Capítulo 4: Gasolina.

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Después de unos meses, la junta real se enteró de la relación que existía entre Elle y yo. Me lo repitieron varias veces, pero no me importó.

Después de la muerte de los reyes, después de lo que pasó con Christian, no tenía mucho respeto por nadie del gobierno. Ellos intentaron obligarme a que dejara de verla. Intentaron convencerme, pero no lo lograron.

Yo no amaba realmente a Elle, solo tenía un capricho con ella.

Pero eso no significa que no la quiera como una preciada amiga y no le tenga mucho cariño. Aunque por el mismo cariño que le tenía quería dejarla, porque sabía que la lastimaría. Estaba en una encrucijada.

Mí vida no estaba completamente desordenada.  El verdadero problema es que carecía de una vida. La antigua reina aún vivía en el castillo para esa época, así que intenté conocerla en tanto que intentaba alejarme de Elle, la única persona con la que hablaba.

Nicolette no era una mala persona a pesar de las circunstancias que nos unían. El dilema es que no era una persona en absoluto. Sí yo me había sentido como una marioneta toda mi vida, no puedo llegar a imaginar como se ha sentido ella.
¿O no lo habrá lamentado en absoluto?

Hablaba con ella todas las mañanas. Ahora que por fin vivía en la superficie, como el rey que supuestamente soy, nos veíamos muy a menudo. Pues en la inmensidad de aquel solitario castillo, solo nos quedaba vagar por sus pasillos para que acabara el día y poder empezar de nuevo la misma rutina. Así que si ambas lo hacíamos, ¿por qué no hacerlo juntas?

Su vida se había ido en banalidades, y así mismo podía apreciar como la mía también. De día en día, hablábamos del clima, al siguiente de costura, luego al siguiente de repostería, y al siguiente de los problemas de la servidumbre, y así, un día a la vez, se nos iban los meses. Para ella era su rutina hacía años, pero para mí era sentarme a ver tortuosamente como se desvanecía mi vida frente a mis propios ojos.

Nunca llegamos a entablar una profunda conversación, y mucho menos una verdadera relación de madre e hija. Todo era tan superficial, porque eso era ella.

No podría ofrecerme algo real aunque así lo quisiera, porque sencillamente ella no era real. En su poca cabida de comprensión, no alcanzó a notar en qué momento se convirtió en un cascarón vacío, en una fachada creada por aquel imperio, como la que yo empezaba a ser sin darme cuenta.

Elle intentaba recuperar nuestra relación. Cada día me buscaba, cada día la evitaba.

No es que no la quisiera, pero el haber notado la miserableza de mi vida, me había hecho perderle el sentido de importancia a las cosas. Estaba cansada de sentirme usada, de sentir en general.

Cada vez que me dejaba llevar por la calor del momento, me sentía bien. Pero al terminar, me sentía más vacía que al principio, e incluso peor, porque sabía cuánto le importaba a Elle, pero lo poco que me importaba a mí.

Lo había decidido finalmente. Iba a cambiar mi vida. O mejor dicho, intentar empezar a tener una. Cada vez me sentía peor conmigo misma, y nunca había pensado que no era atractiva o que era linda. Por el hecho de que nunca me había visto a mí misma como una mujer de verdad.

Pero ahora empezaba a sentirme como tal, pero de ninguna manera me veía así. Y eso me dolía, mi triste alma mantenía desfigurada mi expresión en todo momento.

Decidí que dejaría mi cabello crecer. Los hombres del reino mantienen su cabello hasta las orejas y algunos incluso hasta los hombros. Pero yo no. Desde que era una niña mi padre me rapaba la cabeza, y ya era parte de mi vida.

Así que fue un paso difícil de dar.

Y por más frío que suene, el siguiente fue considerablemente más fácil. La junta real tenía un castillo propio acá en Bellemere. Y todos sus gastos, al igual que los míos, son costeados por el estado. Así que pedí que Elle fuera trasladada allí.

Era lo mejor para ella. Aunque me pidió llorando que no lo hiciera, era lo que debía hacer. También dejé de frecuentar a Nicolette, pues apreciar cómo había acabado, hacía que mis días se perdieran y mi mente se sumergiera en un mar de ansiedad.

Lo realmente importante sucedió cuando a pesar de intentar salir cada día, de hablar con los comerciantes del pueblo, de parecer una persona normal. Nada cambiaba, nada parecía cobrar sentido como yo esperaba.

Mi realidad seguía en una depresión de la cual no entendía cómo salir.

Empecé a tener ataques de pánico debido a la ansiedad que todo me generaba, realmente me frustraba que aunque me esforzara, no valía de nada. Mi vida siempre estaba mal en algún lado, y no podía evitar ese incesante sentir de vacío.

Mi alma la veía como un lúgubre cuarto vacío, que por más que intentara pintar y tapizar, la humedad siempre corroía, y se terminaba viendo igual de agrietado y destruido que al principio. Y hasta peor, pues esos constantes cambios el intentos simplemente nos dan una razón más para no querer volver a intentarlo.

Así que llegué a ese punto. Esa era la conclusión de mi travesía. No quiero intentarlo más. No quiero seguir en éste lugar, ni sintiendo en absoluto. Quiero que todo acabe. El problema es que sí muero ahora, no habré disfrutado nada en toda mi vida. Y muy en el fondo creo que merezco un poco de felicidad en ésta vida.

Por ello decidí hacer un pequeño viaje sola, me fui a unos campos que son de nuestra propiedad en Alemania. Es muy común que los demás países nos pagaran con tierras, pues la guerra que se llevaba a cabo tenía íliquidas sus carteras.

Emprendí aquel viaje sola, para intentar encontrarme nuevamente. Para buscar un nuevo combustible que me ayude a seguir. Porque llevo mucho tiempo corriendo sin gasolina.

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⏰ Last updated: Apr 12, 2019 ⏰

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BADLANDS. Fragmentos de una historia olvidada.Where stories live. Discover now