Flores de Muertos

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Me encanta la disposición de los difuntos tan poco cristiana. Por lo que veo, la mayoría de las tumbas se hallan dispuestas con sus ejes longitudinales cercanos a la línea este-oeste, un patrón de orientación habitual en las necrópolis del período fenicio arcaico en la península ibérica, lo que responde a una cosmovisión astronómica, puesto que se subrayaba que, al Oeste, donde muere el sol diariamente, está la ultratumba o mundo de los muertos. La orientación la determinaba la posición en la que se enterraba el cuerpo, con la cabeza mirando al Oeste. Sin embargo, en las inhumaciones cristianas de la antigüedad, la dirección relevante era con los cráneos mirando hacia el este, pues se esperaba que el difunto al levantarse en el momento de la resurrección dirigiera su mirada hacia el sol naciente.
     —¡Eh! ¡Tú! ¡Sepulturero! Aclárame eso de los lirios. ¿Quién prefiere lirios a rosas?
     No me lo puedo creer. He aquí de nuevo a la profanadora de tumbas, interrumpiendo deliberadamente mi paz.
     —Pensé que quería usted perderme de vista. Me ha pedido que me largase, y aquí está, interesada en mi opinión sobre arreglos florales.
     —Ok. Me voy, tu educación es tan selectiva como imaginaba.
     Pero… ¡Joder! Encima va de indignada. ¿Y a mí qué más me da? Que se vaya. No tengo por qué entretenerme con las tonterías de una niña… Bueno, tampoco es tan niña. ¿Qué edad tendrá? Se nota que ha seguido llorando, sus ojos rojos resaltan sobremanera en esa piel paliducha.
     —Espera… Ven aquí.
     No sé por qué, pero no me apetece que se vaya así. Buena compañía no es precisamente un adjetivo que me caracterice, mas pondré de mi parte para evitar que vuelva a tener otra recaída y destruya un lugar tan hermoso.
     —¿Me vas a decir por qué te gustan tanto las flores de muertos? —sonríe victoriosa al verme acceder y se acomoda con toda frescura a mi lado.
     Esta no puede haber sido una buena idea, le irradia cinismo por sus cuatro costados. No disimula el placer que le provoca haberme convencido para hacerle compañía. Niña caprichosa. Si cree que voy a ser su bufón mientras olvida las penas, va lista. Tengo mucho que preparar aún.
     —En primer lugar, no son “flores de muertos” como les llamas…
     Me interrumpe a carcajadas, burlándose con crueldad de mi obstinación por defender los lirios.
     —Perdón. No quería interrumpirte. ¿Es que no vez a tu alrededor? Todos esos nichos, tumbas, columbarios o como les llames…
      Me encantaría explicarle la diferencia entre cada tipo de sepultura, pero en lugar de eso, le dejo proseguir. Mi educación sigue siendo la única mediadora entre ambos, puesto que ella desconoce el significado de esa palabra.
     —…todos, sin excepción alguna, están plagados de las mismas flores: lirios, crisantemos y claveles cuanto menos. ¿Son o no son las típicas flores de muertos?
     —Entendido. Otra erudita que lucha por desentonar, por ser única y exclusiva en el mundo. Te regalo una verdad y si quieres la tomas, o la dejas. No importa cuán especial te creas en el mundo, ni cuán originales sean tus pasos. Una idea única y errónea, te llevará a la soledad. Una idea única y acertada, te llevara a la más ordinaria de las reproducciones en serie.
     —Espera… ¿Seguimos hablando de lirios?
    —La utilización de los lirios que tanto te disgustan, así como los crisantemos o los claveles, fueron la idea magnífica y original de alguien que notó que estas eran flores mucho más resistentes que el resto, por lo que comenzó a usarlas para venerar las tumbas de sus seres queridos. De esta forma estarían más tiempo frescas y hermosas, no como esas rosas que mañana encontrarás mustias y marchitas. ¿En serio te extraña que un conocimiento acertado se popularice? Que todos estos extraños hayan escogido lirios para sus familiares, no les convierte en seres simplistas, sino en juiciosos.
     Se deshace de una lágrima, neutralizándola entre sus dedos con la rapidez de quien no quiere mostrar ni un ápice de debilidad y esboza la más falsa de las sonrisas. Me pregunto qué punto de mi aclaración le ha dañado de algún modo. No tengo muy claro cómo comportarme a su lado. Por momentos es extremadamente insolente y segura, y al minuto siguiente, la más frágil y vulnerable de las criaturas.
      —Pareces de las personas que lo tienen todo muy claro, ¿no?
      —Solo quería que entendieras…
     —Sí, ya. Te pareces a él, también me reñía con toda esa harta de palabras ambiguas.
     —¿Él? ¿Hablas del difunto a quien has traído las rosas?
     —Bueno. Hablemos del significado, ¿o eso no cuenta para ti? —se sienta en el suelo, recostando su espalda en los barrotes que nos separan del abismo y me mira para que le acompañe a su lado, como si necesitásemos comodidad para abordar el tema más polémico de la humanidad—. Las rosas de por sí expresan muchas cosas y su significado varía en dependencia del color. Yo he traído rosas de color rosado, que simbolizan la ausencia de maldad, de doble intención. Manifiestan amor, cordialidad, actitud positiva y belleza. La intensidad de estos sentimientos varía en función de la mayor o menor coloración de la rosa. Mientras más intenso sea el color, más intensos serán los sentimientos expresados. Y yo, amigo mío, me he traído las rosas más rosas que he encontrado.
     Termina su discurso vanagloriándose de un logro tan superfluo, pero ya voy aprendiendo a discernir el trasfondo de unos sentimientos muy contenidos. No ha querido decirme qué relación tiene con el difunto, aunque está claro que intenta distraerse del dolor que le causa recordarlo.
     —Vale, hablemos pues de simbolismos. Según los griegos, el primer lirio blanco nació de la leche materna de Hera. Se relacionaba a la flor con la feminidad de esta diosa, protectora de la familia. Más adelante, el cristianismo adjudicó esta flor a la caridad, cuidado de los demás, inocencia y piedad asociadas a la Virgen María. Hoy en día, aún simboliza la pureza, el amor y el cuidado cuando se regala. Para tu información, no es solo popular en los cementerios, como “flores de muertos”, además, se usan con frecuencia en las bodas para adornar el ramo de la novia.
     —Otra que van a enterrar.
     ¿Cómo no la vi venir? Ya se está riendo de nuevo a mi costa.
     —Muy ocurrente… Adivino que no tienes intenciones de comprometerte más que contigo misma, pero para algunos, un detalle así simboliza el compromiso en sus relaciones duraderas. Regalar esta flor significa reforzar una promesa o dar buena suerte en un nuevo proyecto.
     —¡Vaya! ¡Cuanta información de interés! ¿Seguro que no trabajas aquí?
    —No, no trabajo aquí. Me has preguntado por los lirios e intento responderte. Eso cuando no me interrumpes, claro.
     No sé por qué me enojan tanto sus risitas sarcásticas, pero me dan ganas de terminar ya esta estúpida conversación.
     —No te pongas así, solo bromeaba. Te cuesta un poco relajarte, ¿verdad?
     —No me cuesta para nada relajarme, solo intento ser amable y tú… tú… Tú eres bastante borde.
     —Vaya, lo siento. Prometo no reírme más. A no ser que hagas un chiste —golpea mi codo con el suyo, intentando mediar con un gesto de colegueo que solo consigue descolocarme más—. Venga... ¿Qué más sabes sobre los lirios? Casi me tienes convencida, aunque los que he machacado antes con las botas, creo que no valdrán en esta ocasión.
     Lo tengo claro, esta chica no está nada bien de la cabeza. Sus cambios de actitud son tan efímeros como mi estado de cordura por seguir aquí a su lado, con todo lo que tenía previsto para hoy.
     —Está bien, pero no sé mucho más además de su increíble olor y algunas propiedades medicinales en el campo de la fertilidad femenina.
     Lo cierto es que también tiene su significado para los hombres. Debido a la forma de los pistilos y al hecho de que son la parte de la flor que genera el polen, los lirios se asocian a la sexualidad masculina. Esta flor representa un alto erotismo, pero a la vez es muy elegante; por lo que regalarle un lirio blanco a un hombre, es como compararlo con un Adonis o un icono de belleza masculina. Aunque evitaré hablarle del tema, no quiero que encuentre otra excusa para burlarse.
     —Digamos que mis rosas han perdido esta batalla. Has puesto a los lirios en lo más alto. Prometo que mañana volveré con lirios. ¿Ahora cuéntame que haces aquí?
     ¿Que qué hago aquí? No pienso compartir mis planes con una extraña. ¡Será indiscreta!
     —No tienes que prometerme nada, las promesas son algo muy estúpido. ¿Sueles prometer cosas a los desconocidos?
     —¡¿Eh?! ¿Ahora quién es el borde? ¿A ti qué te pasa? Era solo una forma de hablar. Intentaba ser sociable.
      —Pues socializar no es lo tuyo.
     —Tienes razón. A mí me va más la sinceridad, así que, siendo muy sincera, voy a decirte que eres un idiota.
     Intenta incorporarse, pero en medio de sus duras y puntillosas palabras, encuentro algo de verdad. Me estoy comportando como un idiota y no me pega nada. Es cierto que odio las promesas, sin embargo, no es eso lo que me ha llevado a hablarle así. Ha preguntado por mis razones para estar aquí, y lo peor, es que he sentido ganas de compartirlo con ella, con la persona más desequilibrada que he conocido en la vida. Me he molestado, pero no precisamente con ella, sino conmigo mismo por unos impulsos tan torpes.
     —Espera… no te vayas aún. Prometo contarte por qué estoy aquí —tomo su brazo y hago que vuelva a mi lado.
     —Vale, pero sigo pensando que eres un idiota.
     —No pasa nada, coincidimos —vuelve a sonreír por mis palabras y le correspondo aliviado, aunque comienza a preocuparme la adicción que promete la curva tan amplia que dibujan sus labios.


     —No pasa nada, coincidimos —vuelve a sonreír por mis palabras y le correspondo aliviado, aunque comienza a preocuparme la adicción que promete la curva tan amplia que dibujan sus labios

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