Naru Namikaze estaba sentada en el piso de su habitación en su pequeño apartamento. Hoy cumplió quince años. Y como siempre, no fue un día feliz. Las burlas, burlas, burlas y violencia que soportó de los aldeanos la dejaron sintiendo un odio profundamente arraigado. Y no importaba cómo intentara decirse que no era realmente culpa suya, que era su dolor lo que los hacía actuar de esa manera, no podía sacudir la rabia que ardía dentro de ella. El odio de los aldeanos hacia ella no había disminuido a lo largo de los años, sino que crecía. Y a medida que crecía el odio también lo hacía el suyo. Después de todo lo que había hecho para demostrar su valía, ya deberían haberse dado cuenta de que ella no era la Kyuubi. Ella no había hecho nada que probara lo contrario. Y sin embargo, no había importado en lo más mínimo. Los susurros de monstruo y demonio.Todavía la seguía mientras caminaba por las calles de Konoha. Los aldeanos todavía le tiraban piedras cuando pasaba. Los mercados todavía vendían su carne podrida y rancia cuando intentaba comprarse comida. Todo seguía igual. Lo único que cambió fue que ella también los odiaba ahora.
Hace tres meses, Naru había aplicado para tomar el examen de jounin. El consejo rechazó su solicitud y le dijo que no se le permitiría avanzar más allá de Chunin. Y si no podía convertirse en jounin y luego en un anguila nunca podría convertirse en Hokage. Todo lo que había hecho, todo por lo que había trabajado tan duro, era para nada. Su sueño estaba muerto.
Sus amigos habían estado distantes con ella desde que se enteraron de que albergaba el Kyuubi no Kitsune. Ella había tratado de hablar con ellos, pero verlos retroceder con miedo era demasiado para ella. Ella no les había hablado en meses.
Sasuke era otro asunto del todo. Cuando él había abandonado el pueblo hacía tres años, ella había intentado todo para traerlo de vuelta. No fue hasta la tercera vez que él trató de matarla que ella se dio cuenta de que no tenía remedio. El Sasuke que ella conocía nunca regresaría. El habia cambiado Era más oscuro y más cruel de una manera que nunca había sido antes. Y ella sabía que esos fugaces días felices que pasó como miembro del equipo siete se habían ido para siempre. Las cosas nunca volverían a ser como antes. El pensamiento rompió su corazón.
Después de que ella había decidido no seguir a Sasuke más, Sasuke parecía decidida a ir tras ella. Cada vez que ella estaba fuera del pueblo en una misión, él la encontraba. Él se burlaría de ella y la molestaría hasta que ella luchara contra él. Pelearían, a veces durante horas y luego él se iría.
No fue hasta su último viaje que las cosas cambiaron drásticamente. Sasuke la había conocido como solía hacerlo y ellos habían luchado. Naru, ya débil y herida por su misión, no duró mucho tiempo contra su ataque. Ella se derrumbó, agotada. Sasuke se aprovechó de su estado debilitado y después de despojarla de su uniforme rasgado, él tomó su virginidad. Naru había intentado luchar contra él, pero todavía estaba demasiado débil. Ni siquiera Kyuubi podía hacer nada contra Sasukes Sharingan. Ella estaba indefensa. Cuando su mejor amiga deslizó su polla dentro de ella, ella jadeó y le dijo que se detuviera. Él rió profundamente y silenció sus gritos con sus labios y empujó sus caderas más rápido, más profundo hasta que Naru no pudo hacer nada más que gemir y gemir ante su asalto. Después de que el dolor se había desvanecido, el placer llegó y ella gritó que él fuera más fuerte y más rápido.
Algún tiempo después él entró dentro de ella, su semilla llenando su cuerpo. Ella dio un pequeño grito cuando él finalmente se deslizó fuera de ella.
Apenas si escuchaba las palabras susurradas en su oído cuando dejó a Naru, cayó inconsciente.
Eres mía.
Eso fue hace dos meses. No pasó un día sin que ella pensara en lo que Sasuke le había hecho. Aunque al principio había tratado de olvidar el encuentro, se había dado cuenta de que pronto tendría un recordatorio permanente. No podía negar por más tiempo que el niño de Sasuke Uchiha crecía dentro de su vientre.
