07. La maldición de la escalera

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Hailey

Al tener a unos metros de distancia frente a mí al bello muchacho de los ojos verdes como las hojas de los árboles me puse nerviosa, sudorosa, un poco loca y olvidé como se caminaba quedándome muy quieta a medio camino.

Tuvo que ser Hayes quien se acercara a saludarme como una persona normal, cosa que solo empeoro mi bochornoso momento de debilidad.

—Hola, Bailey —fruncí el ceño confundida por el error en mi nombre —Buenos días —me dijo efusivamente tendiéndome su mano y yo ya estaba a nada de desmayarme —No tenía idea de que tú eras la hermana de Camille. Kyle me había hablado mucho de ella y jamás lo imagine. Me da gusto que seas tú porque ya nos conocemos.

Sonreí, antes él ni siquiera me había dirigido media palabra, este sí que ya era un avance. ¡Me había dicho varias frases completas en menos de un minuto! Casi me pedía matrimonio, solté un largo suspiro.

Y yo que creí que mis probabilidades de conquistarlo eran pocas. No cabe duda que la maldición había sido disuelta.

—Sí bueno, la gente dice que somos idénticas —contesté con sarcasmo porque me encontraba al borde de un infarto.

Camille y Kyle estaban por lo menos tres metros de retirado de nosotros charlando sin parar animadamente de alguna cosa que había visto en la televisión, bufé algo triste. Ella estaba haciendo sentir muy mal a Eustace, aunque esa nunca hubiera sido su intención.

Suspire, sabiendo que esto era inevitable y tarde o temprano iba a pasar. Lo temí desde que mis trolls empezaron a ir a la escuela.

Mi hermanita Camille era sociable, divertida, amable, ella hacía amigos en cualquier sitio a donde fuera y le caía bien a todo el mundo.

Era amiga de todos los niños en su salón, no tenía problema alguno para socializar con los demás, pero en cambio, Eustace era un caso totalmente distinto, él... simplemente era todo lo opuesto a su melliza, no tenía ningún amigo y creo que así se sentía cómodo. Solo le importaba su hermanita Camille.

Eustace era más como yo. Eso no era bueno.

—No logró encontrar el parecido —dijo el muchacho de los ojos verdes sacándome de mi trance —Ella tiene los ojos azules y el cabello muy rubio —aparte la mirada, centrándome en un caracol que iba pasando a toda prisa, o eso me lo pareció —En cambio tú tienes el cabello castaño y los ojos cafés.

Me incomode al instante porque no era el primero en darse cuenta de las evidentes diferencias que tenía con mis hermanitos menores. Cuando la gente de la iglesia me preguntaba que rayos pasaba con nosotros jamás había sabido responder.

Nunca conocí a mi padre, tampoco sabía si era el mismo padre de Eustace y Camille. Yo había sacado los ojos de cafés de Aleyda, pero su cabello a diferencia del mío es muy oscuro como la noche. Tal vez mi cabello marrón lo había heredado de mi padre.

Y mis trolls, rubios, pálidos y de ojos azul fuerte puede que hubiesen heredado todas esas características de su padre, sea quien hubiera sido. Porque de Aleyda o de mi no habían sacado ni la sonrisa o las muecas. Se parecían mucho a alguien que no conocía y siempre quise conocer para entender muchas cosas sobre ellos.

Eustace notó mi malestar al desconocer todo nuestro árbol genealógico a excepción de Aleyda y apretó mí mano para darme apoyo. Era bastante extraño no saber de dónde venía ni quien había sido mi padre.

No estaba muerto, no podía estarlo, porque Aleyda aun lo maldecía borracha amenazando con herirlo de gravedad por haberla dejado embarazada de mí. Esa era toda la información que conocía del hombre que me dio la vida.

Detrás del chico no perfecto ©Where stories live. Discover now