XLII: Destinados a luchar

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Porque Katsuki necesita información. Si ha de salir de aquí y si ha de proteger a Deku, necesita saber cuáles son las intenciones de los Todoroki y cómo puede librarse finalmente de ellos. Haga lo que haga, no puede llevar a esos bastardos hacia Deku. Desgraciadamente, sabe que, hasta que no sepa cómo hacer que ellos le dejen en paz, el Gente del Bosque estará más seguro lejos de él, que cerca.

Esa idea le irrita. Y, si no fuera porque el dolor logra mantener a su mente lo suficientemente distraída la mayor parte del tiempo, es probable que ya estuviera llenándose la piel de arañazos para intentar deshacerse de la ansiedad que le provoca estar lejos de Izuku.

El recuerdo del Gente del Bosque, con su voz gentil, sus manos pequeñas y su risita mágica, es su tortura por las noches cuando batalla por conciliar el sueño.

El sonido de pasos interrumpe sus cavilaciones. La puerta se abre y Tsunagu aparece tras ella. Tiene una expresión extraña.

Parece preocupado.

—¿Qué pasa? —pregunta Hizashi al verle. Taishiro, encorvado sobre su asiento, le da la espalda a los ventanales y tiene la cara de un perrito asustado.

—Quieren que vayamos a Marcelle.

—¿A Marcelle? ¿Qué vamos a hacer ahí?

Él está ahí.

—¿De quién hablas, Tsunagu? —cuestiona Taishiro. Tsunagu le mira. Luego echa un vistazo rápido a Katsuki. Los ojos de granate se topan en el aire de la habitación, sus miradas espolvoreadas por una luz perezosa y por el calor de una mañana silente.

La mirada del mayor se retira. Observa al más alto de la habitación.

—Se trata del más antiguo de la línea principal. Quieren que lo enfrentemos.

—¿Qué mier...? —inicia Hizashi—. ¡Pero si ese tipo es un monstruo!

—Dicen que debe estar débil, porque se enfrentó al chico del norte. Así que debería ser fácil. Seremos tres contra uno.

—¿Tres? —a Taishiro le tiembla la voz—. ¿Pero no es eso injusto? No quiero ir a masacrar a un hombre herido.

Cuando dice eso, tanto Tsunagu como Hizashi le miran.

Como si le dijeran, en esta vida, no importa lo que quieras o no quieras hacer.

Hizashi devuelve los ojos a Tsunagu.

—Tal vez este es el fin. Tal vez, si logramos esto, por fin nos dejen ser libres. Por otro lado, tal vez nos muramos en el proceso.

—¿Por qué nos moriríamos si luchamos tres contra uno?

—Porque él es muy fuerte —reitera Tsunagu—. Hay líneas que son más fuertes que otras. ¿No crees que el hecho de que lo hayan debilitado primero, y que aún así nos manden a los tres por él es suficiente muestra de lo poderoso que es?

Después, Tsunagu voltea a ver otra vez a Katsuki. Suspira, manteniéndole la mirada.

—Esta no es la primera vez que nos envían a Hizashi y a mí a encargarnos juntos de una sola persona. Nosotros somos débiles —mira a Taishiro—. Igual que tú. Me gusta creer que el motivo es que la intención nunca fue que nosotros lucháramos. Hay algunos que están destinados a luchar, y hay otros que no.

Taishiro hace una mueca tristona, pero, antes de que cualquiera diga algo más, Katsuki les interrumpe.

—Tsunagu —dice, observando a su tío do merda—. Hambre —finaliza.

Mi Señor de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora