━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mí

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Kaia no había dejado de darle vueltas al asunto, consciente de que tan solo era cuestión de tiempo que aquel pequeño revés se convirtiera en algo muchísimo más sangriento y peligroso. Aquellos malnacidos habían sido enviados por alguien con el suficiente poder como para haberlos contratado, aun sabiendo que era muy probable que no saliesen con vida de Kattegat.

Lamentó profundamente la ausencia de rehenes, dado que la información que les hubiesen revelado habría sido clave para descubrir quién andaba detrás de todo aquello. Aunque una parte de ella —la más racional— sabía que, en el momento en que ocurrió todo, lo primordial era evitar que más gente inocente muriese.

Suspiró a la par que se masajeaba cuidadosamente las sienes, que le palpitaban a causa de un incipiente dolor de cabeza. Alzó el rostro, lo justo para vislumbrar a Astrid, que permanecía sentada delante de ella, fabricando flechas para su nuevo carcaj. Apenas un instante después, su mirada se desvió hacia su izquierda, donde una implacable Lagertha observaba con ojo avizor una enorme maqueta. La representación de la actual Kattegat.

No le costó intuir que ella también estaba inquieta, además de preocupada. Ambas habían vivido lo suficiente como para saber que las cosas no sucedían sin un motivo. Aquel extraño incidente tan solo era el preludio de algo muchísimo peor. Algo que, por mucho que se empeñaran en fortificar el reino, no iban a poder evitar.

Se puso en pie con la elegancia que le caracterizaba y se aproximó a la rubia, que se había llevado una mano al mentón en un mohín pensativo. Kaia bordeó la mesa en la que se hallaba la maqueta y se detuvo al lado de su amiga. Sus iris grises no demoraron en recorrer aquel prototipo tan fidedigno de la capital, donde estaban representadas las almenas, las talanqueras, las casas y hasta incluso el muelle.

—Podríamos construir más torres defensivas aquí —propuso La Imbatible mientras señalaba con el dedo índice una zona concreta de la maqueta—. Y aquí también. —Cruzó los brazos sobre su pecho, meditabunda.

Lagertha asintió, de acuerdo con ella. Siempre había valorado sus consejos, al igual que su pragmatismo a la hora de actuar. Y es que rara era la ocasión en que Kaia no demostrase estar a la altura de las circunstancias.

—Y tal vez deberíamos aumentar la seguridad en el portón —pronunció la rubia, apoyando las manos en el borde de la mesa—. Duplicar las guardias y establecer patrones de registro.

Kaia asintió del mismo modo en que su interlocutora lo había hecho segundos antes, dando su aprobación. Estuvo a punto de retomar la palabra, de agregar que también sería recomendable profundizar las zanjas y añadir más estacas, pero el inconfundible sonido de un cuerno hizo que el aire se le quedara atascado en los pulmones.

 Estuvo a punto de retomar la palabra, de agregar que también sería recomendable profundizar las zanjas y añadir más estacas, pero el inconfundible sonido de un cuerno hizo que el aire se le quedara atascado en los pulmones

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En un acto reflejo, sus músculos se contrajeron en anticipación a lo que iba a sobrevenir, a lo que aquella simple señal significaba.

Sus predicciones se habían cumplido.

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