Abigail-Primera parte

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Abigail era la segunda hija y ocupaba la tercera posición en los vástagos de Sussex.  Iba por detrás de Albert y de Catherine. Siguiendo los cánones familiares, ostentaba un hermoso pelo ondulado de color castaño que contrarrestaba con sus ojos grises. No obstante, la diferencias entre ella y su hermana mayor eran las siguientes: ella tenía el pelo más corto que Catherine y sus ojos eran más claros, hasta rozar el blanco. 

Poseía una belleza sublime, realmente extraordinaria. Sólo tenía un defecto, de lo que podría considerarse un defecto en el siglo diecinueve, y era que no veía. Era ciega. Y no le molestaba decirlo abiertamente. Era lo que era, y no tenía por qué buscar apelativos que suavizaran el término o sinónimos menos ofensivos para sus interlocutores. Era ciega y punto. Ella poseía otra manera de ver el mundo: a través de sus sentidos extra desarrollados. 

Podía saber si su padre estaba enfadado por el sonido de sus pasos, entendía que su madre estaba disgustada por el tintineo de sus lágrimas sobre el pañuelo, sabía que Catherine estaba cerca por su aroma a jazmín... Y un largo etcétera de detalles sensitivos retenidos en su memoria a conciencia. Era extremadamente sensible a los estados de ánimo de las personas que la rodeaban. Podía notar, como si existiera una corriente energética que lo revelara, cuando alguien estaba irritado o excitado. Por eso, siempre trataba de estar tranquila. 

Era una muchacha apaciguada, con gestos delicados y pasos volubles. No le gustaban las excentricidades ni hablar alto. Si lo hiciera, perdería su sexto sentido. Le gustaba estar concentrada a las minucias del ambiente. No existía nadie en la casa que supiera que al lado de la ventana principal había una planta de menta que Nina había plantado años atrás. Sólo ella percibía aquel ser diminuto y casi agónico que resistía en el umbral del ventanal. 

Sólo hubo dos momentos en los que detestó sus facultades: el día en que fueron puestos en la cárcel y el día en que Catherine desapareció. La pobreza se había apoderado de su familia cuando su hermano despilfarró las arcas familiares en opio. Gracias a eso, tuvo que dormir en una cárcel por varios días. Fue verdaderamente horrible, teniendo en cuenta su sentido del olfato desarrollado hasta límites insondables. El olor a orín seco y a humedades hongosas, la acompañó a todas horas. A la hora de dormir, a la hora de comer e incluso a la hora de lavarse. Por no mencionar, los humores decadentes de sus progenitores, los cuales daban ganas de suicidarse. Pero no lo hizo porque se amaba demasiado a sí misma y porque amaba todavía más a sus padres. No podría hacerles eso. No, sabiendo que la amaban tanto. 

No era tonta, sabía perfectamente que en otras familias sería desdeñada por su ceguera, pero entre los Nowells eso no era más que una nimiedad. 

¡Qué alegría cuando la sacaron de esa celda! ¡Qué festín al llegar a casa! Pero que desolación no saber dónde estaba su hermana mayor. Por mucho que la buscaron, no dieron con ella. Y tampoco tenían los recursos para pagar a un investigador profesional. Así que tuvieron que conformarse con las oraciones de Patience Nowells y las lamentaciones de George Nowells. Abby sabía que su hermana estaba viva. Catherine era demasiado mala para ser vencida fácilmente, cumplía perfectamente ese dicho de : "mala hierba nunca muere". Aún sabiendo eso, era inevitable desconsolarse en su añoranza. Y si a eso le sumabas que tenían que pasarse el día cosiendo y limpiando porque no tenían ni una triste moneda con la que pagar a los sirvientes, la situación era más desoladora. 

Sentía sus dedos callosos de tanto trabajar y la tela de su vestido ya no tenía esa finura que ostentó días atrás. Estaba agotada pero debía seguir si quería sobrevivir. Su madre le decía que ya no tenían manos de damas y que ningún hombre las querría. Pero a ella poco le importaba eso, ni si quiera aspiraba a casarse. ¿Un noble casado con una ciega?  Eso era soñar. Y ella no era de las soñadoras, sino más bien de las prácticas. Jane, su hermana menor, sí que lloraba por no tener opciones de futuro. Jane siempre había deseado casarse con un hombre hermoso y rico.

La familia Nowells (Edición especial)Where stories live. Discover now