—¿Y nosotros que hicimos? —preguntó Niall.

—Respirar y venir.

—Vamos, no puedes culparnos por esto, además tú fuiste el que le gritó —dijo Brando mientras su hermano asentía.

—Váyanse, ahora.

—No, dijiste que podíamos quedarnos, por lo menos hasta las seis.

—Bien, pero no olviden su parte del trato —dije comenzando a caminar hacia mi habitación.

—No lo haremos.

Escuché sus pasos seguirme por detrás, al llegar abrí la puerta y entré dejando mi mochila en un perchero.

—Tu habitación es tal y como la imaginé, demasiado prolija y limpia. Un poco más y seguro comenzaría a brillar —comentó Niall sentándose en la silla de mi escritorio—. ¿No vas a ofrecernos algo de beber o comida? Un buen anfitrión haría eso.

—No, y muévete de ahí, tengo cosas que hacer.

—¿Y dónde me voy a sentar?

—En el piso, como puedes ver, está limpio. Ahora levántate.

—Que cruel eres —masculló levántandose y sentándose sobre la alfombra, al igual que los gemelos.

—Tú quisiste venir, lo que no entiendo, ¿por qué querían venir? —pregunté encendiendo la PC y la pantalla de mi ordenador.

—¿Estás bromeando? Hace tiempo queríamos ver tu nueva casa, solo conocíamos la antigua —comentó Brandon—. También queríamos ver a Louis, hace tiempo no lo veíamos.

—Ustedes dos —dije girando mi silla para verlos—. Ni se les ocurra acercarse a Louis.

—¿Por qué? ¿Estás celoso de que nos haya dicho que somos muy lindos y a ti no? —preguntó con burla—. ¿Crees que si le pedimos un trío, acepté?

—En serio, ustedes se le acercan y yo los voy a castrar —dictamine volviendo a girar mi silla hacia la computadora y colocarme mis lentes.

—¿Tienes anteojos? —preguntó Debron—. Jamás los llevas a la escuela.

—Es porque solo los uso cuando estoy frente a la computadora —informé abriendo un archivo de Word.

—¿Es en serio que harás la tarea? —cuestionó Niall parándose a mi lado—. ¿No tienes algún juego ahí?

—No, no me gustan.

—¿Pero cuántos años tienes? ¿Cuarenta? Es más, hasta un hombre de cuarenta seguro tiene algún juego en su celular.

—Ve y pídele a un hombre de cuarenta que te preste su celular —acaté comenzando a escribir.

—Préstame tu celular —dijo estirándome su mano—. Aunque, no, tú seguro tienes unos ochenta años.

—Y vos tendrás cinco años, seguro —hablé alejando su mano de mi cara—. ¿O es que tienes menos y vas a una salita de cuatro?

—Vamos al mismo salón.

—Sí, que desgracia para ti —comenté sin dejar de ver la pantalla.

—No, porque así pude conocerte. —Me quité los lentes al oírlo hablar.

—Espera un momento —dije girando mi silla—, ¿te estás poniendo cursi? ¿Y precisamente conmigo? ¿Conmigo? ¿Se te fundió el cerebro?

Rendirse |Larry Stylinson|Where stories live. Discover now