Bala perdida

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Corrí, corrí como si mi vida dependiera de ello, en realidad, si lo hacía, mi vida dependía de mi formación física, de cuanto podía correr sin cansarse hasta encontrar un lugar seguro donde estar.

La patrulla se había desvanecido, no sabía para dónde demonios habían ido, tal vez habían ido a un McDonald's a comer luego de haberme dado por muerto hace unos momentos con Miguel. Tal vez se habían aburrido y se habían ido a jugar al uno y tomar un café.

¿La desventaja?

Bueno... el maldito muelle queda en la otra punta del pueblo y no hay manera de que llegue a algún lugar para informar a pie, debí haber planeado algo como esto, y traer una bicicleta o algo, da igual que sea la de mi hija, rosada con flequillos de colores en los manillares, da igual, cualquier cosa para poder irme rápido, maldita sea, ¿Por qué no pienso en todos esos pequeños detalles?

Dicen que de los errores se aprende y se mejora, pero, no hay manera de mejorar si corres con la suerte de llevarte cinco disparos en cualquier parte del cuerpo y que un traficante de órganos te haga menú de tu restaurante favorito. Mi mamá de pequeño me preguntaba que quería ser de grande, yo le contestaba:

-Quiero ser astronauta, o tal vez paleontólogo, o piloto de avión.-

¿Quién mierda diría que perseguiría traficantes por la ciudad? 

Pues es lo que estoy haciendo. Me parece, por suerte, que ya perdí a mi amigo Miguel, creo que ya no seré cena de nadie, igual me tengo que cuidar, porque este amigo vigila la ciudad en lugares estratégicos llamados focos; estos son lugares donde los traficantes se juntan a charlar sobre sus avances. 

Entre tanta tontería, llegué a un bar, donde, oh sorpresa, estaban mis compañeros; sí, los que estaban en la patrulla  "vigilando".

-¿Qué mierda hacen acá, dúo de idiotas?- pregunté en un tono sarcástico no tan sarcástico.

Mis  "compañeros" (Brok y Marissa), estaban tranquilamente tomándose un café y jugando al uno (Sí, lo sé, soy adivino, no es que me lo hayan hecho en ocasiones anteriores, para nada).

Marissa me mira y me dice:

-Tranquilo, no es para tanto.

La miro con una cara que delata mi pensamiento de "No, no es nada, casi soy menú del chino, pero no es para tanto " maldita estúpida.

Creo que tomaré un taxi a casa, no los aguantaré lo que queda de la noche, son como dos balas perdidas en el océano rojizo del atardecer. Son como dos agujas escondidas en un pajar infinito. Es como preguntarle a un niño de entre 6 y 8 años si conoce quien es Da Vinci o Miguel Ángel. Son como dos almas sin propósito, perdidas entre las inmensas sombras cálidas de la noche.

Mafiosos por la ciudadWhere stories live. Discover now