

—¡Annabeth! —vocifera Julio César, con una voz repentinamente familiar—. ¡Annabeth! ¡ANNABETH!

La rubia abre los ojos con un grito, despertando de ese extraño sueño. Ante ella hay una persona, pero es un Julio César mal informado.

¡Es Percy!

—¡Sesos de alga! —exclama con alegría antes de abrazar a su novio... hasta que recuerda que él la plantó en el aeropuerto y entonces le da un empujón, enojada—. ¡Me plantaste! ¡Te esperé y nunca apareciste! —Está tan furiosa que se siente arder e incluso le duele la piel.

—¡Annabeth! ¡Te has vuelto un tomate! —exclama Percy por su parte. Ella abre la boca para reprocharle su respuesta sinsentido, pero Percy continúa hablando—. ¡Estás toda quemada! ¿No te pusiste protector solar?

Annabeth se muerde la lengua antes de responder alguna cosa grosera y entonces se mira a sí misma. Ahora comprende por qué le ardía la piel.

¡Se ha rostizado con el sol! ¿Cuánto tiempo habrá dormido? Su piel está roja, hinchaza y le duele de solo mirarla.

Sin poder evitarlo, lanza un grito de dolor.

—¡Me he vuelto un tomate! —grita, repitiendo las palabras de su novio.

—Sí, pero eres el tomate más hermoso que he visto —dice Percy con una sonrisa tan dulce que por un momento Annabeth olvida su enojo—. Y realmente te pido perdón por no haber estado presente en el aeropuerto, fue un terrible error. Pero es que... se presentó un evento imprevisto y nos retrasamos.

—¿Nos? —pregunta ella con extrañeza. Percy sonríe y señala detrás de su novia.

—Mira la sorpresa que te traje.

A pesar de que le duele moverse, ella se gira y con sorpresa ve a todos sus amigos. Thalía —quien los encontró en el aeropuerto de Costa Aguamarina—, Piper, Hazel y Calipso están viendo a los amigos de Percy correr por la playa detrás de un cangrejo que parece haberse robado unas gafas de sol. Annabeth sonríe y luego hace una mueca de dolor, pero no puede evitar la alegría que siente al ver a sus amigos.

—¡Vinieron todos! ¡Oh, Percy, es maravilloso! —Ella lo abraza, ignorando el ardor de su piel.

—¡Soy maravilloso! —corrige él—. Me alegra que te haya gustado mi sorpresa, pero ahora debemos buscar algo para tu piel.

—Sí, esto es realmente doloroso —se queja ella al ponerse de pie. Al menos no fue a la playa con traje de baño, sino con ropa playera casual. Sino, los daños habrían sido peores.

—Por otro lado, piensa en el fantástico bronceado que obtendrás cuando tu piel sane —la anima él. Annabeth bufa, imaginándose a ella misma con la piel color chocolate y con el área de los ojos de un color más claro debido a las gafas. Sin duda, va a parecer que lleva puesto un raro y único antifaz.

Secretos y Mentiras (Como te odio Percy #2)Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα