━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mí

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Por el rabillo del ojo miró a Lagertha, que también se había puesto en guardia. Su amiga tenía el ceño ligeramente fruncido, lo que propiciaba la aparición de algunas arrugas en su frente —sobre la que podía advertirse una fina capa de sudor—, y los puños apretados y pegados al cuerpo.

—Ya están aquí.

Ante el comentario de la reina, Astrid se levantó de un salto, con la respiración entrecortada y el corazón latiéndole con fuerza bajo las costillas. Giró sobre sus talones y alternó la mirada entre las otras dos mujeres, que avanzaron a grandes zancadas hacia ella.

—Vamos —volvió a hablar Lagertha, acaparando nuevamente la atención de sus compañeras. El cuerno había sonado dos veces seguidas, lo que significaba que Kattegat estaba siendo atacado—. No hay tiempo que perder.

El caos reinaba en el portón principal

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El caos reinaba en el portón principal. 

Decenas de guerreros y skjaldmö se habían congregado allí para poder hacer frente a los asaltantes, quienes habían conseguido eludir la primera línea defensiva con una facilidad insultante. Los fosos no parecían suponerles ningún obstáculo, puesto que habían traído tablas de madera para utilizarlas a modo de puente y así poder sortear las afiladas estacas que les aguardaban en la parte más profunda de los socavones, y las empalizadas de poco habían servido.

Era evidente que estaban actuando a conciencia, que sabían lo que estaban haciendo. Habían venido equipados con todo lo necesario para que el asedio resultase un éxito rotundo. Y eso solo significaba una cosa: que había sido algo premeditado. Alguien estaba moviendo sus hilos desde fuera para hacerse con el control de Kattegat, probablemente la misma persona que andaba detrás del incidente del mercado.

Mientras Lagertha subía a uno de los torreones para disponer de una mayor visibilidad, Kaia y Astrid se reunieron con Torvi en el portón, donde cada vez era más complicado contener a los intrusos. Allí la rubia les comentó que habían salido de la nada y que eran muy numerosos.

La Imbatible no lo dudó a la hora de enarbolar su espada contra un hombre que se le había acercado peligrosamente por la espalda. Se agachó, esquivando con gran maestría la estocada de su adversario, y antes de que este pudiera arremeter de nuevo contra ella hundió el filo de su arma en su pecho.

El sujeto cayó al suelo tras proferir un grito agónico. Su cuerpo se convulsionó con violencia en tanto sus pulmones se encharcaban de su propia sangre, asfixiándolo. Comenzó a boquear con frenesí, ávido del oxígeno por cuya falta su organismo agonizaba. Finalmente, tras varios instantes de tortuosa agonía, dejó de respirar y, por tanto, de moverse.

Kaia viró la cabeza hacia su derecha y miró por encima de su hombro, allá donde Astrid y Torvi luchaban contra otro par de beligerantes. Volvió la vista al frente, hacia las tranqueras; los asaltantes habían abierto varios agujeros en ellas. Era cierto que muchos de ellos se quedaban a medio camino gracias a los arqueros que les disparaban desde las almenas, pero aquello no les detendría. No pararían hasta lograr su cometido.

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