Capítulo 23: La rosa que crece en el pantano.

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A dónde quiera que esto vaya, no importa que tan lejos, bebé tú eres la canción que está escrita en mi corazón. A dónde quiera que nos quedemos, o si siempre caemos, no importa en absoluto porque yo seré tuyo para siempre, desde este momento hasta el día en que el telón se cierre, a donde quiera que esto vaya... - Wherever this goes - The fray.


El cielo nocturno de las tres de la madrugada mostraba altivamente a la luna en lo alto. Ésta iluminaba con sutileza los techos de las casas, la copa de los árboles y todo lo que se encontraba expuesto a su luz, aclarándolo.

Los pies descalzos de Louis jugaban vagamente con la hierba del patio de su casa. Todo estaba bañado en rocío, y debido a eso, sus dedos ya comenzaban a entumecerse por el frío, pero eso era algo completamente trivial a comparación de la consternación que rondaba en su mente de hace ya unas cuantas horas atrás.

El castaño estaba sentado en uno de los bancos de mármol que poseía su patio trasero, observando fijamente a la ventana de la habitación del rizado. Repasando en su mente cada uno de los hechos que habían sucedido hace tan sólo horas.

Enterraba sus helados dedos entre los pastos mojados y volvía a sacarlos para que el aire nocturno los enfriara más de lo que ya estaban, repitiendo la acción una y otra vez. Su cabeza no dejaba de reproducir incesantemente lo que él le había hecho a Harry, como una grabación repetitiva. Las lágrimas del menor se colaban en su ser, como una interminable tortura hacia su persona.

Louis sabía que lo que había hecho era algo totalmente repugnante y digno del ser humano más ruin en toda la faz de la tierra. Estaba arrepentido. Pero sabía que su acongojo no borraba los hechos ocurridos.

Suspiró pesadamente y de un impulso se levanto del frío banco. Caminó con lentitud hacía el gran árbol de manzanas y comenzó a treparlo.

Sus ramas estaban igual de mojadas y resbaladizas que la hierba en el suelo, lo que sólo dificultó la escalada, pues sus pies no podían mantenerse firmes. Entre algunos raspones y maldiciones, Louis logró hacerse camino a la gran rama que daba a la ventana del rizado.

El cristal reflejaba la brillante luna, y detrás de su reflejo, se hallaba la silueta oscura del cuerpo de Harry acostado en la cama. El jovencito de ojos verdes estaba cubierto hasta su cabeza, y acurrucado formando un pequeño bollo, lo que provocó una vaga sonrisa en Louis.

Harry era un niño. A pesar de sus dieciséis años, Louis sabía que él era todo un infante. Cada una de las palabras que salían de su boca, nobles, purpurinas, y dulces, dejaban al descubierto su notable inocencia, por no mencionar sus sonrisas benevolentes, o su mirada pura y angelical, sin rastro alguno de maldad. Harry era la manera que tenía el mundo de informarle a la gente que no todo estaba perdido y que la vida era bella, o al menos así lo sentía Louis. Porque en el horrible mundo en el que todos residían, encontrar alguien como el muchachito rizado era una joya, era como encontrar una extraña y excéntrica rosa floreciendo en el medio de un nauseabundo pantano. Pero no todos lo podían ver de ese modo, por no decir nadie, y Louis era feliz con eso, porque el muchachito de ojos verdes era como su pequeño secreto. Era como la rosa rara que él debía conservar intacta. Sin embargo, Louis sentía que no podía cumplir con aquel pequeño labor, porque ¿Cómo era posible dejar que floreciera cuando él mismo era como uno de esos arbustos espinosos que dificultaban la expansión de la flor? Louis se sentía de ese modo. Y él lo que menos quería era marchitarlo.

-Harry...-

Llamó. Dando dos continuos y leves golpes al vidrio. No hubo respuesta del otro lado, pero Harry hizo un movimiento casi imperceptible, lo que le hizo suponer al ojiazul que estaba despierto.

As happened to Cinderella {Larry Stylinson} TERMINADA.Where stories live. Discover now